Desamparados buscan una oportunidad para salir de las calles

Hombres latinos quieren superarse, dejar las adicciones y encontrar un mejor futuro; Skid Row es un infierno de muerte de día y de noche

Ricardo Toloso, un latino de 42 años, aunque quiere, no ha podido abandonar el mundo de la drogadicción.

Ricardo Toloso, un latino de 42 años, aunque quiere, no ha podido abandonar el mundo de la drogadicción. Crédito: JORGE LUIS MACÍAS | Impremedia

A sus 37 años, Francisco Velázquez anhela encontrar “un buen trabajo” para abandonar el desamparo, salir de las calles de Skid Row y, por lo pronto, ha tomado la determinación de ser una mejor persona: se ha inscrito en clases de soldadura.

Sentado en una bicicleta por la calle San Pedro y la calle Quinta, Velázquez narra a La Opinión que ha hecho de todo en la vida.

“He trabajado en la construcción; he tenido empleos de limpieza y repartiendo comida”, dice. “Pero quiero salir adelante y necesito trabajar”.

Para su fortuna, ha recibido ayuda financiera en una escuela técnica, la cual, indica, le ayudará a tener estabilidad económica.

“Aquí,[en Skid Row] muchos están muriendo”, indica. “La droga se las dan a escondidas y a la gente le pega [le afecta] fuerte y se doblan”.

Francisco habla, además, de tensión en las relaciones humanas entre indigentes afroamericanos y latinos en el mundo bajo de Skid Row.

“Hace algunos meses hubo un pleito, y una persona mató a otra”, comenta.

Sobre la calle Croker y la Tercera, Alejandro Fernández, mexicano de 53 años, también ha sabido crearse opciones de desarrollo personal. Trabaja en la carga y descarga de camiones de mercancía para los dueños de negocios en la zona geográfica de Skid Row.

“Aquí estamos, esperando que nos llamen de las bodegas”, dice Alejandro, quien inmigró a Estados Unidos hace 33 años. “Cuando suena el teléfono, hay que moverse rápido en la bicicleta para agarrar el trabajo”.

Fernández sostiene que no trabaja “de planta”, porque, en ocasiones, gana más dinero haciendo “por fuera”, lo que le gusta hacer. Ello le permite tener su propio cuarto para vivir.

Nacido en la Ciudad de México, Fernández sostiene que, en Skid Row, “cada uno está como quiere y le va a echar ganas hasta donde se pueda”.

“Ya me acostumbré a trabajar por mi cuenta y no me quejo”, afirma. “Uno tiene que saber que hay que aprovechar las oportunidades que se presentan en la vida”.

A quien no le va del todo bien es a Ricardo Toloso, un latino de 42 años, quien se confiesa que es un adicto a las drogas, y muestra señales de sufrir algún tipo de trastorno mental.

“Aprendí que yo solo no puedo afrontar la vida”, dijo el hombre, tambaleante, aunque estaba sentado en la acera, pero visiblemente perturbado por los efectos de las drogas.

Ricardo recuerda que su padre -del mismo nombre que él- y Alberta, su madre, fallecieron desde que era pequeño. Se quedó solo en el mundo, tuvo que ir de hogar en hogar de crianza, hasta que llegó a la edad adulta y terminó como indigente.

¿Y qué necesitarías para salir de las calles?, se le pregunta.

“Dinero, amigos y una forma de transportación”, responde. “Puedo trabajar como jardinero o pintando murales”.

Este hombre, cuenta que salió de rehabilitación hace tres años, y cuando pensaba que ya iba de salida del mundo de las drogas que consumía: fentanilo, marihuana cristal, se topó con una pared: su única hermana y su sobrina le cerraron las puertas de su casa. No quisieron ayudarlo.

Los efectos de la droga le cobraron el precio. Ha perdido varios dientes y, para colmo de su mala fortuna, narra que, en 2007, recibió un balazo en la espalda y tiene un pie “bien jodido”, que le impide caminar con naturalidad.

