Abren en Tijuana el primer refugio musulmán

Un grupo de latinos del sur de California se unió para ayudar a los migrantes en la frontera

El albergue Assabil ya tiene los primeros 30 refugiados afganos que buscan asilo en Estados Unidos.

El albergue Assabil ya tiene los primeros 30 refugiados afganos que buscan asilo en Estados Unidos. Crédito: Manuel Ocaño | Impremedia

Musulmanes latinos del sur de California inauguraron en Tijuana el primer refugio musulmán en México.

El albergue Assabil –donde descansan los peregrinos— tenía los primeros 30 refugiados afganos que buscan asilo en Estados Unidos, pero un momento antes de la apertura llegó una familia de cinco personas de Turquía.

“Así van llegando”, platicó a La Opinión la fundadora del albergue, Sonia García, “poco a poco comienza a correr la voz de que los migrantes musulmanes y los refugiados afganos ya pueden encontrar refugio en Tijuana, mientras cruzan la frontera”.

El refugio era un antiguo centro para eventos abandonado en la zona norte del centro de Tijuana. Los musulmanes, sobre todo del condado de Orange, invirtieron cientos de miles de dólares para renovarlo completamente.

El albergue Assabil tiene capacidad para entre 120 y 150 personas. Crédito: Manuel Ocaño | Impremedia

García, directora ejecutiva de la Fundación de Latinas Musulmanas, el grupo que impulsó el proyecto, explicó que desde el año 2016 comenzó a detectar que llegaban musulmanes en las caravanas migrantes o familias y personas solas de la misma religión que viajaban por su cuenta.

En la cultura musulmana mujeres y hombres no pueden orar juntos, también tienen que separarse para hacer ceremonias de limpieza previos a las cinco ocasiones en que oran en el día, entre otras costumbres y reglas.

La estancia de los pocos musulmanes que llegaban a Tijuana en los albergues convencionales resultaba difícil, especialmente al convivir con migrantes como la haitiana, más relajada en su vestir y con costumbres caribeñas, o con los hondureños.

Sonia García es fundadora del albergue. Crédito: Manuel Ocaño | Impremedia

Para el 2017 había pocos migrantes musulmanes en Tijuana, algunos, sobre todo los hombres solos, estaban dispersos.

José María “Chema” García Lara, director del albergue Juventud 2000, recordó que “aquí teníamos algunas familias, del norte de África, les hacíamos espacio para que oraran, a muchos les despertaba curiosidad, pero sí era claro que la diferencia de costumbres era difícil para ellos”.

Ese fue el primer albergue al que Sonia García guió caravanas de ayuda musulmana del condado de Orange. El contacto directo de la comunidad del sur de California con los migrantes en Tijuana y sus necesidades comenzaron a despertar el interés de los musulmanes en ayudar, no solo a personas de su propia religión.

Un día de abril del 2018, Sonia y su esposo, Al Abdulmawla, cruzaron a pie la frontera y en la explanada de la garita peatonal de El Chaparral oraron e hicieron a su Dios un compromiso de practicar la compasión y la misericordia a los musulmanes que llegaran en busca de refugio a Tijuana, si esa era su voluntad.

“Queremos recorrer un poco la ciudad, porque queremos encontrar algún lugar donde podamos abrir un albergue para migrantes musulmanes”, dijo García a un guía sorprendido por la idea de la pareja que entonces carecía de ahorros o recursos.

La pareja se apoyó en la comunidad musulmana de Baja California. Poco a poco los musulmanes del sur de California comenzaron a cruzar más a menudo la frontera y compartían espacio con la Iglesia Fronteriza, que desde hace más de una década celebra misas dominicales, durante años simultáneamente en los dos lados de la frontera.

La arquitecta Laura Díaz, musulmana tijuanense, la encargada del proyecto de construcción del refugio, explicó a La Opinión el proceso con el que la fundación comenzó a reunir los recursos para el proyecto.

“En el islam tenemos el zakat, que sería como un equivalente al diezmo en el catolicismo, excepto porque los musulmanes damos de lo que tenemos para beneficio de la comunidad, pero no solo de la comunidad musulmana, sino para todos”, dijo.

“Si una persona tiene dinero y eso puede dar, pues lo da; pero alguien más puede dar de su conocimiento, por ejemplo en mi caso que soy arquitecta con experiencia en construcción de albergues; o si una persona puede dar de su trabajo, o de su tiempo para cuidar a alguien, eso da”, comentó.

Entre unas y otras aportaciones a lo largo de la pandemia, las aportaciones musulmanas del sur de California completaban gradualmente y el plan seguía adelante, a pesar de la pandemia.

Hace cerca de un año encontraron el lugar y la arquitecta se dedicó a hacer un estudio, los planos, y a dar forma al plan.

Assabil, el primer refugio musulmán en México, no tiene propiamente una mezquita, pero sí un salón amplio de oración, en su mayoría para hombres, con una sección reducida para mujeres.

También tiene zonas separadas para aseo, un requisito previo a la ceremonia de oración.

En los dormitorios es lo mismo, son zonas separadas.

“El albergue tiene capacidad para entre 120 y 150 personas, pero se puede ampliar en caso de alguna emergencia hasta a 250 personas”, dijo la arquitecta Díaz.

Hace unos tres meses llegó a Tijuana el primer grupo que acogió el albergue, una familia de unos 15 refugiados afganos, quienes tuvieron que huir del Talibán porque uno de sus parientes había trabajado para un medio de comunicación estadunidense, un motivo suficiente para que el régimen tratara incluso de quitarles la vida.

El joven Inram Karimzain platicó que su familia huyó inicialmente a Paquistán, de ahí viajó a la Ciudad de México, donde la encontró la Fundación Latinas Musulmanas y la trajo a Tijuana.

Como el albergue seguía sin entrar en operaciones –tomó más de ocho meses adecuarlo–, la fundación rentó para la familia una casa temporalmente.

Ha sido el primer grupo de refugiados que se mudó a Assabil, y que recibió instrucciones legales y consejos de quienes conocen la frontera.

“Les decimos que no traten de cruzar por su cuenta la frontera, que no crean cuando les dicen que se pueden entregar y consiguen asilo; que no les crean a los coyotes ni les mencionen que pueden conseguir dinero. Además les conseguimos asistencia legal, porque todos tienen la intención de reunirse con familiares en Estados Unidos o Canadá”, dijo Sonia García.

En cuanto al vecindario donde se encuentra el refugio, la arquitecta Díaz platicó que inicialmente despertó suspicacia entre vecinos, “pero han visto que son en su mayoría familias muy bien portadas, limpias, amables, educadas, eso ha ido cambiando su percepción”.

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