Pájaro recién nacido abandonado por su parvada anida en el cabello de mujer británica durante 84 días

La británica Hannah Bourne-Taylor salió de su aislamiento en Ghana para rescatar a un recién nacido pájaro capuchino a quien permitió anidar en su cabello durante 84 días antes de fortalecerse y poder unirse a su parvada

Pájaro recién nacido abandonado por su parvada anida en el cabello de mujer británica durante 84 días

El pequeño pájaro y la mujer crearon un lazo estrecho en poco tiempo. Crédito: WILLIAM WEST | AFP / Getty Images

El cabello de una mujer inglesa aislada y nostálgica que vivía en África se convirtió en un nido humano para una cría de ave durante casi tres meses.

“Cada día hacía pequeños ‘nidos’ en mi cabello, en el surco de mi clavícula, lo que me llenaba de asombro”, dijo al diario The Guardian Hannah Bourne-Taylor, fotógrafa y redactora residente en Londres.

“Se metía debajo de una cortina de cabello y juntaba mechones individuales con su pico, esculpiéndolos en una ronda de mechones tejidos, parecidos a un pequeño nido, y luego se acomodaba dentro”, continuó. “Permitía que se deshiciera cuando terminaba y comenzaba de nuevo al día siguiente”.

Bourne-Taylor y su esposo Robin se mudaron a Ghana en 2013, cuando él aceptó un trabajo allí. Pero ella no pudo trabajar debido a las restricciones de su visa y tenía pocos amigos y vecinos.

“Me quedé aislada, nostálgica y sin propósito”, dijo. Se consoló en la naturaleza.

“Después de una tormenta eléctrica particularmente fuerte (en septiembre de 2018), encontré un pajarito, un ave conocida como capuchino bronceado, de apenas un mes de edad, en el suelo”, dijo Bourne-Taylor.

“Fue abandonado por su parvada. Tenía los ojos bien cerrados y temblaba, era demasiado joven para sobrevivir solo. Era del tamaño de mi dedo meñique, con plumas del color de ricas galletas de té, ojos como tinta y un pico pequeño como la mina de un lápiz”.

El pequeño pájaro y la mujer crearon un lazo estrecho en poco tiempo.

Al día siguiente, se despertó con la boca abierta y un agudo grito de hambre. Le di de comer termitas e, instintivamente, le canté. Gritó de vuelta y trepó a mi mano, clavando el pico y la cabeza, luego se durmió en mi palma. Para él, yo era su madre. Durante los siguientes 84 días, vivió de mí”, narró.

El capuchino bronceado creció lo suficiente y se puso fuerte a finales de año y logró unirse a su parvada.

“De vez en cuando, cuando las parvadas pasaban volando, uno se quedaba atrás, en una rama, y ​​me miraba. Todavía lloro cuando pienso en él”, agregó Bourne-Taylor. “Criarlo me enseñó a vivir en el presente y me cambió para siempre”, platicó. “El año pasado, cuando regresamos a Oxfordshire, me uní a los esfuerzos locales de conservación y escribí nuestra historia en un libro, ‘Fledgling’. Eso, junto con la lección de que cualquier animal diminuto puede marcar la diferencia, será su legado”.

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