Venta de drogas en hoteles
Suzette Shaw, quien sufre de estado de ánimo lábil, una enfermedad que se refiere a cambios de emociones impredecibles, incontrolables y rápidos, causados comúnmente por condiciones de salud mental, se ha convertido en defensora de las personas sin hogar en Skid Row, particularmente las mujeres afroamericanas.

Suzette, residente de un hotel de Skid Row, en una vivienda subsidiada por el gobierno federal denuncia que, “de día y de noche, todos los días viene gente de afuera a vender droga”.

Parada frente al hotel Alexandria, -en la esquina de las calles Spring y Quinta-, la mujer da a conocer que las muertes accidentales por sobredosis de fentanilo se dispararon de 13 en 2017, a 148 en 2022, de acuerdo con datos oficiales del médico forense del condado de Los Ángeles.

En un lapso de 11 meses, en el hotel Alexandria fallecieron nueve personas por sobredosis, en 2022.
Además, en abril de ese año, un hombre hispano de 72 años fue hallado muerto en un cuarto de ese hotel. Al parecer víctima de estrangulamiento.

En agosto de este año, un hombre saltó al vacío desde el cuarto piso del hotel de 453 habitaciones
“La misma persona que viene de día, es el mismo que viene de noche a vender la droga”, denuncia Suzette Shaw. “Hace falta responsabilidad del condado, de la ciudad y de la policía; necesitamos que se implemente un modelo de mayor responsabilidad de todos, para que respondan a las necesidades de los inquilinos”.

Ella, que se ha convertido en una poetisa que aboga por un cambio de paradigma hacia el desmantelamiento de políticas y prácticas sistemáticas que han perpetuado el trauma de los oprimidos y el estigma de los indigentes, relata que ha atestiguado la muerte de tres mujeres en Skid Row: dos afroamericanas y una latina llamada Cristina.

“Las tres murieron por una sobredosis”, dijo. “Alguien les dio fentanilo”.

La misma experiencia la ha vivido Mirna “N” (nombre ficticio), una mujer salvadoreña.
“Todas las noches no dejan dormir; la gente que entra y sale del hotel como si nada, y el guardia los deja pasar a vender la droga”, dijo Mirna. “Muchos ya nos hemos quejado, pero no hacen nada para detener que sigan envenenando a las personas y la policía sabe que este problema no es de ahora, sino desde hace años”.


Acceso y disponibilidad de las drogas
Alberto Melena, quien trabaja para San Fernando Valley Partnership, una organización sin fines de lucro sostiene que “se tiene que reconocer el acceso fácil y la disponibilidad de sustancias que están matando a la gente”.

El promedio de muertes en Skid Row es de 10 cada mes, aunque los meses de febrero (14), marzo (23), mayo (20) y noviembre de 2022 (15) fueron los más fatídicos del total de 140 decesos.
“Sabemos que la mayoría de esas muertes fueron accidentales porque la gente tiene que comprar sus medicinas en la calle, por falta de seguro médico o recursos económicos, y compran lo que les vendían”, afirma Alberto Melena. “Otras causas pueden ser la automedicación y el narcotráfico, pero muchos murieron sin saber lo que estaban tomando”.

El activista dijo a La Opinión que el aumento de más del 100% de muertes, aparte de ser “descomunal”, urge descubrir y atrapar a los vendedores de droga.

“Tenemos que aumentar la conciencia del peligro, y si no abordamos el problema del acceso y disponibilidad van a seguir las muertes”, dijo. “Se requiere la participación de todos, y también de leyes para que los dueños de hoteles pongan un alto para que sus locales no se estén inundando de drogas”.

Melena concluye al decir que, si la decena de muertes en promedio de los indigentes sucediera a causa de las armas de fuego, “todos estaríamos preocupados y alarmados, pero como se vive un estigma contra quienes viven en las calles, muchos piensan que no existen, aunque ningún ser humano debería morir. Skid Row es un infierno de día y de noche. Y eso es algo que muchos no reconocen”.

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