Pareja de inmigrantes logra residencia por su hijo en la Fuerza Aérea de EE.UU.
Con el Perdón Adelantado (PIP) hicieron un ajuste migratorio sin salir del país
Desde que Luis Salazar recibió por correo, su tarjeta de residente de Estados Unidos, siente que se quitó de encima un pesado fardo que cargó por más de tres décadas.
“Me siento con una gran livianez”, dice Luis, emocionado hasta las lágrimas al haber salido del limbo migratorio. Tres días más tarde de que recibió su residencia, su esposa María Elena Carapia, se conmovió al tener en sus manos la tarjeta verde.
Ambos lograron un estatus migratorio de la manera que menos imaginaron, a través de una petición hecha por su hijo Luis Salazar, quien se unió a la fuerza aérea de Estados Unidos hace 4 años.
En la actualidad tiene 27 años, es mecánico de aviones militares, y labora en una base aérea de EE UU en Japón.
“Nosotros presentamos una petición de residencia un año después de que nuestro hijo Luis, cumplió 21 años”, recuerda María Elena.
Pero un año después de eso, el muchacho les dijo que les tenía una sorpresa.
“Nos dio la noticia de que se uniría a la fuerza aérea para ayudarnos a arreglar nuestros papeles más rápido”.
Y la verdad, dice María Elena, que quedaron sorprendidos. Por una parte, sintieron gusto por el sacrificio que haría su hijo, pero también el miedo se apoderó de ellos, al saber que su vida, podría estar en peligro al unirse a las fuerzas armadas.
María Elena emigró hace 28 años de la ciudad de México a Los Ángeles. Luis vino de Durango, México hace 30 años. En Los Ángeles se conocieron, se juntaron y tuvieron cuatro hijos que ahora tienen 27, 24, 22 y 15 años.
Luis, el hijo mayor es quien les ayudó a obtener la residencia.
“Él estudió para hacer partes de avión, y en eso trabajaba, cuando unos amigos lo empezaron a animar para que entrara a la fuerza aérea”, explica María Elena. Así fue como el muchacho se incorporó al servicio militar.
Luis dice que lo más difícil de todos los años que vivió como indocumentado fue el miedo constante a una deportación y dejar en el desamparo a sus hijos y a su compañera.
“Yo he sido el proveedor de mi familia. María se quedó en la casa, criando a los hijos”.
Pero lo que más lo irritaba como indocumentado, era ser víctima constante de abuso en su trabajo.
“Los patrones se dan cuenta que uno no tiene documentación y se aprovechan. No te quieren dar aumento, así sea uno el más capaz”.
Mucha veces le tocó ver que gente que recién entraba al trabajo a hacer la misma tarea, recibían sueldo muchos mayores que a él le negaban por la falta de su seguro social.
Por eso ahora ya como residente, dice que su meta inmediata es buscar un trabajo donde lo aprecien y pueda tener un mejor sueldo.
“Ya tengo otras opciones laborales, y eso es lo que más me pone contento de ser residente, la posibilidad de darle a mi familia, la vida que se merecen”.
La pareja obtuvo su residencia, dos años después de iniciado la petición con base en su hijo militar.
“Fue más fácil y rápido de lo que esperábamos”.
De hecho, Luis dice que tiene el presentimiento de que la vida de su familia cambiará para bien con la residencia.
Su sueño es ser conductor de tráiler, y en un futuro próximo, ser dueño de su propio tráiler.
Luis y María Elena viajarán a México este jueves después de décadas de no visitar la tierra que los vio nacer y de la que emigraron con grandes ilusiones.
“Vamos directo a la Basílica de Guadalupe para darle gracias a la Virgen por concedernos la dicha de ser residentes. Se lo pedimos mucho, nos cumplió y estamos muy contentos”.
María se encontrará además con su madre a la que no ha visto por más de dos décadas.
Cuenta que también llamaron a su hijo para darle las gracias. “Él nos dijo que gracias a nosotros, por cuidar los fines de semana de su hijo. Mi hijo fue padre a los 17 años. Su niño tiene 10 años. Y los fines de semana, su madre nos deja tenerlo con nosotros”.
La pareja planea solicitar su ciudadanía para el año 2026, cuando calificarán para iniciar el proceso.
Parole in Place
Ellos obtuvieron la residencia gracias al Parole in Place (PIP). En español, se conoce como entrada legal en su lugar.
La ley de Migración permite que si tienes un hijo en el ejército, en la marina o en la reserva militar puedas pedir ese permiso que funciona como una entrada legal para propósitos de solicitar la residencia.
Una vez con el parole in place, se procede a pedir la residencia.
El abogado en migración Sergio Siderman quien ayudó a Luis y María Elena a obtener su residencia, afirma que los jóvenes hijos de inmigrantes indocumentados que sirven o están inscritos en las fuerzas armadas, pueden realizar una petición de residencia para sus padres, lo que incluye un perdón adelantado que les permite realizar un ajuste migratorio sin salir del país.
“A través del alivio migratorio PIP, el gobierno estadounidense reconoce la dedicación y sacrificio realizado por los miembros de las fuerzas armadas, los veteranos y sus familias”.
Precisa que para tener este alivio migratorio los beneficiados deben estar presentes en Estados Unidos, demostrar una buena solvencia moral y documentos básicos como el acta de nacimiento de su hijo o hija que está realizando la petición para ellos.
“Para iniciar un ajuste migratorio con un hijo/hija en las fuerzas armadas, deben proporcionar su número de afiliación militar, que regularmente se asigna a los pocos meses de haber cumplido con su entrenamiento inicial”.
Indica que el gobierno solicitará fotocopia de ambos lados de la tarjeta de identificación militar del peticionario al momento de presentar el Formulario I-130 de petición de residencia permanente para familiar cercano: padres, hijos, cónyuges.
“El proceso toma de 12 a 18 meses, dependiendo de cada caso”.