Entre el desempleo, la violencia y la basura, mujeres crean empresa y limpian su municipio en Guerrero

En Tecoanapa, al sur del estado de Guerrero, México, un grupo de mujeres crearon la asociación civil “Unión Solidaria y Esfuerzo Comunitario” para dar empleos y limpiar las toneladas de basura de su comunidad

Mujeres limpian calles, ríos y bosques en el municipio de Tecuanapa.

Mujeres limpian calles, ríos y bosques en el municipio de Tecoanapa. Crédito: Luci Barrio | Cortesía

MEXICO.- A principios de 2021, Luci Barrio estaba devastada: tenía cáncer, pocas esperanzas de vida, desempleo, tres hijos y facturas por pagar en Tecoanapa, Guerrero, un municipio indígena tan contaminado por la basura en el paisaje que mirar alrededor  causaba más depresión que cualquier problema, incluyendo la salud.

Un año después, la situación de esta mujer de 42 años dio un giro sorprendente. Venció a la enfermedad, se autoempleó y contrató a otras mujeres vulnerables para fundar una empresa cooperativa y la Organización Campesina de Pueblos indígenas y Afrodescendientes que tienen como principal actividad recoger todo el plástico que contamina el municipio.

Teconapa, ubicado al sur del estado de Guerrero, tiene una población de poco más de 46,000 habitantes que generan alrededor de 200 toneladas de basura al día que va a dar a ríos y barrancas; a calles y parques, caminos, sembradíos, canales, patios…

“Toda nuestra naturaleza, nuestro entorno, se rellena con basura, principalmente de bolsas y plásticos, los ríos se están secando de tanta basura que va a dar ahí y es horrible: el paisaje es un gran basurero y no nos podemos quedar con los brazos cruzados”, dijo Luci Barrio en entrevista con este diario.

Basura acumulada en una de las comunidades del municipio de Tecoanapa, Guerrero. Foto: Luci Barrio.

Entre los hospitales y la desesperación por la falta de trabajo, Luci Barrio ideó crear la asociación civil Unión Solidaria y Esfuerzo Comunitario y buscó a mujeres en las comunidades de los municipios para proponerles un trabajo conjunto. 

Amas de casa, madres solteras, otras desempleadas, víctimas de violencia se arremolinaron en las comunidades con la esperanza de ganar algo en medio de la miseria del municipio.

Según el censo de 2020 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía, en Tecoanapa el

52% de la población se encontraba en situación de pobreza moderada y 24% en situación de pobreza extrema. La población vulnerable por carencias sociales alcanzó un 22%, mientras que la población vulnerable por ingresos fue de 0.47%.

En 2020, 26% de la población no tenía acceso a sistemas de alcantarillado, 5.27% no contaba con red de suministro de agua, 26% no tenía baño y 1.76% no poseía energía eléctrica.

Les voy a pagar a tres pesos el kilo de plástico”,  dijo Luci Barrio a esas mujeres que formaban parte de las estadísticas negativas de la región entre quienes se encontraba Nicolasa Yodoro, de 66 años, una mujer que crió a sus hijos sembrando maíz en la comunidad de Humachapa.

“Nunca antes me habían dado trabajo”, cuenta Nicolasa y nunca pensé que a esta edad iba a tener uno que me garantizara algo de dinero.

La idea de recoger basura por parte de estas mujeres de Tecuanapa tenía como antecedente el arribo de la zona de la empresa Petstar, una empresa líder en reciclaje de botellas de PET a nivel mundial que es el ala ecológica de la empresa Coca-Cola.

Petstar empezó a pagar a recolectores de botellas de plástico independientes seis pesos y éstos le daban a sus trabajadores una quinta parte, pero cuando Luci Barrrio entró al mercado decifió pagarles el doble porque su modelo de negocio estaba fincado en el desarrollo de genero no solo individual.

Por eso empezó a sumar una fuerza laboral a la que tradicionalmente no se volteaba a ver: las señoras y sus hijos. Para finales de febrero sumaba a 500 personas organizadas en grupos de 10 en 10 en cuatro comunidades del municipio: Tecuanapa, Ayutla,  Copala y Cruz Grande. Y van por más.

