Sin asistencia legal, inmigrante logra protección contra la tortura y evita su deportación

Logra salir de Adelanto, y quedarse en Estados Unidos; su historia es una de redención y perdón

Tino Salazar, protegido contra la tortura comienza una nueva vida. (Araceli Martínez/La Opinión)

Tino Salazar, protegido contra la tortura comienza una nueva vida. (Araceli Martínez/La Opinión) Crédito: Araceli Martínez | Impremedia

Cuando Tino Salazar lo creía todo perdido al punto que ya no le importaba perder su vida si lo deportaban a México, logró lo que parecía imposible, que un juez de migración le permitiera quedarse en Estados Unidos bajo el beneficio de Protección bajo la Convención contra la Tortura (CAT). 

Lo más sorprendente es que todo el proceso lo hizo él mismo, sin ayuda de un abogado, mientras estuvo bajo custodia en el Centro de Detención de Adelanto.

Si bien el CAT es más difícil de obtener que el asilo y ofrece menos beneficios, porque no tiene un camino a la residencia ni permite salir de California, a menos que obtenga un permiso, sí pone un alto a la deportación del beneficiario y le entrega un permiso de trabajo.

Y mejor aún el CAT, ayudó a Tino a salir libre y a empezar una nueva vida.

La historia de Tino comienza en Acapulco, México. Vino a Estados Unidos en 1984. Su padre, un exbracero le consiguió la residencia permanente en Estados Unidos cuando tenía 14 años.  

“Cuando llegué me puse a trabajar en una fábrica de alfombras en Los Ángeles. Luego me fui a laborar al campo en Bakersfield”.

Tino Salazar muestra los documentos que le dan la libertad y lo protegen para quedarse en EE UU. (Araceli Martínez/La Opinión)

A su regreso a Los Ángeles, su destino dio un giro que lo llevó a donde nunca hubiera querido ir, la cárcel durante 24 años.

“En Los Ángeles, comencé a tomar alcohol y usar drogas. No sabía controlar mi enojo”.

Y es que había crecido, dice, en un hogar donde la violencia era un estilo de vida.

“Crecí viendo a mi papá meterse polvo (cocaína) a la nariz y cargar un arma”.

Lo que es peor, cuando su padre regresó a México, se unió a los Guerreros Unidos, un grupo criminal en México.

Así que en 1996, Tino fue sentenciado a pasar el resto de su vida en prisión, con un mínimo de 25 años.

“Lo que pasó fue que un desconocido se metió a mi casa a robar. Yo estaba borracho cuando entró, le disparé y le quité la vida”.

Su error, reconoce, fue haber escapado de su casa y no haber llamado a la policía para entregarse, y un acto que pudo ser de defensa personal, se convirtió en un delito mayor. 

“Una hora más tarde de haber ocurrido los hechos, llamé a la policía y les avisé lo que había pasado. Me pidieron que me entregara, pero yo estaba temeroso, y me fui a México”.

Un año después regresó a Estados Unidos, y su madre lo convenció de entregarse a la policía.

“Le hice caso y me entregué. Fui condenado por asesinato en segundo grado”.

En la prisión, relata que se arrepintió de sus acciones y comenzó un proceso de rehabilitación. 

“Tomé programas contra el consumo de drogas y el alcohol, la violencia doméstica y para el control del enojo”.

José Topete fue un personaje clave para que Tino Salazar recuperara su libertad. (Araceli Martínez/La Opinión)

Fue tanta su dedicación, que los psicólogos y comisionados de la prisión recomendaron que su condena se redujera. Y aún más, el gobernador de California, Gavin Newsom le otorgó clemencia en 2019 debido a los reportes recibidos en torno a su rehabilitación.

“En diciembre de 2019, salí llorando de la prisión, sin poder creer que ya era un hombre libre”.

Pasó un año y medio en una casa de rehabilitación, a la que van quienes salen de la prisión estatal como parte de su reinserción a la sociedad.

“Al concluir ese periodo, lo primero que hice fue llamar al Servicio de Migración y Aduanas (ICE) para ver si podía recuperar mi residencia. Me dijeron que tenía que ver a un juez. Que si iban por mí, o si yo quería presentarme por mi propio pie. Les dije que vinieran por mí”.

