“Mi rancho se divide entre quienes están con el cartel y las víctimas”

Migrantes ven desaparecer sus pueblos entre la violencia generada por la incursión social de las organizaciones criminales

“Mi rancho se divide entre quienes están con el cartel y las víctimas”

En el estado de Guanajuato hay al menos 6, 515 personas identificadas que migraron del estado a causa de la violencia. Crédito: ISAAC GUZMAN | Getty Images

MÉXICO- Mientras Yesenia Briseño mira correr la aguja de la máquina sobre la tela que toma forma de un leotardo, piensa en su comunidad en el municipio de Valle de Santiago que se desmorona por la violencia .“Ya mataron a mi tío y secuestraron a un primo”.

Gira la manga que va a unir con el torso y sigue en sí misma. “Ya todos se están yendo de allá por miedo”. Sabe que la gente ya no está en “el rancho” porque eso le dicen sus padres que siguen en Guanajuato, que poco a poco ellos se quedan solos en tanto la hija, emigrante desde hace 20 años, ve llegar a familias enteras a la misma región de donde ella trabaja en Georgia como costurera.

“Están por aquí víctimas y hasta los mismos delincuentes y ya me han amenazado por hablar del tema”, reflexiona. “Voy a dar la entrevista a ese diario, pero me cambiaré el nombre”.

Mira a su lado algunos trozos de tela que están en espera de tomar forma y entonces se aferra tanto a la máquina como a sus pensamientos alimentados por las tragedias de su familia, algunas más del día a día de  lugar de origen  que lee a través de Facebook y la prensa del estado del país, de Guanajuato.

El diario El Correo, arroja en el celular: “En el estado de Guanajuato hay al menos 6, 515 personas identificadas que migraron del estado a causa de la violencia. Esta cifra equivale a la población total de poblados como Atarjea, Santa Catarina o hasta Santiago Maravatío…”

Yesenia Briseño conoce algunos de esos poblados, al menos de oído. Lugares que en otro tiempo eran símbolo de tranquilidad de la provincia, pobres, campesinos, pero no tenían el desparpajo que acarreó el Cartel de Santa Rosa de Lima, el que opera en la zona y se diversificó al secuestro y la extorsión cuando en 2020 el gobierno atrapó a su líder José Antonio Yépez Ortiz, El Marro.

Aún no aparece el nombre del suyo, pero poco falta. “Dicen que ya no hay nadie en las casas”.

El Marro había hecho un millonario negocio del robo de combustible de los ductos de Petróleos Mexicanos que cruzan el suroeste del estado hacia una de las principales refinerías del país y una vez que fue aprehendido y sentenciado a 60 años de cárcel, su familia continuó las actividades ilícitas con mayor énfasis en la intimidación a la población civil y los asesinatos a la par que pelea el control territorial con el Cártel Jalisco Nueva Generación.

Con ese telón de fondo, han incrementado las extorsiones en el estado. Las cifras del secretariado revelan que el aumento fue del 43% en Guanajuato hasta el mes de septiembre pasado con 637 casos de extorsión y 2,718 asesinatos, según las cifras del secretariado que, obviamente, excluye la cifra negra.

Juan Miguel Alcántara Soria, analista político y ex titular del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, explicó que los acontecimientos recientes guanajuatenses son un buen ejemplo de lo que se conoce como “la cabeza de la hidra” (que cuando se corta le salen más) y de  las fallas del Estado mexicano para combatirlas.

”Por un lado se logró la detención de El Marro, por el otro, no se previó una estrategia de reacomodo delictivo en esa organización y por ello es que siguen operando”. Un error común desde que Felipe Calderón (2006-2012) declaró una guerra frontal contra algunas organizaciones criminales.

Es media tarde y a Yesenia le toca cambiar de actividad en el taller de costura en Georgia. Se dispone a colocar elásticos. No sabe qué hacer. O sea, sí sabe cómo hacer el ” jale”, tiene mucha práctica después de trabajar hasta 10 horas diarias y a veces hasta los sábados, pero no  tiene idea de cómo responder a las amenazas de muerte de su propia prima, quien es gente del Marro.

“La reclutaron, quien sabe cómo, malas compañías que la jalaron, lo más probable y puso a su mamá a recolectar el dinero de las extorsiones”. Eso lo tiene claro, se lo contó una cuñada, pero no tiene detalles si la prima mala  tuvo algo que ver con el asesinato de su tío, una persona que no hacía daño a nadie.

Era un hombre que se buscaba la vida en todas partes, incluso fue migrante  por décadas  trabajando en la construcción hasta que se cansó de extrañar y regresó a Valle de Santiago para abrir una tienda de abarrotes.

Yesenia sigue cosiendo y recuerda el día que ese mismo hombre le regaló un vestido a su hija, su sobrina-nieta, y se le llenan los ojos de lágrimas. Termina los elásticos y sigue con la ropa de las porristas. Pequeños faldones que, al menos, se usará en algo más alegre, lejos del calvario de la hechora.

En junio de 2022 aparecieron dos extorsionadores en la tienda de abarrotes ‘del tío para pedirle dinero, él empezó a discutir con el que estaba dentro, según vio la esposa, y cuando las cosas se calentaron, el otro que se había quedado en la calle le disparó en la cabeza.  

Un año antes, los ojos de los delincuentes voltearon hacia otro de los Briseño, un primo de Yesenia.  Sabían que tenía parientes en Estados Unidos y lo secuestraron. Por su liberación les pidieron 20,000 dólares que juntaron en una vaquita. Todo se entregó y el muchacho no apareció.

Presa de ira y de miedo, la familia denunció y, para su sorpresa, detuvieron a algunos miembros de la organización: la mayoría no pasaba de los 25 años a excepción de un militar que había sido compañero de escuela de la víctima que tendría unos 33. El soldado, que al parecer lideró el rapto, estuvo preso dos años, pero salió libre hace tres meses.

Yesenia siente que le late más el corazón. Falta mucho para que acabe su día frente a los hilos que se entretejen en una bastilla. No tiene idea por qué liberaron al secuestrador principal, pero de vez en cuando tiene necesidad de quedarse, donde pueda, en las redes sociales, en algunos chats, con este diario…

Mira su celular y ahí está la consecuencia. “Ni se te ocurra venir a México, no sabes con quién te metes y aquí está tu familia”. El texto que le envió su parienta. Y  sí, allá siguen sus padres, pero pronto se los llevará, cuestión de  tiempo.

¿Qué hará mientras tanto?¿Denunciar la amenaza en el estado? No confía, ¿por qué dejaron libre al militar? ¿levantar una demanda en EU por si la amenazadora cruza la frontera?¿hablarle al papá de ella?¡Las horas pasan tan lento!

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