Los padres antivacuna están enfermos

Columna de opinión "Gente de Los Ángeles" de Gabriel Lerner, editor emérito de La Opinión

El movimiento contra las vacunas está presente en varios lugares de Estados Unidos.

El movimiento contra las vacunas está presente en varios lugares de Estados Unidos. Crédito: Getty Images

Mary, o María, es maestra en una escuela secundaria del Valle. Su esposo también. Su padre enseñó en el mismo distrito escolar. Y cuando cuenta acerca de las protestas de maestros y padres contra las vacunas, que están creciendo, tiene una palabra: sabotaging, están saboteando. 

A veces le da la impresión de estar rodeada de personas hostiles. Colegas o padres activistas.

Y ahora, en numerosos distritos escolares a lo largo de California, desde el condado de Orange hasta el condado de Shasta, pasando por el de Los Ángeles, se está lanzando una revuelta. 

Son quienes se oponen a una reciente orden ejecutiva del gobernador de California Gavin Newsom, que establece la futura obligación de los alumnos de estar vacunados para poder participar en las clases en persona. Están en contra, ya veremos de qué. 

Este lunes 18 iniciaron una peculiar campaña que incluye walk outs – abandono de escuela o no envío de los chicos a estudiar personal o digitalmente y otras medidas. 

La razón: ellos se niegan a que sus hijos se vacunen y el gobierno estatal se los exige. 

La iniciativa de Newsom aspira a que todos los estudiantes de los grados 7 al 12 estén vacunados para el próximo otoño una vez que las vacunas obtengan la aprobación federal final para todos los mayores de 12 años. Y una vez que llegue la aprobación de la FDA – la Administración de Alimentos y Medicamentos – final para los niños de 5 a 11 años, el estado requerirá que también ellos se vacunen. Esto puede pasar a partir de enero próximo, y la puesta en marcha del plan se calcula para el 1 de julio de 2022.

California será el primer estado del país en condicionar el acceso a clases en persona a la vacunación contra el COVID y tendrá lugar tanto en escuelas públicas como privadas. 

Las protestas no esperaron hasta el inicio de las medidas. 

Lo hacen en nombre de un concepto de libertad que nunca aplicaron a las otras cuatro vacunas obligatorias, y en medio de una pandemia que ya ha matado a 700,000 estadounidenses en todo el país y 70,000 solamente en California.

En agosto Newsom había emitido una orden similar, destinada a docentes y personal administrativo, que ya ha entrado en vigencia y que da la opción de vacunarse o hacerse el examen de COVID semanalmente. En el distrito escolar de Los Ángeles (LAUSD) la vacunación es obligatoria. 

La medida de fuerza de los padres anunciada en los medios sociales exhorta a los padres a no solo a no enviar a sus hijos ese día a estudiar, sino también a no excusar la ausencia de sus hijos ante la administración, para así hacer que las escuelas no puedan obtener los fondos de asistencia diaria promedio del estado. Y de la misma manera piden a los maestros que falten a clase. 

El número de estos disconformes es muy exiguo. 

En todo el estado se han administrado 50,896,327 dosis de vacunas y el 71.7 por ciento de los residentes están completamente vacunados. Tuvimos 4.565.279 casos confirmados de contagio.

En una protesta, el 5 de octubre frente a las oficinas del Condado Stanislaus en la ciudad de Modesto, un centenar de activistas sacaron a sus hijos de la escuela y protestaron contra la orden de Newsom. Entre las pancartas que portaban se podía leer: “Mi hijo no es tu rata de laboratorio”, “Newsom ES el virus” y “Órdenes no son leyes”.

Parecería que los que no quieren vacunar – es decir, protegerlos a ellos y a sus compañeritos del contagio  – a sus chicos son un frente unificado y sólido. 

No es así. Lo demuestran los números crecientes de vacunados desde que los gobiernos comenzaron a presionar y condicionar trabajo o estudios, a la vacunación. 

Tienen muchas explicaciones, diferentes y a veces contradictorias. 

Esto dicen: 

  1. Que se imponga vacunas  para las paperas, el sarampión y otras enfermedades transmisibles es “comprensible”, pero las del COVID “no han estado disponibles el tiempo suficiente”, aunque ya se vacunaron miles de millones y todo bien.
  2. Schuyler Wilson de Redding afirma que “No soy un anti vacuna ni pro vacuna, soy pro libertad”. Otro dice: los padres debemos decidir qué es lo mejor para sus familias”. Sí, siempre que no enferme a otras familias.
  3. Que supuestamente los niños tienen una muy alta tasa de supervivencia de COVID y se ven menos afectados, algo que si pensamos, significa que no les importa que se contagien, o que imponer sus principios políticos es más importante.
  4. Que tenemos niños médicamente frágiles con los que “no es necesario experimentar”.
  5. Como padre, “recibí la vacuna y aún así tuve COVID”. ¿Y? Nadie dijo que la vacuna es 100% eficaz. Pero el 99% de los hospitalizados no fueron vacunados. . 
  6. La enfermera (!) Keryn Whitlow dice que el mandato “no es constitucional,” (falso). 
  7. La madre de Modesto, Fernanda Borges, dice que California y la nación están “ya en las etapas del comunismo, el socialismo, como quieras llamarlo”. 

Y la excusa más estrafalaria: “mi religión me lo prohíbe”.

Sólo la Iglesia de Cristo, Científico (cuyos adherentes son conocidos como “Científicos Cristianos”) y la Iglesia Reformada Holandesa desalientan la vacunación, aunque los primeros, que prefieren oración a medicina, también recomiendan obedecer las leyes locales. 

Ni católicos, ni cristianos, ni judíos, ni musulmanes se oponen a la vacunación, aunque algunas sectas islámicas en Indonesia sí lo hacen. No por nada ese país tenía hasta hace poco la tasa de sarampión y rubéola más alta del mundo. 

De pronto surgen fieles por cuenta propia que se pretenden religiosos con tal de no tener que vacunarse. Podrían tener éxito, porque el gobierno federal otorga un amplio margen de maniobra a lo que constituye una creencia religiosa sincera. 

La verdad es que estos padres están confundidos; embebidos en hostilidad racial, en odio político, que los compele a dejar de razonar, a dejar de pensar en función de la salud física de sus hijos. Todo para seguir el rebaño, no alejarse de la “causa”, ser parte de algo que los enaltece aunque también los vilifica. Es el sentido torcido de identidad que generó el trumpismo y por eso el movimiento anti vacunas creció tanto. Es una enfermedad que amenaza con contagiarnos. 

(*) Gabriel Lerner es editor emérito del diario La Opinión.

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