Dos días después llegaron 4 agentes del ICE por Tino a la ciudad de Palm Springs donde estaba viviendo, y lo llevaron detenido a Adelanto.

“Decidí entregarme porque había cambiado y quería ser una mejor persona. Ya no quería huir de mis problemas sino enfrentarlos. Los agentes de migración vieron con muy buenos ojos mi decisión de cooperar”.

El 27 de julio de 2021, Tino quedó recluido en Adelanto.  

“Pasé 7 meses y medio detenido. Tres veces le pedí al juez que me deportara a México, y no quiso. Prefería exponer mi vida al regresar a México, que estar detenido en Adelanto. Es una tortura”.

Sin embargo, en la primera audiencia, el juez le dijo que si los psicólogos y el gobernador Newsom habían recomendado su libertad, era por algo, y que debía tener paciencia.  

“Me preguntó sobre mi infancia, sobre mi papá y mi vida en la prisión. Le conté de mi papá metido en bandas criminales, de cómo casi lo mataron y ahora andaba huyendo”.

También le contó como la prisión cambió su vida. “A través de los grupos de autoayuda, aprendí a manejar mis enojos y mis emociones. No he vuelto a probar alcohol ni cocaína, y le ofrecí disculpas a la familia del hombre que le quité la vida y les hablé de lo arrepentido que estaba”.

Dijo que el juez al escuchar esta narración, le preguntó si era posible que pudiera obtener evidencias. “Yo le dije que sí”.

Tino Salazar se arrepiente de sus errores y quiere dedicar su vida a ayudar. (Araceli Martínez/La Opinión)

De vuelta a la custodia en Adelanto, un compañero le habló de José Topete, un inmigrante que también estuvo bajo arresto, y que ahora colabora para la organización Justicia para los Inmigrantes de Inland Empire en San Bernardino.

“Fue Topete quien me dijo que hablara a las Naciones Unidas para que me apoyaran con las evidencias, y me dio el teléfono”.

Tino llamó al teléfono de las Naciones Unidas, les habló de su caso y les solicitó ayuda para conseguir las evidencias. 

“En tres semanas, ya tenía un paquete grande con todas las evidencias, y se las llevé al juez. También escribí una carta con mi historia, y llené toda la papelería que me pidieron”.

Tino dice que él hizo todo el papeleo porque no pudo encontrar ninguna organización que lo apoyara con un abogado. “Tampoco tenía dinero para contratar uno”.

En la audiencia final que se prolongó 5 horas, el juez le ofreció dejarlo salir libre bajo el pago de una fianza,

“Le dije que no tenía dinero para pagarla. Me respondió que entonces debía esperar 30 días por su decisión final”.

Y exactamente 30 días después, el juez le concedió la protección bajo CAT, que le permitía abandonar Adelanto y quedarse en el país sin riesgo de deportación.

“Cuando recibí los papeles con la noticia, corrí al baño y me hinqué para darle gracias a Dios. Le prometí nunca más volver a usar drogas y dedicarme a ayudar a otros lo más que pudiera”.

Tino Salazar empieza una nueva vida. (Araceli Martínez/La Opinión)

Tino tuvo que esperar 30 días más para recuperar su libertad y dejar el infierno que representó Adelanto para él.

“No me dejaron salir hasta que el fiscal mandó por escrito que no apelaría la decisión del juez de dejarme en el país bajo la protección contra la tortura”.

El 7 de marzo, Tino puso un pie fuera de Adelanto. 

“He vuelto a vivir a Palm Spring y estoy trabajando para el dueño de los McDonalds de esa ciudad en la limpieza y mantenimiento de sus negocios”.

A sus 52 años, está determinado a trabajar duro, pero lo que más quiere, es ayudar a otros inmigrantes y a la recuperación de las personas con adicciones.

“No quiero desaprovechar esta segunda oportunidad que Dios me ha dado de ser una mejor persona”.

Tino agradeció a José Topete y a Lizbeth Abeln, directora de Defensa contra la Deportación de la organización Inland Coalition for Immigrant Justice (ICIJ).

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