“Es lo mejor que me ha pasado”: estadounidenses en la Ciudad de México

Para muchos estadounidenses la Ciudad de México se ha convertido en un lugar muy atractivo para vivir por su diversidad cultural y los servicios que ofrece.

Raquel Ramírez

Raquel Ramírez. Crédito: Raquel Ramírez | Cortesía

MEXICO.- Los padres de Raquel Ramírez habían dejado atrás su historia en la Ciudad de México, de donde son originarios. Emigraron hace décadas y, una vez instalados en San Francisco, hicieron su vida. En California nació su hija en un ambiente progresista, empático e incluyente, en el epicentro mundial de la revolución tecnológica y las comunicaciones.

¿Quién diría que un día Raquel tendría la inquietud de emigrar hacia el sur y explorar sus raíces? Pero así fue. Un día, ya como adulta y en medio de la pandemia, se dio cuenta que su presencia física no era importante para su trabajo, empacó ropa y tomó el vuelo a un lugar que nunca había conocido, pero que tenía el corazón: la capital mexicana donde nacieron sus padres.

“Tenía tantas ganas de conocerla”, recuerda en entrevista con este diario.

Oficialmente, México reconoce que actualmente hay un millón de estadounidenses viviendo en el país, pero el Departamento de Estado de Estados Unidos, con datos más actualizados, calcula que hay 1.6 millones de sus ciudadanos del otro lado del Río Bravo, sin embargo, al no tomar en cuenta, los que se quedan a vivir con visas de turistas se calcula que serían más.

La Secretaría de Turismo registra más de 5.3 millones de turistas estadounidenses que volaron a los aeropuertos mexicanos solo de enero a mayo de 2022. Eso es casi un millón más en comparación con el mismo período en 2019.

Estadounidenses en una trajinera de Xochimilco. Foto: Cortesía Raquel Ramírez.

Raquel Ramírez entró en 2020 a su Patria, como mexicana porque tiene la doble nacionalidad. Era la primera vez y tenía tanta curiosidad como expectativas. Planeó el viaje para un mes, pero, después de 30 días, se dio cuenta de que no era suficiente y fue postergando su regreso a Estados Unidos.

Procastinaba el retorno cuando le llegó una peculiar noticia desde San Francisco: el departamento que rentaba se había incendiado y aunque no perdió mucho porque estaba asegurado, ella tomó el incidente como una señal.

El universo me estaba diciendo algo y por eso decidí quedarme en la Ciudad de México”, concluye.

La ciudad que habían dejado sus padres atrás ya no era la misma. De hecho, no era ni el rastro de lo que ellos contaban, describían, sino todo lo contrario: ya no era el desparpajo de 30 años atrás ni tan contaminada ni tan sucia. La encontró incluso “más interesante que San Francisco”.  

En noviembre de 2020, “San Francisco tenía el espíritu muerto, ya no era el de antes y no podías hacer muchas cosas”, relata. En cambio, en la CDMX se sentía libre, además encontró belleza en  los parques y cierta responsabilidad personal, en cuanto al control de la pandemia como la aplicación de vacunas y pruebas Covid-19.

En la CDMX he encontrado paz, felicidad, me siento “más conectada”. 

Encontró que cada vez había más estadounidenses y se hizo de nuevos amigos de allá y, a la par conoció a otros de su cultura madre, una cultura que en California parecía mítica. 

Pronto rentó con otras amigas de San Francisco un departamento en la colonia Condesa, en la zona centro de la CDMX, donde se concentra la mayor población de extranjeros junto con la colonia Roma y empezó a ser tantas fiestas en agradecimiento a la vida por el encuentro de culturas que sus amigos le dieron el mote de “La Condesa de la Condesa”.

Poco a poco vio llegar a más y más gente de EEUU con la información de boca en boca de que en la capital mexicana había una oportunidad para ellos que se habían convertido en nómadas digitales.

“Los otros”

Marko Ayling lo vio también. Este estadounidense tomó la decisión de mudarse a México porque se enamoró vía online de una chihuahuense radicada en la capital. El amor se terminó pronto pero  no el arrebato de él por la Ciudad de México.

