Los estudiantes están muriendo por sobredosis y este es un problema de salud pública
Debemos hacer el trabajo duro para abordar las causas fundamentales detrás del abuso de sustancias para ayudar a nuestros estudiantes a tomar las decisiones correctas y para apoyar su recuperación si dan un paso en falso
El mes pasado, siete estudiantes del Distrito Escolar Unificado de Los Ángeles sufrieron una sobredosis de fentanilo, y uno de ellos se drogó en un campus escolar.
Tenemos la opción de decidir qué tipo de crisis enfrentamos y las estrategias con las que debemos abordarlas. Pero no podemos continuar con las décadas de políticas fallidas y punitivas que condujeron a la actual epidemia de opioides. Más de 100,000 estadounidenses murieron en 2021 por una sobredosis de drogas en un solo año por primera vez en la historia. Esto representa un aumento del 28% con respecto al año anterior.
Los educadores ya están tomando medidas. Kelly Gonez, la presidenta de la Junta del Distrito Escolar de Los Ángeles (por sus siglas en inglés, LAUSD) anunció un enfoque constructivo que reconoce el problema de las sobredosis por drogas ilegales como una “crisis comunitaria” que debe abordarse a través de “educación y apoyo proactivos”. Otros, como la escuela charter Apex Academy, donde están matriculados dos estudiantes que supuestamente vendieron fentanilo, están retrocediendo al realizar búsquedas al azar de estudiantes en las aulas y considerar traer perros detectores de drogas. La Agencia de Control de Drogas y el Departamento de Policía de Los Ángeles están ahora listos para intervenir más. Pero no podemos continuar con décadas de políticas fallidas y punitivas que llevaron a esta crisis.
Durante muchos años Los Estados Unidos ha respondido al consumo de drogas con castigo y criminalización. La llamada “Guerra contra las Drogas” ha costado billones de dólares desde la década de 1980. Y ¿qué logros tenemos para mostrar a cambio? El número de personas encarceladas y que han tenido sobredosis de drogas se han cuadruplicado desde entonces. La mayoría de ellos son personas de color.
Las comunidades negras y latinos han sido devastadas por la pobreza y el encarcelamiento. Los entornos educativos se han convertido en eslabones de paso de la escuela a la prisión. De hecho, es más probable que algunos estudiantes se encuentren con perros policía detectores de drogas o cámaras de vigilancia en sus escuelas que enfermeras o consejeros. Las escuelas públicas en California ya tienen el doble de policías que de trabajadores sociales y también hay más guardias de seguridad que enfermeras escolares.
En cambio, debemos reconocer la epidemia de opioides como lo que es: una crisis de salud. Es un problema que no se puede solucionar con esposas y cárcel. Más bien, solo se puede resolver brindando a los estudiantes cuidado, apoyo y compasión.
Los estudiantes necesitan apoyo y un proceso de sanación. Sabemos que arrestar o disciplinar a los estudiantes nunca ha disminuido su consumo de drogas. En cambio, estas prácticas asocian el abuso de sustancias con la vergüenza y el castigo. Empujan aún más la dependencia de sustancias prohibidas a las sombras donde la adicción siguen creciendo sin ser atendida.
Un estudio reciente encontró que el “enfoque policial tradicional para los delitos relacionados con el consumo de drogas no redujo los arrestos o el encarcelamiento y se asoció con un riesgo de futuras muertes por sobredosis”. Otro estudio encontró que suspender o expulsar a los estudiantes tiene la mayor correlación con el consumo de drogas, lo que sugiere que los estudiantes tienen más oportunidades de usar drogas cuando son expulsados de la escuela y se encuentran en entornos sin supervisión. Este es también un problema de justicia racial, ya que la investigación confirma que el castigo por comportamiento relacionado con las drogas se dirige a los jóvenes negros y latinos, a pesar de que los jóvenes blancos tienen la misma probabilidad de usar o vender drogas.
Las soluciones reales requieren examinar las causas fundamentales subyacentes de por qué los estudiantes recurren a las drogas en primer lugar. El consumo de drogas por parte de los estudiantes no ocurre en el vacío. El consumo de drogas en adolescentes se correlaciona con el trauma infantil por abuso, violencia doméstica y enfermedades graves. Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de los Estados Unidos han reconocido durante mucho tiempo que los jóvenes que usan drogas de alto riesgo tienen un mayor riesgo de “problemas de salud mental y suicidio”. Por lo que también están más propensos a “experimentar violencia, como violencia física y sexual en el noviazgo, y ser intimidados, amenazados o heridos”.
Décadas de falta de inversión en nuestras escuelas nos han dejado sin preparación para abordar esta creciente crisis de salud. Debemos enfrentar este desafío invirtiendo en más recursos de salud en hogares y escuelas, incluyendo consejeros escolares, psicólogos, trabajadores sociales psiquiátricos y enfermeras. También debemos centrarnos en ampliar las soluciones basadas en la evidencia que han demostrado ser eficaces para salvar vidas, incluidos los centros de prevención de sobredosis, las tiras reactivas de fentanilo, el suministro seguro, la despenalización de drogas, las campañas de educación pública y el acceso sin muchas barreras a la naloxona y otras terapias de rehabilitación que salvan vidas.
Nuestros estudiantes han demostrado ser más resistentes de lo que podríamos imaginar durante la pandemia. Pero han tenido que aguantar mucho. Es nuestra obligación y es una deuda el resolver la epidemia de opioides. Pero no podemos hacerlo despojándolos de sus derechos civiles, expulsándolos o metiéndolos en prisión donde es aún más probable que sufran abuso de sustancias. Más bien, debemos hacer el trabajo duro para abordar las causas fundamentales detrás del abuso de sustancias para ayudar a nuestros estudiantes a tomar las decisiones correctas y para apoyar su recuperación si dan un paso en falso.