‘Pensé que iba a morir en Israel’

Una madre hondureña-estadounidense radicada en Los Ángeles narra su experiencia durante los ataques de Hamas; estuvo en Belén y Jerusalén ese día trágico

Janeth Pineda, una hondureña-estadounidense estaba en Jerusalén el día de los ataques de Hamas a Israel. (Cortesía Janeth Pineda)

Janeth Pineda, una hondureña-estadounidense estaba en Jerusalén el día de los ataques de Hamas a Israel. (Cortesía Janeth Pineda) Crédito: Cortesía

Cuando a Janeth Pineda, su madre de 80 años, le pidió que la llevara a Tierra Santa, entusiasmada armó un grupo con familiares y amigos para emprender juntos el viaje a Israel.

Esta madre hondureña-estadounidense, quien vive con su familia en Los Ángeles, lejos estaba de imaginar que le tocaría estar el sábado 7 de octubre cuando el grupo terrorista Hamas atacaría a Israel y se desataría la guerra que lleva un saldo de miles de muertos.

“Pensé que iba a morir”, dice Janeth, quien a dos meses de los ataques todavía se siente afectada y sufre el trauma de una experiencia que nunca pensó vivir.

“Era mi tercer viaje a Israel. En marzo, mi mamá me pidió que la llevara. Ella ya tiene 80 años; y aunque es una mujer muy activa, consideraba que sería su último viaje que haría a Tierras Santas”.

Janeth formó un grupo de 13 amigos y familiares que viven en Honduras y en Los Ángeles para hacer jel viaje a Israel, y de ahí aprovecharían para visitar Turquía, uno de sus destinos favoritos en el mundo.

“Llegamos el viernes 6 de octubre. Ya tenía todo organizado. Nos instalamos en Jerusalén. Al día siguiente, el 7 de octubre, era Shabbat (un día de descanso judío que comienza al caer el sol del viernes y termina con el atardecer del sábado)”.

Janeth Pineda, una hondureña-estadounidense radicada en Los Ángeles con el grupo que llevó a Israel, y a quien le tocó estar el día de los ataques de Hamas. (Cortesía Janeth Pineda)
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Janeth recuerda que el 7 de octubre, el día de los ataques de Hamas, se levantaron muy temprano porque ya tenían un tour preparado para ir a Belén.

Belén es una ciudad en el West Bank en Palestina, localizada alrededor de 6.2 millas del sur de Jerusalén.

Es considerado el lugar de nacimiento de Jesús; y es el mayor destino de peregrinación cristiana.

“El amanecer del 7 de octubre fue muy extraño. El sol estaba radiante. Al mismo tiempo había unas nubes tan negras, pero no eran de lluvia”.

El grupo se había repartido en tres apartamentos, y la prima que viajaba con ella le comunicó a Janeth que vio a través de su ventana que algo cayó y se formó un incendio.

“Para mí que es un misil, me dijo mi prima. ‘Se me hace raro porque hasta la información que yo tengo, no caen misiles en Jerusalén’, le contesté”.

Frente a su departamento, Janeth tenía la cúpula dorada de Jerusalén, un lugar de culto para el Islam.

“En eso salió una americana (estadounidense ) hospedada en otro apartamento a decirnos que había dos incendios que se veía desde su ventana”.

Mientras todo esto sucedía, Janeth relata que Saúl, el guía que los llevaría a Jerusalén, ya estaba abajo del edificio, esperándolos.

“Cuando lo vi le pregunté, qué pasaba, me dijo que nada bueno, pero que esperábamos que fuera pasajero. Eso me tranquilizó”.

El grupo emprendió el viaje de Jerusalén a Belén, que toma unos 20 minutos en carro.

“Había mucho tráfico. Llegamos a la Iglesia de la Natividad en Belén. Estaba llena. Hicimos la línea para entrar; y ya dentro el guía nos llevó a una cueva para explicarnos que Jesucristo había nacido ahí”.

Amanecer el 7 de octubre en Jerusalén, día de los ataques de Hamas a Israel. (Cortesía Janeth Pineda)
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Janeth dice que para entonces notó que su guía actuaba muy raro.

“En mis tres viajes a Israel, nunca nos había llevado a esa cueva, sus explicaciones estaban siendo muy incoherentes y nos estaba manteniendo por mucho tiempo dentro de ese lugar”.

Cuando finalmente salieron, el guía les propuso tomarse fotos; y comparte Janeth que trataba de entretenerlos de manera inusual en la tienda de regalos.

“Luego me dijo que fuéramos a comer ahí en Belén, pero eran las 10 de la mañana. Le dije que habíamos desayunando bastante fuerte, y no teníamos hambre”.

Para ese momento, Janeth relata que ya había poca gente en la calle y a diferencia de las primeras horas, el tráfico se había reducido mucho.

“El guía se miraba muy preocupado. Le pregunté qué pasaba, y me dijo que las cosas no estaban bien. Cuando tratamos de cruzar la frontera, nos encontramos con que estaba cerrada, y dijeron que la abrirían tan pronto llegara otro camión”.

Pero – dice – que pasaron una, dos horas, y nerviosos seguían esperando cruzar hacia Israel. 

“La presencia militar era muy fuerte. Cuando finalmente pudimos cruzar, había muchos policías en la calle. Jerusalén era una ciudad fantasma, y como era Shabbat todo estaba cerrado”.

