Madre sale de la oscuridad de las drogas y la cárcel; hoy ya es consejera y lucha por ayudar a las mujeres en prisión

Según la Prison Policy Initiative más de la mitad de todas las mujeres (58%) en las cárceles de Estados Unidos son madres

Selena López con sus dos hijos.

Selena López con sus dos hijos. Crédito: Familia López | Cortesía

Para quienes la juzgan por su pasado, Selena López tiene un mensaje: “El que apunta con el dedo, no sabe que tiene tres dedos de frente apuntándose a sí mismo”.

Esta mujer de 27 años, casada con Rigoberto Murillo y madre de dos hijos: Nathan, de 10 años y Joseph, de 2, ha resurgido en la vida de entre sus propias cenizas.

Selena fue hija de una madre adicta a las drogas y un padre alcohólico. Ambos ya fallecieron. Ella, de cáncer, y él, de cirrosis hepática.

Nacida en la ciudad de Burbank y criada en Compton, Selena narra a La Opinión que estuvo en el sistema de crianza del Departamento de Servicios para Familias y Niños (DCFS) del condado de Los Ángeles, desde los tres meses.

“Desafortunadamente, mi mamá biológica era adicta a las drogas”, dice. “Estuve en varios programas hasta que mi papá pudo recuperarme”.

Sin embargo, el padre de Selena también la golpeaba. Abusaba de ella verbal, física y mentalmente.

“Él era un alcohólico”, señala.

En 2014 murió su madre Cynthia y una semana antes de que Selena cumpliera 19 años, su padre, Luis López, fue arrestado y deportado a Guatemala.

Susan Burton es fundadora de A New Way of Life.
Crédito: Cortesía | Cortesía

Pero, dos años antes de la expulsión de Estados Unidos de su progenitor, Cynthia había dado a luz a Nathan, su primer hijo.

“Mi hijo fue la bendición que Dios trajo a mi vida”, recuerda. “Yo estaba enojada con Dios porque le preguntaba ¿Por qué a mí me había tocado vivir esa vida?”

Desde los tres meses hasta los 18 años, Selena vivía en distintos hogares donde sentía que “era como una puerta que no se cerraba”.

Pasaba algo y la regresaban de inmediato al sistema de cuidado infantil del condado.

“El abuso físico de mi papá era tan fuerte que un día me levanté con moretes en todo el cuerpo; le dije a mi maestra y le quitaron la custodia de mí”, recuerda. “El seguía siendo un alcohólico y mi mamá una adicta al crack y a la metanfetamina… Era su estilo de vida… Era normal para todos”.

Se estima que cada año 58,000 mujeres están embarazadas cuando ingresan a las cárceles o prisiones locales.
Crédito: Cortesía | Cortesía

Se refugia en el alcohol y drogas

En la narración de su historia, Selena dio a conocer que desde los ocho o nueve años ella también comenzó a tomar vino, a fumar marihuana y a seguir los pasos que le estaban enseñando sus padres.

En donde vivía, la droga y las bebidas alcohólicas estaban al alcance de su mano.

¿Y tus padres no se daban cuenta de que tú también te estabas convirtiendo en una adicta?, se le preguntó.

“Antes de que ellos murieran pude tener platicas y dijeron que no sabían…, o se hacían de la vista gorda”, responde.

La alimentación de Selena se limitaba a la poca comida que había en su pobre casa. A veces los vecinos le daban de cenar, y a veces nada por su fuerte adicción a las drogas.

Fue lógico -dice- que ella creciera sin amor.

“Nunca me lo demostraron. Eso es algo que yo quise cambiar, ahora le doy todo el amor que no tuve a mis dos hijos… Estuve acostumbrada a recibir poco amor y, al principio, me costaba demostrárselos, pero ya no. Soy una mujer diferente, que vuela como las águilas y que nada la detiene”, afirma.

Le cambian la vida

“Le doy gracias a Dios por darme el amor de mis hijos, el amor y atención que siempre quise tener”, añade. “Ellos (Nathan y Joseph) son mi sonrisa de todos los días”.

