La Navidad: la época del año que más nostalgia provoca en los inmigrantes indocumentados

Su sueño es poder obtener un estatus migratorio para regresar a pasar las fiestas decembrinas en sus pueblos de origen

La piñata es tradicional en las fiestas.

Extrañan las reuniones familiares y las celebraciones de esta época. (Getty Images) Crédito: RONALDO SCHEMIDT | AFP / Getty Images

La pareja de Lupita G. y Sixto P. llevan 27 años que no pasan una Navidad en México, y aunque ese es su mayor deseo, no saben si se les hará realidad un día, porque cada vez, ven más lejana una reforma migratoria que les permitiría regularizar su estatus y poder viajar.

“Ha sido muy difícil. Mi esposo perdió a su papá hace 15 años; y a su mamá hace tres años. Nunca los pudo volver a ver desde que dejamos México”.

Lupita ha corrido con más suerte porque sus padres lograron obtener una visa de turista, y pueden venir a visitarla a Los Ángeles, dos veces al año.

“Emigrar ha sido muy duro, y en estas fechas estar lejos de nuestro país se siente más. Añoramos estar en México. Dejamos allá nuestras vidas y nuestra familias. Y al principio, pensábamos en regresar, pero el tiempo empezó a pasar, y ver que a nuestros hijos les iba muy bien en la escuela, nos hizo irnos quedando y posponiendo siempre la fecha de regreso”.

Pero esta madre confiesa que extraña las festividades de diciembre que se llevan a cabo en México, desde la celebración de la Virgen de Guadalupe hasta las Posadas Navideñas.

“Aquí la Navidad se siente más triste. Y muchas veces nos preguntamos qué estamos haciendo en este país”.

Lupita y Sixto vinieron a Estados Unidos de la mano de sus dos hijos que entonces tenían 6 y 8 años.

“Ellos ya se formaron en las leyes y el ambiente de Estados Unidos. Aquí fueron a la universidad. Mi hija es la única de la familia que tienen una maestría y un doctorado. Ambos hijos son beneficiarios de DACA (la Acción Diferida para los Llegados en la Infancia)”.

Dice que cuando ven todo lo que sus hijos han logrado profesionalmente, su esposo y ella se convencen de que ha valido la pena el sacrificio de estar lejos de México y no estar en una de las temporadas más bonitas del año como es la Navidad.

“Mi esposo y yo no tenemos una opción de esperanza: si regresamos a México, significa ya no ver a nuestros hijos porque ellos con DACA no pueden estar yendo, y nosotros ya no podríamos volver”.

Esa tristeza de no tener un estatus ni de saber si existe una posibilidad de arreglo migratorio, la sienten con mucha mayor fuerza en la época decembrina.

“Hemos tratado de dar lo mejor de nosotros. Hemos trabajado duro, pagado impuestos. No somos delincuentes sino gente de bien. Nunca hemos tenido problemas con la justicia. Nunca hemos abusado del sistema; y nuestros hijos salieron excelentes”, dice Lupita.

En este tiempo dice que su esposo se llena de nostalgia por México y la familia que quedó atrás.

“Se pone a escuchar su música”, dice Lupita mientras que ella recuerda que en Navidad, en su familia hacían una tregua a los problemas y los dejaban de lado para celebrar plenamente sin angustias.

“Esta nochebuena, la familia y los dos hijos, vamos a celebrar con una barbacoa de borrego que es una tradición en el estado de Hidalgo de donde somos; y no puede faltar la ensalada de betabel con manzanas. Nos encantan”, dice Lupita emocionada.

Y no oculta que su sueño es un día poder celebrar la Navidad en su pueblo natal en México.

No hay como la Navidad en México, dicen migrantes. (EFE)
Crédito: EFE

La época de más nostalgia

Para Pedro Rodríguez, quien trabaja en la cocina de un restaurante en Los Ángeles, no hay época del año que más le pese de vivir fuera México que la Navidad.

“Lo que más extraño en estos días, son las reuniones con la familia que comenzaban desde una semana antes de la Nochebuena. Echo de menos esa colaboración de todos en la preparación de la cena de Navidad, los tamales o el pozole, lo que fuéramos a hacer”.

Hace 26 años que Pedro dejó su pueblo en Sonora, México para venir a trabajar Los Ángeles, y debido a su estatus migratorio, no ha podido regresar.

“Las primeras Navidades fueron las más difíciles. Poco a poco me he ido acostumbrando, pero en esta época recuerdo como nunca a todos los que se me han ido, sin que me haya despedido de ellos, como mi mamá, mi papá, mis dos hermanos, un sobrino y muchos vecinos, a quienes yo querían como si fueran de la familia”.

Por fortuna, dice que encontró en Los Ángeles un grupo de unas 30 personas en su mayoría solas como él, sin familia, inmigrantes de México, El Salvador, Guatemala; y algunos hispanos ya nacidos acá que se reúnen para celebrar la Nochebuena y la Navidad.

“Un 40% de ellos y yo me incluyo, no tenemos papeles para ir a nuestros países a pasar las fiestas”.

De 56 años de edad, Pedro dice que su más grande sueño es que Dios le dé vida para regresar a vivir a Quetchehueca, el pueblo ejidal en el sur de Sonora en México, donde nació y creció; y poder disfrutar de las Navidades.

“Me he ido quedando, esperando que venga una reforma migratoria, pero cada vez la siento más lejana. Ahora lo que estoy haciendo es ahorrar lo más que puedo, aún a costa de vivir con muchas limitaciones aquí en Los Ángeles, con tal de tener un dinerito para vivir mi vejez con dignidad en México”.

Pero le duele – dice- que cuando pueda regrese a vivir a México en unos cuantos años, quizá ya será demasiado tarde porque cree que muchos de sus seres queridos ya no estarán vivos.

“Yo mismo no sé si voy a vivir lo suficiente para disfrutar ese momento en el que puedan regresar a mi pueblo y pasar las Navidades”.

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