Lecciones de Mi Abuelito: Escucha Profundamente al Mar para Conocer las Respuestas de la Vida

En muchos hogares latinos, la conservación es simplemente parte de nuestra manera de ser

La contaminación de los océanos es preocupante.

La contaminación de los océanos es preocupante. Crédito: Cortesía

Mi abuelito Epifanio habla a menudo del océano. Describe su inmensidad y sus misterios con asombro y respeto. Me recuerda que la vida en la Tierra no sería posible sin el océano y todo lo que nos proporciona.

Sin embargo, con mayor frecuencia sus palabras contienen tristeza y rabia sobre la manera en que estamos maltratando a nuestro océano: lo contaminamos con plástico, lo pescamos en exceso y lo perjudicamos con la extracción de combustibles fósiles. Sé que le preocupan las consecuencias de estas acciones para nuestros nietos y nuestras futuras generaciones, al igual que a mí. Pero aun así, con todo lo que ha presenciado en su vida – siente esperanza, porque sabe que tenemos respuestas a estas injusticias del océano.

En muchos hogares latinos, la conservación es simplemente parte de nuestra manera de ser. La conservación está arraigada en nuestra cultura; es la forma en que ranchos enteros se reúnen para compartir recursos durante las fiestas de diciembre, hasta la forma en que la ropa usada se hace nueva una y otra vez, pasando de primo a primo e incluso a través de las fronteras. Incluso hemos creado una celebración y una tradición a partir de comer sobras: el recalentado. Así ha sido siempre. Sabemos cómo hacer más con menos, y aunque a veces se deba a la necesidad, se basa en el respeto a nuestros recursos, a nuestra familia y a nuestros vecinos.

Como inmigrante mexicana que creció en Estados Unidos, he visto de primera mano cómo nuestra comunidad latina, tanto aquí como en nuestros países de origen, vivimos nuestras vidas como ecologistas. Se refleja en casi todo lo que hacemos, aunque no siempre nos etiquetemos como tales.

No es de extrañar, pues, que una encuesta reciente de Azul, realizada por BSP Research, descubriera que los hogares hispanohablantes eran en general más progresistas en cuestiones climáticas que los hogares latinos de habla inglesa. Esta tendencia de que las familias hispanohablantes están más preocupadas que los hogares angloparlantes se mantuvo en casi todos los temas ambientales específicos encuestados por los investigadores entre los votantes latinos de Estados Unidos. Esta pauta tiene algunas explicaciones, como el hecho de que las familias hispanohablantes son más vulnerables a los impactos del cambio climático y pueden haber experimentado sus efectos en nuestros países de origen.

Este comportamiento también tiene raíces profundas provenientes de generaciones atrás.

Cuando era joven, mi bisabuelo (el padre de mi abuelito) siguió los pasos de su padre y fue administrador de un ejido, una parcela agrícola comunal. Esta práctica le ayudaba a las familias a nivel individual y a la comunidad entera gracias al trabajo colectivo y al cuidado cooperativo. Cuando un ejido necesitaba ayuda, todos los ejidatarios se unían. Como comunidad, cuidaban la tierra y las aguas. Hoy en día, veo que este sentido de comunidad y cooperación prevalece en las prácticas diarias de nuestra comunidad.

Mi abuelito no es científico ni investigador, pero sabe que debemos ser buenos guardianes de nuestras tierras y del océano. Proteger nuestro océano significa proteger nuestra comunidad, me explica. Y aunque nuestra familia no procede de las costas, sabemos que todos tenemos la responsabilidad de respetar el océano y de poner nuestro granito de arena para cumplir esta misión. Nos lo recuerdan nuestras canciones y dichos, que celebran y rinden homenaje a nuestra conexión con el océano y las playas.

También sabemos que las consecuencias de no proteger nuestro océano nos afectarán a todos. El cambio climático ya se está manifestando y golpea con más fuerza a nuestras comunidades de primera línea.
Sabemos que el océano es una fuente de vida, cultura, conexión espiritual y mucho más.

Independientemente del lugar al que llamemos hogar, el océano nos brinda sustento, y lo hace sin importar la raza, la clase social, la orientación sexual, el supuesto estatus legal u otros identificadores.
Pienso en mi abuelito cada vez que leo un nuevo artículo sobre el terrible estado de la crisis climática o una nueva proyección catastrófica para nuestro futuro. Llevo conmigo su tristeza y su rabia, pero lo más importante es que llevo su esperanza de un futuro mejor. Escucho sus palabras y recuerdo que tenemos respuestas a la crisis climática y a otros desafíos de la vida – y todo empieza con reconocer y honrar nuestra relación con la Tierra.

(*) Jessica Itzayana Vazquez Mesta (she/ella) es Estratega Digital en Azul, una organización de base que trabaja con latinos para proteger el océano y las costas.

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