“Mis hijas me ruegan que volvamos a la ciudad de Gaza, pero la vida que teníamos ya no existe”

El corresponsal de la BBC en Gaza, Rushdi Abualouf, cuenta en primera persona cómo la ofensiva israelí en Gaza devastó su casa, dejó a sus hijas sin escuela y casi se cobra la vida de su esposa

Rushdi Abualouf junto a su esposa y sus tres hijos.

Rushdi Abualouf junto a su esposa y sus tres hijos. Crédito: BBC News | Cortesía

Mis hijas ruegan que volvamos a la ciudad de Gaza, pero la vida que teníamos ya no existe.

Hace dos días, mi esposa y mis hijos casi murieron.

Estaban en la planta baja de un edificio de cuatro pisos en Khan Younis, en Gaza, cerca de un hospital donde duermo en una tienda de campaña.

Estaban a punto de salir para reunirse conmigo cuando un ataque con drones israelíes voló el último piso.

Mis hijas gemelas de 9 años salieron corriendo a la calle mientras gritaban. A su madre la golpeó un trozo de escombro en la cabeza y las niñas acabaron separándose de ella.

Afortunadamente, las heridas de mi esposa fueron menores. Sin embargo, mis hijas quedaron traumatizadas. Esa noche mis hijos se quedaron despiertos llorando y tuve que llamar a un médico para preguntarle qué podíamos hacer para ayudarlos a dormir.

Mi familia ahora pasa las noches cerca del edificio que fue impactado, sin saber si están a salvo cuando cierran los ojos.

Niños y adolescentes han resultado heridos en los ataques perpetrados durante el conflicto.

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Niños y adolescentes han resultado heridos en los ataques perpetrados durante el conflicto.

“Hacen cualquier cosa para sentirse seguras”

Nuestras hijas, mi hijo de 18 años, mi esposa y yo hemos tenido que refugiarnos en cuatro lugares diferentes durante las últimas dos semanas, desde que estalló la guerra, moviéndonos de un lugar a otro debido a las advertencias israelíes de ataques aéreos, con nuestros colchones atados al techo del auto.

Mis hijas tuvieron que dejar atrás todo lo que amaban en la ciudad de Gaza y dirigirse al sur: su escuela, sus amigos, su club de equitación, su pizzería favorita.

La muerte y la vida se volvieron lo mismo en Gaza. El bombardeo es constante. Es una situación demasiado fuerte para muchos adultos, más aún para los niños: ningún niño de 9 años debería pasar por esto.

Mis hijas se aferran a mis piernas, me abrazan, hacen cualquier cosa para sentirse seguras. Les llevará mucho tiempo recuperarse y necesitarán mucho apoyo.

Ambas piden constantemente volver a la ciudad de Gaza, a una relativa normalidad.

Antes de esta última escalada, vivíamos una vida mejor que el 99% de los habitantes de Gaza. La electricidad aquí es limitada y la mayor parte del agua está sucia.

Viajar, incluso para unas cortas vacaciones, es difícil. Hay personas de 40 años que nunca han abandonado esta pequeña franja.

Sin embargo, tuvimos la suerte de poder tomar vacaciones en el extranjero, a veces durante un mes o más. Este verano hicimos una gira por Estambul, Chipre, Egipto y Jordania. Mis hijos casi lloraron cuando les dije que teníamos que regresar a Gaza.

La vida en Gaza

En la ciudad de Gaza teníamos un piso grande a 400 metros de la playa. Mi esposa y yo caminábamos juntos a menudo por la arena por la mañana.

Mi hijo iba a la universidad y mis hijas a una buena escuela: iban a nadar a un club y montaban a caballo. Tenían sus propias tabletas donde podían ver YouTube. Les llevaba dulces a casa después del trabajo y jugaba con ellos por la noche. A veces se quedaban dormidos en mi cama y los llevaba a su habitación en la oscuridad.

Ahora, el barrio donde crecieron mis hijos está desierto y arrasado por las bombas.

La mayoría de las noches visitaba la casa de un amigo, jugábamos a las cartas y tomábamos café.

Tratábamos de ir en familia una vez a la semana a un buen restaurante, normalmente a la pizzería o a un restaurante cercano que preparara carne en una olla especial. A todos nos encantaba ir allí.

Ahora, esa pizzería está hecha escombros.

A pesar de todas las dificultades, intentábamos disfrutar. Gaza no siempre era una zona de guerra y cuando había alguna posibilidad de alegría, la aprovechábamos.

Nos mantenemos unidos y es esa conexión (el amor de mi esposa, mis hijas y mi hijo) la que me da fortaleza, aunque la situación sea buena o mala.

Incluso hoy, en medio de esta guerra, buscamos momentos de felicidad siempre que podemos. Mis hijos me visitan cuando trabajo: se ponen mi chaleco antibalas y mi casco y nos reímos juntos. Toman el micrófono y se hacen pasar por corresponsales.

Los hijos de Rushdi Abualouf juegan a ser corresponsales como su padre.

BBC
Los hijos de Rushdi Abualouf juegan a ser corresponsales como su padre.

Sin embargo, la vida para ellos nunca volverá a ser la misma. Mis hijas siguen preguntando sobre los lugares que recuerdan, sobre el mercado donde solíamos comprar. Suplican volver. No entienden que no podemos regresar.

Todos los días, los médicos y otras personas que permanecen en el norte me hablan de otro edificio destruido, otra carretera destrozada y otra gasolinera volada.

Después de que el edificio donde estaban mi esposa y mis hijas fue atacado, le prometí a mis familiares que los sacaría de Gaza cuando todo esto terminara y los llevaría a un lugar seguro.

Ya han sacrificado suficiente.

Justo antes de huir de la ciudad de Gaza para dirigirnos al sur, junto con cientos de miles de personas más, caminé por nuestro apartamento, atesorando los recuerdos que mi familia y yo vivimos allí.

Me di la vuelta y le dije a mi esposa: “Echa un vistazo a esta hermosa casa. Quizás nunca volvamos“.

Hoy duermo en una tienda de campaña, pensando en mi cama, en tomar café junto al mar. Ahora eso son sólo sueños.

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