El poblado que se consume entre el Nuevo Aeropuerto de la CDMX

San Jerónimo Xonacahuacan, ubicado en Tecamac, Estado de México, pasó de ser un pueblo agrícola a un suburbio debido a la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles

El poblado que se consume entre el Nuevo Aeropuerto de la CDMX

La familia de Javier Rivero (izq). y toda la familia; la madre (centro) cumplirá 100 años el 26 de marzo. Crédito: Javier Rivero | Cortesía

MEXICO.- La algarabía por la próxima inauguración del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México, el 21 de marzo, tiene un ánimo contrastante en la comunidad vecina de San Jerónimo Xonacahuacan que ve en la fiesta por el arranque de la nueva terminal un estocada.

El fin de su vocación agrícola que data del año 1,400 como pueblo de origen prehispánico, de la tranquilidad, de la seguridad pública y hasta del agua.

San Jerónimo se encuentra a unos 3 kilómetros de la base militar de Santa Lucía, un suburbio de la capital, que busca relajar al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, uno de los más transitados del mundo: en 2021 movió a 36 millones de pasajeros y en 2019 marcó récord de 50.3 millones.

El avance de casi el 90% de las obras que encabezan el Ejército es una buena noticia para el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador que lo considera una de sus obras emblemáticas tuvo un costo de alrededor de 3,600 millones de dólares pero para habitantes de San Jerónimo, su lucha de décadas recibió un duro golpe.

En el fondo, ellos  nunca perdieron la esperanza de que por lo menos algunas de las tierras volvieran a ser cultivadas para contrarrestar los males de la urbanización. A San Jerónimo, como a todo el municipio de Tecamac, Santa Lucía y sus alrededores se los comió la CDMX y de ser un pueblo agrícola pasó a ser un suburbio.

“Todas las tierras de uso agrícola se arrasaron por el cambio de uso de suelo y se convirtió en una isla urbana de calor  porque cambió la temperatura”, detalla Daniel Vargas, coordinador del proyecto cultural e histórico Xonacahuacan.

“Antes estos municipios del Estado de México eran agradables por la tierra y por los árboles, por las siembras, la naturaleza…Ahora hay tantas casas, concreto y polución y miles de vehículos de los nuevos vecinos, autobuses, combis, taxis por todos lados”.

El proceso inició mucho antes de que se planeara el Aeropuerto de Santa Lucía. Fue por allá en los años 50 del siglo pasado, cuando los desarrolladores vieron avanzar la mancha urbana por una de las primeras olas migratorias hacia la capital mexicana y compraron los primeros terrenos a campesinos ejidatarios a bajo precio.

Y vino más

En los años 90 vino una segunda ola migratoria empujada por desarrolladores de “casas chatarrra”, como lo llaman los habitantes más antiguos. Cientos de fraccionamientos con casas de concreto, pequeñas y a bajo costo. 

Diez años después, el boom inmobiliario ya no sólo era en Tecamac , sino en los municipios vecinos, los Reyes, Ojo de Agua y Zumpango.

El trayecto hacia la ciudad de México que en los años 80 era de 40 minutos se convirtió por el tráfico en dos horas y, por la construcción del aeropuerto, pasó a cuatro horas por las obras de construcción que irrumpieron entre los más de 20,000 colonos que van y vienen de la capital mexicana

“Esto se volvió muy complicado”, resume Javier Rivero, de 63 años, quien a lo largo de su vida ha visto la transformación del campo a suburbio y cómo los antiguos campesinos que vendieron sus tierras d tuvieron  que ir a buscar trabajo a la ciudad.

Javier Rivero se empleó en la CDMX como mensajero y otros oficios hasta que ideó una pequeña empresa de purificación de agua en Los Reyes Acozac. “Nos fuimos acostumbrando a otra vida y poco a poco se nos hizo normal no cultivar nada”.

Daniel Vargas asegura que actualmente hay solo siete familias que se dedican al campo que siembran maíz, frijol y nopales. Únicamente queda un “tlaquichero” que hace pulque.

Tomás Merino. El último campesino que usaba yunta de bueyes. Ya no siembra. Crédito: Proyecto San Jerónimo X. Pueblo Vivo.

A través del proyecto cultural e histórico Xonacahuacan buscan rescatar las tradiciones y fomentar el orgullo de los pobladores por su origen campesino pero es una lucha a contracorriente tras la decisión del presidente Andrés Manuel López Obrador de cancelar el polémico aeropuerto de Texcoco.

Y trasladar el proyecto a Santa Lucía.

La próxima inauguración del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA), acrecentó el interés por desarrollar vivienda en los próximos años.

El director general de la Cámara Nacional de la Vivienda , Manuel González, advirtió que se espera recibir a miles de compradores.

“Con la inversión de los socios, traemos cerca de 70 mil viviendas en proceso y algunas reservas de tierra”, señaló en entrevista con la prensa nacional.

El directivo dio detalles de este interés  y mencionó nombres de empresas inmobiliarias que tiene el ojo puesto en la zona: Vinte, Javer, Nuestro Hogar y  Grupo Sadasi que realizan un inventario de posibles sitios para la construcción.

Las compañías señalan que los municipios “beneficiados” son Zumpango, Nextlalpan, Xaltenco, Tecámac y Tonanitla; los pobladores de esos lugar dicen ser, más bien, “perjudicados”.

“La tranquilidad del pueblo no es la misma, hay mucho tráfico, los traslados de un lugar a otro necesitan el doble de tiempo, hay mucho ruido y mucha ambición, llegó mucha gente mala, hay secuestros  y robos”, lamenta Rivero

“En el panteón les rompen los vidrios a los carros y cuando la gente sale de ver a sus difuntitos ya no tienen nada en su coche”. 

Otra preocupación es el agua, agrega Vargas: “Nosotros solucionábamos con pozos y cuando empezó a llegar más gente tuvieron que sacar agua cada vez más profundo porque no hay ya suficiente para todos y cada vez requerirá mal el aeropuerto y todas las viviendas y negocios que vienen”.

Panorámica de San Jerónimo, un pueblo que se debate entre la modernidad y la urbanización. Crédito: Proyecto San Jerónimo X. Pueblo Vivo.

En los últimos meses, líderes de organizaciones locales Hidalgo, al norte de la Ciudad de México, anunciaron que se opondrán al supuesto intento del gobierno capitalino y federal de utilizar el agua de sus manantiales.

“No lo vamos a permitir”, dijo el presidente del comité del Cerro Xicuco, Isaías Oropeza.

Cuando va a la Ciudad de México, Javier Rivero, se cuestiona, como muchos otros pobladores de pueblos originarios, si vale la pena la infraestructura aérea  a costa de la tranquilidad. Y llega a la conclusión de que vive en un sin sentido.

Y ese mundo se está extinguiendo.

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