Tras la muerte de su madre y la deportación de su padre, Selena había perdido la custodia de Nathan por dos años. Ella dice que “me tiraba” al alcohol y quería morirse.

Sin embargo, a través del programa de  A New Way of Life Reentry Project (Proyecto de reingreso a una nueva forma de vida/ANWOL)  le ayudaron y le enseñaron que ella podía ser alguien en la vida si se lo proponía.

Selena regresó a la escuela; se graduó de la secundaria, y cuando el sistema de DCFS le regresó a su niño.

 “Allí encontré a Dios… Él siempre me había acompañado en los momentos difíciles, aunque yo no lo veía así; mi hijo fue la señal de que Dios me amaba y quería que yo amara a mi niño para siempre”, subraya.

De inmediato, se inscribió también en un grupo de Alcohólicos Anónimos, cambió de manera radical y logró “limpiarse”.

En una iglesia cristiana de Huntington Park sintió “que Dios sí me quería y que todas las cosas que me pasaron fueron por una razón: para hablar de su historia y motivar a niños, adolescentes y jóvenes adultos que pasan por el oscuro mundo de las drogas, pandillas o abuso sexual. Algo que no había hecho antes.

El martes 16 de mayo de 2023 se graduó como licenciada en comunicaciones en Cal State Long Beach, aunque su siguiente meta es ir por una maestría en consejería, y después un doctorado.

“Con Dios todo es posible”, afirma. “Ahora tengo el 100% de la custodia de mis hijos y mi matrimonio de cuatro años va muy bien con mi ‘gordito’. Ya tengo mi propia casa y trabajo como consejera en la Universidad de Long Beach con todas las personas que salieron de la cárcel y quieren cambiar sus vidas con la educación”.

En su pasado quedaron sepultados los maltratos recibidos en distintos hogares de crianza, la hacían comer en el baño. O cuando tenía que rogarles para que le dieran ropa interior.

-¿Y nunca denunciaste esos maltratos?

“Sí lo hice, pero con mi historia tan cabr**ona, no me creían. Era mi palabra contra la de ellos”.

-Imagino que traías mucho rencor y resentimiento contra todo y contra todos, ¿No es así?

“Pase de abuso en abuso. Ese era uno de los motivos del por qué fui violenta. Yo estaba perdida, tenía coraje y renegaba contra el mundo y preguntaba por qué tenía que pasar todo eso, por qué me trataron mal… Fue un proceso duro y lo recuerdo hasta que fui a la cárcel”.

Justamente, a causa de su adicción a las drogas, entre 2016 y 2017, Selena fue recluida en al centro correccional del condado de Los Ángeles en la ciudad de Lynwood.

Bajo los efectos de las drogas intentó cometer un robo a una casa, precisamente para continuar con su adicción a las metanfetaminas.

“Me iban a dar entre tres y siete años, pero antes de ir a la corte me dejaron salir…me dijeron agarra tus cosas que ya te vas a casa… Dios me dio la oportunidad de que desecharan mi caso, y eso usted lo sabe, casi no sucede en el sistema judicial criminal de este país… por eso busqué más y más acércame a Dios”.

En aquellos momentos críticos, Selena incluso le robaba los botes de aluminio que recolectaban otras personas.

Dice que lo hacía sin la intención de lastimar a nadie.

“Solamente quería sobrevivir para el vicio”, asegura a La Opinión. “La metanfetamina fue lo que me destruyó; desde los 10 u 11 años tomaba las pastillas; esa fue mi adicción más grande, mi más grande error y recuerdo que comencé a drogarme junto con mi madre hasta los 14 años”

Pero cuando Selena salió de la cárcel dejó de fumar marihuana, las drogas y el alcohol, aunque no tenía un lugar donde vivir.

Una consejera de A New Way of Life le instruyó para irse a un refugio. Dos días después le dijeron que había una cama en el programa que fundó Susan Burton, en 1998.

