Así se calla a un periodista en Jalisco: el ataque a María Luisa Estrada

La comunicadora salvó su vida después de un atentado tras cubrir asuntos de seguridad

María Luisa Estrada en una de las coberturas periodísticas

María Luisa Estrada en una de las coberturas periodísticas. Crédito: María Luisa Estrada. | Cortesía

MÉXICO- A María Luisa Estrada quisieron matarla a balazos. No tiene miedo de narrar los detalles del atentado que ocurrió en la ciudad de Guadalajara, el estado más mortífero del momento en un país letal para todo mundo y más aún para los periodistas —suman nueve, en 2013—, pero no pretende ser mártir y asume su suerte:

“Tomé la decisión de no hablar de ciertos temas, ¿qué hago? Me dejaron sola”, resume en entrevista con este diario después del ataque del pasado 15 de julio a unas calles de su casa, cuando arrancaba el día a lado de su hija adolescente, quien la acompañaba en el vehículo cuando recibió las descargas. Dos veces.

Fue cerca de casa. Ella salió por la mañana en su coche cuando una camioneta blanca se le echó encima en un intento de golpear el costado izquierdo de su Ford Explorer 1998. Por reflejo ella dio el volantazo en sentido contrario y se subió a la acera. A la par, escuchó dos detonaciones. “Pensé que se había reventado una llanta”.

El semáforo cambió a verde. Avanzó lento porque había una obra por la que habían cerrado algunos carriles. Miró por el retrovisor. Su agresor intentaba emparejarse con ella a la altura de la ventanilla. Con la mano izquierda sostenía el volante y con la derecha empuñaba la pistola.

Era un hombre de entre 37 y 43 años, barba de candado, cabello castaño claro, tez blanca, complexión mediana. Usaba una playera color gris rata, sin estampados.

“Te voy a matar culera”, gritó.

La periodista empujó a su hija hacia el piso del vehículo. La chica había empezado a tomar fotos y videos. Escuchó otra detonación. El conductor de un coche cercano se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo y la dejó pasar. Ella se metió aunque no pudo distanciarse demasiado del agresor porque había un cuello de botella entre la obra y el tráfico.

Entonces tomó una decisión que le salvó la vida: se saltó el camellón y aceleró hasta alcanzar un paso a desnivel que desemboca en el centro de la ciudad.

Al salir de ese trayecto, empezó a ver coches de policías turísticos. Pasó frente al Teatro Degollado, el más importante del occidente del país, donde hay una escuela de música. Bajó la velocidad, abrió la cartera y sacó un billete de 500 pesos. Se lo dio a la hija.

“Corre”, le ordenó. “Y veas lo que veas, no salgas del teatro”.

La joven obedeció y se alejó con su mochilita de niña pequeña. El corazón de María Luisa Estrada se desmoronó y, casi por instinto, pisó el acelerador otra vez.

¿Cómo llegó a este punto?, se preguntó.

La periodista había sido aguda y perspicaz en su labor de investigación para las páginas de redes sociales Desobediencia Civil y Chairo Man hasta que en 2020 tuvo indicios de que la procuraduría de justicia local “quería fabricarle delitos” por su cobertura en el caso del asesinato de Giovanni López, un joven albañil a quien policías locales habrían asesinado por no usar cubrebocas durante la pandemia.

Había protestas y mucha indignación social porque la detención antes de la muerte había sido filmada con un celular, la capital del estado se incendió entre protestas y represiones, detuvieron a seis jóvenes y los mandaron al penal de alta seguridad de Puente Grande; a ella, la empezaron a intimidar.

“Era mejor salir de ahí por un tiempo”, concluyó.

Tomó sus maletas y se fue a la Ciudad de México con un nuevo proyecto de comunicación: “La Grillotina Política”, un canal de YouTube que pronto rebasó los 20,000 suscriptores. Desde ahí volvió a la carga para denunciar lo que ocurría en su estado y otros casos en la conferencia de prensa del presidente Andrés Manuel López Obrador.

Seis meses después, cuando creyó que habían mejorado las cosas en Guadalajara, regresó. Empezó así una dinámica entre ires y venires a la CDMX para acudir a “La Mañanera”.

Durante tres años, cuestionó al Ejecutivo federal sobre hechos violentos, como el asesinato del líder de los autodefensas en Michoacán Hipólito Mora y otras víctimas; sobre el papel de la justicia en nueve estados con sus respectivos gobernadores, casos de trata de personas, activistas que han lucrado con causas sociales, corrupción de legisladores…

En los últimos tiempos decidió regresar a Guadalajara. Iba y venía cuando se enteró de que el mandatario iría a  Jalisco y le pareció una buena oportunidad para exhibir las desapariciones en la administración del gobernador Enrique Alfaro —presente en el evento— con todo y que se habían instalado miles de cámaras de seguridad, a pesar de la presencia de la Guardia Nacional.

“Expuse las fosas clandestinas en Tlajomulco, las torturas; pregunté por qué cuando los familiares piden ver las imágenes de las cámaras de seguridad no se las dan, de que las cifras de desaparecidos y todas las cifras en el estado están maquilladas”, recuerda.

“Ya más reciente, en la CDMX, pregunté por el tema de las 45 bolsas con cuerpos humanos que se encontraron en Zapopan que coincidían con la desaparición de jóvenes de un Call Center”.  

¿Qué siguió tras el atentado?

María Luisa Estrada está consciente de que hubiera sido la sexta víctima del gremio en el estado, una más de los 12,000 jaliscienses asesinados desde 2019, sin contar los más de 14,000 desaparecidos, incluyendo el caso de los cinco muchachos de Lagos de Moreno obligados a golpearse entre sí hasta la muerte en los últimos días.

La periodista soltó el acelerador después de dejar a su hija en la academia de música y se detuvo ante los policías turísticos. “Me quieren matar”, soltó. Los agentes llamaron a los paramédicos y poco después llegaron fiscales estatales y policías especializados de violencia contra la mujer. Ningún colega:

“¡Por la radio que siempre monitorean de la policía municipal se dijo que era un caso de víctima de marido golpeador!”, afirma.

Uno de los policías locales, alto, corpulento, de bigote se acercó a ella y le espetó una frase que la comunicadora guardó en su memoria cuando las fiscalías municipal y la estatal querían tomarle la declaración. María Luisa Estrada se negó. Desconfiada, pidió la intervención del ministerio público federal. Sentía la cara entumecida.

Al principio, la representación federal no quería atenderla, pero ella llamó a mucha gente que había conocido en la CDMX y, a regañadientes, levantaron el acta, pero no siguieron ningún protocolo para resguardar la zona de ataque ni el vehículo; no buscaron los casquillos ni indagaron en las cámaras de seguridad de los negocios que filmaron los hechos. Lo hizo ella por su cuenta.

Así supo que el agresor tuvo dos cómplices que vigilaron sus movimientos previos al ataque. Estuvo varios días sin salir de casa en espera de algún tipo de protección, pero no llegó más que la solidaridad del gremio: la organización Artículo 19 emitió un comunicado exigiendo medidas de protección a las autoridades, pero estas no llegan.

Ante el escenario de impunidad, ella determinó su silencio y cuando sale de compras por comida, a movilizar a su hija o para cualquier diligencia, recuerda las palabras del bigotón que se le acercó poco después del ataque:  “Si te hubieran querido matar lo hubieran hecho, mija. Mejor bájale”.

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