“Yo les pago a tres pesos por kilo y el resto sirve para la gasolina y seguir invirtiendo”, señaló. “Ya tenemos 50 centros de acopio donde se separa la basura y cuando se juntan 200 kilos las llevamos a Petstar”.

El trabajo es interminable, afirma Luci Barrios. En las cuatro comunidades donde tiene personal recolectan alrededor de 35 toneladas día pero, como se producen 200 se sigue acumulando la basura.  De modo que no se dan a basto y cada día necesitan más brazos.

La labor de estas mujeres inmersas en la lejanía del México profundo a 400 kilómetros de la capital mexicana entre carreteras accidentadas y tramos de terracería llamó la atención de Alvaro Vizuet, portavoz del Consejo Nacional Mexicano de Pueblos Originarios, comunidades indígenas y afromexicanos.

Esta organización busca integrar una red de “gobernadores indígenas” que actúen como consejeros, críticos y contrapesos a las autoridades electas en los sistemas democráticos del país y vio en Luci Barrios una aliada para solucionar los problemas de la comunidad y no solo a nivel local.

“El trabajo ecológico de estas mujeres pueden ser un modelo para implementar en otros municipios del estado y en otros estados”, observó Vizuet.

De acuerdo con la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales, en el estado de Guerrero se generan diariamente 3,200 toneladas de basura diariamente y las cifras son proporcionales en los 32 estados de la República con pico en ciudades importantes. 

En Acapulco, por ejemplo, desde hace cinco meses se decretó una alerta sanitaria por la cantidad de basura que se acumulado en las calles porque el sistema está rebasado por la cantidad así como por el impago por parte del Ayuntamiento.

“El problema es que cuando hay ideas de la sociedad civil se topan con la displicencia de los gobernantes que se quieren darse el crédito”, advierte Visuet.

A contracorriente

Empezaron por llamarlas “Marías del Barrio”, un nombrete peyorativo que hace referencia al personaje de una telenovela en la cual la protagonista es una pepenadora. O “Las Mugrosas”; después vinieron las amenazas de otros grupos de recolectores varones que vieron en ellas una competencia.

Antes de la creación de la empresa cooperativa de las mujeres, los recolectores de Tecoanapa  pagaban a sus trabajadores alrededor de un peso por kilo en la cabecera municipal y a 50 centavos en las comunidades. Los tres pesos que paga Luci alteró la dinámica de los bajos salarios y así empezaron las inconformidades e intimidaciones. 

“Tienes que pagar al mismo precio que pagamos todos”, le advirtieron.

La activista se reusó y así comenzaron las discordias. Un día encontró su camioneta desmantelada y con una amenaza de muerte. Siguieron algunas llamadas telefónicas. Cambió el número.

Luci no se asustó en el momento. Levantó una denuncia y siguió en el mismo ritmo de trabajo. Entonces, sus enemigos empezaron a “meter ruidos en la cabeza de su marido”, que la famiia estaba en peligro, que si no tenía desconfianza de que su mujer andaba de arriba para abajo, que ella descuidaba a los niños…

“Se puso muy difícil la situación en casa”, reconoció. 

Su pareja empezó a criticarla, a pedirle recato, prudencia y desirtir porque en Guerrero los asesinatos de ecologistas quedan en la impunidad, como la caza de un ave. Y no sólo en el estado sino en todo el país.

Desde 2006 a la fecha, más de un centenar de ambientalistas han sido asesinados en México, según un recuento de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) al condenar el asesinato de Marco Antonio Arcos Fuentes, defensor del medio ambiente y comisario de la comunidad guerrerense de Jaleaca de Catalán en mayo del año pasado.

El activista fue atacado en una taquería, en la capital del estado, y la CNDH alertó “por la ausencia de acciones y estrategias coordinadas de las instancias de los tres órdenes de gobierno, tendentes a garantizar la vida, seguridad e integridad personal de los defensores de la ecología.

Un mes antes, el Observatorio para la Paz y el Desarrollo de la Sierra de Guerrero informó que un grupo de la delincuencia organizada, asesinó y destazó a Carlos Marques Oyorzábal, campesino ecologista y comisario municipal del poblado Las Conchitas, municipio de San Miguel Totolapan, en la Tierra Caliente de Guerrero cuando paseaba en una cuatrimoto.