Lo cierto es que Marko Ayling estaba muy aburrido de Los Ángeles,  quería  conocer otro lugar y aprender el español que escuchaba en su país desde niño con una mezcla de fascinación y curiosidad por comprenderlo.

Luego en la CDMX encontró mucho más: “Es una ciudad con demasiada historia, arte y riqueza gastronómica”.

Marko Ayling en uno de los parques de la colonia Condesa. Foto: cortesía.

Durante la pandemia se preguntaba a sí mismo qué hacía con el riesgo de contagio en la “ciudad más grande del mundo”, pero en la Condesa encontró que hay muchos espacios abiertos y, como escritor que puede redactar en cualquier parte, encontró pronto un buen lugar para trabajar. 

¿Por qué se mudan los gringos? Marco asegura que cuando llegó a la CDMX muchos extranjeros habían huido. “Cada edificio tenía carteles de ‘se vende’, ‘se renta’, pero, después de la vacunación, al sentirse seguros, vinieron más.

Javier Cárdenas, CEO y fundador de Rotamundos.com, declaró a la prensa nacional que “hay más de tres millones de personas clasificadas como nómadas digitales, es decir, aquellos que pueden laborar desde cualquier ciudad o país”. Algunos medios de comunicación de la CDMX calcula que alrededor de un millón podría haber venido al país y una gran parte a esta ciudad. 

 La fiebre de estadounidenses es relativamente reciente. Anteriormente los gringos se mudaban a México solo en el retiro a comunidades muy concretas de playa como Vallarta, Sayulita, Tulum o Puerto Escondido. Lo más osado lejos de mar era San Miguel Allende, Guanajuato, en la región del Bajío.

“Cuando vino la pandemia, más extranjeros de mi país se fueron para evadir las restricciones sanitarias. Primero fueron a los lugares clásicos, pero la conexión ahí es inestable lo cual no favorece el trabajo remoto. Estaban intentando trabajar pero el internet es muy inestable en ese tipo de pueblos, vinieron a la capital para tener más seguridad y poder trabajar”. 

Ahora México es más popular que otros lugares. Hace cinco años los lugares que frecuentaban los nómadas digitales eran Bali, Lisboa”, advierte Ayling. 

“Hace cinco años, para ser un nómada debías ser freelance o tener tu propio negocio, pero con la pandemia  las empresas grandes adaptaron el trabajo remoto y eres libre de trabajar desde donde sea. Muchos están ganando salarios relativamente depreciados al costo de vida para lugares como San Francisco, Nueva York porque son muy caros. Esas personas están ganando 100,000 o 200,000 dólares al año, lo cual está generando otro fenómeno en la CDMX”.

Los ciudadanos estadounidenses que permanecen en México por más de 180 días deben solicitar una visa de residencia; puede ser temporal (válida por cuatro años) o permanente. De lo contrario, puede salir y entrar cada seis meses, una situación muy cómoda por las distancias. Muchos toman esta opción: van, visitan a amigos y parientes de sus lugares de origen en EEUU y vuelven a la CDMX.

Para la visa de residencia hay un requisito de ingresos mínimos mensuales pero es muy bajo para cualquier “gringo”: poco más de 200 dólares mensuales  (4,300 pesos). A veces, el problema es rentar, pero van resolviendo con Air B&B y otras opciones. Comprar es más complejo:  deben constituir un fideicomiso.

La gentrificación

La llegada de estadounidenses a las colonias Condesa, Roma y Juárez ha elevado los precios junto con la inflación. Un plato que anteriormente costaba 15 dólares, hoy cuesta 25 dólares, en su equivalente en pesos. Aún así, son mucho más barato para ellos, igual que las rentas. 

Esta situación ha generado cierto rechazo entre los habitantes que temen un proceso gradual de gentrificación que aún no se agudiza. En redes sociales circula una fotografía de una cartel en la Roma donde se pide a los “gringos”regresar a casa, pero por otro lado muchos locatarios están a gusto por el nivel de consumo local y la derrama económica en general.

Plataformas como Airbnb generan beneficios para la economía, extiende los beneficios del turismo y reduce la brecha salarial. De acuerdo con el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), aunque el consumo colaborativo ya existía desde tiempo atrás, “la tecnología le ha dado una nueva dimensión, pues permite otros niveles de interacción entre la oferta y la demanda, al conectar a personas que están en lugares diferentes”. 