En su desesperación por encontrar ayuda, Selena aceptó la invitación y desde una noche antes hizo fila, se quedó a dormir a la intemperie y esperó hasta que abrieran las puertas al amanecer en ANWOL, en el sur de Los Ángeles.

– ¿Cómo te cambió la vida una cama?

“Mas que nada, la fundadora del programa, Susan Burton vino y me dijo que quería saber cuáles eran mis aspiraciones en la vida, cuáles eran mis sueños… Nadie jamás me había dicho eso y no supe responder”, dice Selena. “Hija, no te preocupes, me dijo, aquí vas a encontrar y a realizar tus sueños”.

Agradecida por siempre con la señora Burton, Selena hasta la invitó a su graduación y a su boda. Ella se convirtió en su confidente en momentos difíciles cuando experimentó momentos de ansiedad o depresión.

“En verdad, A New Way of Life es un programa donde todos quieren vernos superarnos en la vida”, valora Selena.

Y, aunque ella sabe que en su vida tomó malas decisiones y perdió muchas cosas, ello no determina quién quiere ser ahora.

Su enfoque está en ser consejera de la universidad de Cal State Long Beach, donde ahora es directora de programas, pero quisiera convertirse en un futuro no muy lejano en presidenta de un colegio.

“Quiero ayudar de manera directa a los estudiantes indocumentados, a los que viven o han vivido en hogares de crianza, a las familias de bajos recursos y a las mamás”, dice. “Quiero decirles que nunca es tarde para que logren sus sueños y que su pasado no los identifica sobre quienes van a ser en el futuro”.

Hoy, Selena López tiene amplias metas para volar como las águilas. Quiere cambiar el mundo, contando su testimonio de vida.

“Quisiera hacer un nuevo mundo; este que vivimos ya no sirve”, expresa. “Por eso quiero motivar a la gente, a que escuche mi historia y haga caso omiso a quienes les juzgan por su pasado”.

A sus palabras, su hijo Nathan agrega: “¡Mi mamá es super poderosa!”.

Aumentan esfuerzos legislativos

Madres que alguna vez en su vida estuvieron detrás de las rejas comenzaron a impulsar iniciativas legislativas estatales y federales que apoyarían a las mujeres que enfrentaron al sistema de justicia criminal.

“Solo en 2023, el sistema de justicia penal de Estados Unidos separará a miles de madres de sus hijos”, dijo durante una manifestación, Pamela Marshall, codirectora de New Way of Life. “Para empeorar las cosas, cuando las madres son liberadas de las cárceles y prisiones, poco se hace para reunificar a las familias”.

Marshall asegura que se requieren enfoques comunitarios más compasivos en el sistema de justicia criminal para mantener a las familias unidas.

Según la organización sin fines de lucro, Prison Policy Initiative, a nivel federal, más de la mitad de todas las mujeres (58%) en las cárceles de Estados Unidos son madres.

La mayoría de estas mujeres están encarceladas por delitos de drogas y robos a la propiedad, a menudo derivados de la pobreza en que viven o trastornos por uso de sustancias.

El informe indica que la mayoría de esas mujeres también son las principales cuidadoras de sus hijos, lo que significa que castigarlas con el encarcelamiento les quita a sus hijos una fuente vital de apoyo.

Sin embargo, esos números no cubren a las muchas mujeres que se preparan para ser madres, mientras están encerradas este año.

De hecho, se estima que, cada año 58,000 mujeres están embarazadas cuando ingresan a las cárceles o prisiones locales.

Asimismo, The Sentencing Project establece que en el país hay aproximadamente 976,000 mueres bajo la supervisión del sistema de justicia criminal.

Y, de acuerdo con cifras oficiales del Departamento de Justicia de los Estados Unidos, en el “Estado Dorado”, en 2020-2021 había 2,993 mujeres encarceladas y el 41% eran mujeres afroamericanas (1,234). Las latinas conformaban el 21.3% (639). De las cifras globales, 175 han sido sentenciadas a cadena perpetua, sin posibilidad de libertad condicional.

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