Luci Barrio se resiste a aceptar que una labor tan noble como limpiar las barrancas pueda atentar contra su vida. Los competidores podrían pagar más a los otros y así mejorar los ingresos de la población.  Así se lo ha explicado al padre de sus hijos mientras sigue con EL proyecto que tiene resultados tangibles.

“Mis líderes (así llama a las organizadoras de los equipos) ya tienen cómo alimentar a sus hijos y son cada vez más independientes”. 

Por otro lado, el paisaje se ve más limpio, aunque falte mucho por hacer. Crisantema Hernández, quien vive a lado de la intersección de los ríos San Francisco y Las Cazuelas, lo nota en el día día pero, sobretodo, cuando se desbordan: ya no se llena su patio de botes, bolsas, platos, vasos desechables. Al menos no como antes.

El machismo

El fin de semana pasado, Luci llegó a casa y se encontró con un esposo furibundo. Los reclamos se volvieron reproches y los reproches faltas de respeto. Ella no se dejó y respondió con la misma intensidad. La noche terminó con golpes de ambos lados, violencia física y verbal. 

“No me voy a dejar”, pensaba ella al enfrentarlo. “De algo me ha de servir las clases de defensa personal”.

Después siguió una denuncia en la fiscalía y una sensación amarga porque su arrojo por salir adelante con el trabajo le está costando la vida en pareja. “No debería de ser así, pero estamos en una sociedad machista y más en los pequeños pueblos de comunidades indígenas”.

En Guerrero fueron asesinadas entre cuatro y cinco mujeres a la semana durante los últimos seis años. El estado se encuentra entre las 10 entidades con más casos de homicidio doloso en contra de mujeres por cada 100 mil habitantes femeninas, de acuerdo con cifras del Secretariado Ejecutivo de Seguridad Pública. 

“Siempre estamos en las cifras más altas del país en cuanto a violencia de género pero eso, en vez de que ponga en alerta o preocupe a las autoridades y partidos, parece que lo asumen como una normalidad, como que se dicen a ellos mismos ‘así es aquí’”, dijo Petunia Malinalli, integrante de la Colectiva Nacional Feminista Ningún Agresor en el Poder (Conafem) que ha decidido cambiarse el nombre por cuestión de seguridad.

Datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) señalan que en la entidad 43.8% de la población femenina sufrió violencia en la infancia y 38.6% fue violencia física. 

Además, la entidad es una donde más mujeres señalaron que su agresor repite “actos de violencia” en su contra de manera reiterada. Y donde todavía se dan matrimonios forzados por los progenitores.

En el estado el número total de llamadas al 911 por violencia de género pasó de 5,480 en 2019 a 6 mil 678 en 2020. Siendo la octava entidad en el país con más llamadas de ese tipo.

Luci asume esta circunstancia como un reto más. Después de la más reciente pelea con su pareja, quien la amenazó con llevarse a los niños, ella salió de la fiscalía local y siguió en sus otros asuntos de importancia.

Formó nuevos equipos en otras comunidades, atendió las urgencias de sus hijos (uno de ellos requiere cuidados especiales porque usa un marcapasos y tiene seis cirugías del corazón) y siguipo con los apoyos a casos de su gente como el de Nicolasa Yodoro cuyo muchacho de 20 años fue encarcelado recientemente por la policía comunitaria tras el asesinato de un poblador.

La familia de Yodoro dice que fue en defensa propia; los comisarios exigen 40,000 dólares, en su equivalente en pesos. 

“No tengo nada”, argumenta Nicolasa. “El se quedaba cuidando los pollos y regando la milpa cuando yo iba a recoger el plástico, ahora me quedé sin su ayuda porque a él le pusieron unas cadenas en los pies”.

Luci Barrio escucha a los suyos sin quitar el ojo al crecimiento de la empresa. Además de vender el plástico a Petstar, hace carteras, cestos, aretes y otros artículos con material de reciclaje. Pero quieren más: ser un centro autónomo de reciclaje y crear blogs. Crecer. Ser independientes. 

¿Por qué no?, se pregunta en medio de la adversidad.

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