El IMCO reporta que solo en una temporada “vacacional” en la Ciudad de México se reservan en promedio 27,000 noches en alojamientos.

“Es un tema muy polémico”, reconoce Betel Sánchez.

Betel Sánchez es una capitalina en contacto con extranjeros porque brinda hospedaje mediante la aplicación Airbnb, en la alcaldía Coyoacán. La idea de este negocio inició cuando iba a la universidad y  se fue de intercambio a Mendoza, Argentina. Allá vivió en una casa de huéspedes donde personas de varias nacionalidades compartían su cultura. 

De eso han pasado siete años rentando para los extranjeros.  

¿Cómo ha evolucionado la intención de viajar a México? Dice que la duración es muy variable, pueden ser estancias cortas de una semana hasta largas de varios meses hasta que deciden quedarse. 

“Las razones que yo he visto para que ellos se queden son muy variadas: desde tratamientos médicos, odontológicos, cirugías e incluso vienen a congelar óvulos, lo cual es significativamente más económico que en sus países, de Estados Unidos principalmente”, detalla. 

“Muchos de ellos son de grandes ciudades cono Nueva York, Los Ángeles o San Francisco que se sienten cómodos aquí, pero que también fueron a su vez gentrificados, es decir, a ellos les pasó que sus rentas subieron tanto que prefieren venir a la CDMX y tener la posibilidad de tener una vida más tranquila, vivir holgadamente y poder ahorrar”.

Multicultural. Betel Sánchez y sus amigas estadounidenses en la CDMX. Cortesía: Betel Sánchez.

Al principio, agrega, todo es “miel sobre hojuelas”, luego vienen los choques culturales porque el mexicano no ha estado expuesto como EEUU  a otras culturas y ahora llegan gringos de origen chino, afriacano, caucásico y tarde o temprano hay racismo.  “Hay un dicho muy popular que dice ‘chino cochino’ que dice mucho de los prejuicios del mexicano quien, por otro lado, es muy conservador, muy pegado a sus costumbres, aunque no parezca”.

Por eso considera que es importante ver la mudanza de EEUU de una manera más analítica  y hacer políticas conciliadoras que miren todas las partes para evitar que a su vez los residentes de la CDMX abusen, pues algunos extranjeros han sido víctimas de delitos: “Les roban los depósitos para las casas. Les han robado celulares y la policía está coludida”.

Respecto a la gentrificación, observa que en colonias como la Roma o la Condesa, el fenómeno se han presentado desde hace 15 años y no precisamente por la llegada de estadounidenses.

Los problemas de violencia e impunidad han generado el desplazamiento interno de todo tipo de personas de provincia y muchos de ellos hacia la capital y no siempre son pobres, sino también con capitales para empezar de cero. El gobierno federal no cuenta con una estadística, pero que fuentes secundarias, como organizaciones, académicos y autoridades locales, estiman que son entre 350,000 y 400,000. 

¿Qué hay del futuro? 

Para Bettel Sánchez este tipo de migración no se trata de “una moda”, sino que se lo están tomando más en serio como nómadas digitales.

Están intentando conectar con la sociedad, todas mis amigas de EEUU tienen novios mexicanos y seguramente van a tener hijos y mezclarse, vamos a ver el inicio de una nueva sociedad. Eso puede favorecer a México, una ciudad más multicultural”. 

Marko Ayling observa que el reto será de adaptación para las dos culturas: “Ser extranjero en la CDMX es saber cómo manejar tu estancia para no impactar de manera negativa porque hay mucho resentimiento contra los extranjeros, aunque los extranjeros estamos intentando ser mejores ciudadanos y lo que necesitamos es más comunicación e interés en el otro, aprender español e inglés”. 

A corto plazo, para gringos y mexicoamericanos el reto ha sido convencer a sus padres a que los visiten. “No quiero que me secuestren”, decía la familia de Marko. Luego los animó y ahora regresan a cada rato. ¡Viva México!, afirma con notable alegría. Para Raquel Ramírez el desafío continúa: sus padres llevan 30 años sin visitar y aún lo consideran una locura.

“Cuando lo visiten se darán cuenta de la hermosa urbe que es la CDMX: yo quiero vivir aquí por siempre”.

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