Jerusalén, el 7 de octubre, día de los ataques de Hamas. (Cortesía Janeth Pineda)
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Cuando regresamos al hotel, Saúl me pidió que no saliéramos, Israel había declarado la guerra a Hamas.

“Todos fuimos a las ventanas. Había incendios por todos lados. En ese momento, decidí que teníamos que salir de Israel, pero todavía pensé que si al terminar el Shabbat la calle reventaba de gente y abrían los negocios, todo iba a estar bien”.

Sin embargo, llegó la tarde y la noche, y nadie salió de sus casas. No abrió ningún negocio y no tenían dónde comer, relata la hondureña-estadounidense.

Fue cuando Janeth inició una carrera contra el tiempo para abandonar Israel.

“Pasé más de 15 horas tratando de encontrar vuelos de regreso a Los Ángeles y a Honduras. Conseguí cambiar algunos, pero faltaban para cinco personas. Amanecí el domingo 8 de octubre en el teléfono buscando vuelos”.

Dice que el guía le ofreció sacarla por barco rumbo a Chipre, ya que por tierra era muy peligroso.

“Fue su hijo Martín quien la sorprendió con una llamada desde Los Ángeles, diciéndole que le había conseguido un boleto de avión para Antalya (una ciudad situada en la costa mediterránea del suroeste de Turquía) el mismo domingo”.

El guía les sugirió salir cuanto antes al Aeropuerto Internacional Ben Gurión de Tel Aviv.

“En las calles, era un ambiente de guerra, había tanques por todas partes. El aeropuerto estaba súper resguardado. Había filas interminables de pasajeros”.

Aún cuando le aguardaban muchas horas de espera en el aeropuerto, Janeth respiró tranquila al llegar.

Esa aparente tranquilidad duró hasta que le avisaron que su vuelo lo habían atrasado de las 9:30 de la noche del domingo 8 de octubre hasta las 12:30 del lunes 9 de octubre.

“Al otro grupo con que el que venía y donde iba mi mamá también se lo atrasaron pero al menos ellos saldrían a las 5:30 de la mañana”.

En el aeropuerto pudieron comer y se tiraron a dormir en el piso.

Pero la paz que la invadió al llegar al aeropuerto de Tel Aviv se había transformado en ansiedad, más aún cuando en la sala de espera, notó que no estaba su avión; y solo faltaba 20 minutos para las 12 del mediodía. Su avión debía salir a las 12:30 pm.

Janeth Pineda, una hondureña-estadounidense estaba en Jerusalén el día de los ataques de Hamas a Israel. (Cortesía Janeth Pineda)
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Por fortuna, su madre y parte del grupo había partido rumbo a Turquía, y tenía una preocupación menos.

En minutos todo cambió. El pánico se hizo presente.

“Miré que todo mundo corría a los baños. Escuchamos decir que el aeropuerto estaba bajo ataque y había que buscar refugio. Mi prima y yo corrimos a meternos al baño. Estaba a reventar”.

Janeth dice que el terror se apoderó de ella, y pensó que estaba viviendo los últimos minutos de su vida. “Nos metimos cinco en un toilet. Nos agarramos de la mano y empezamos a orar. Yo estaba pálida. El color se me había ido. Mi prima Fátima estaba fría cuando me dijo temblando de miedo, ¡nuestros hijos Janeth!”.

En los baños se hizo un silencio total. Nadie hablaba. Había terror en la caras de los aglomerados en el lugar.

“En ese momento me empezó a vibrar el teléfono. Era mi hijo Martín desde Los Ángeles, diciéndome, ‘dime que ya no estás en Israel’. Me estaba muriendo de los nervios. No le contesté. No quería alarmarlo más”.

Fue entonces cuando escucharon un fuerte estruendo como un bombazo.

Mi cabeza era como una película. Yo pensaba que los terroristas iban a entrar y en cualquier instante nos iban a matar, o a llevar de rehenes”.

Todo ocurrió en minutos, fueron los más largos de la vida de Janeth.

“Tiempo después vimos que la gente empezó a salir del baño, y escuchamos decir que el misil fue desactivado y no alcanzó a caer en el aeropuerto”.

Janeth Pineda, una hondureña-estadounidense estaba en Jerusalén el día de los ataques de Hamas a Israel. (Cortesía Janeth Pineda)
Crédito: Cortesía

Al salir del baño, se dirigieron rápidamente a ver las pantallas de los vuelos, que les avisaban que el abordaje del avión, había cambiado de puerta y estaba a escasos minutos de salir.

Hicimos la carrera de nuestras vidas. Corrimos como locos sin pensar en nada hacia a la sala donde estaba nuestra avión. No queríamos perderlo. Nuestra oportunidad de salir de Israel se estaba terminando. Estaba cerrando la puerta cuando llegamos. Tuvimos que gritar mientras corríamos, suplicando que nos dejaran entrar. ¡Antalya! ¡Antalya! ¡Nosotros faltamos!”.

Janeth dice que los dejaron pasar sin revisar sus boletos.

“Apenas me senté en el avión, pedí un vaso de agua. Sentía que me iba a asfixiar”.

Sus miedos no terminaron al abordar el avión, por la mente de Janeth cruzó la posibilidad de que un misil alcanzara el avión.

“Cuando aterrizamos en Turquía, la gente empezó a gritar de gusto, ¡aleluya! ¡aleluya! ¡Llegamos a Turquía!”.

Janeth dice que lo primero que hicieron al pisar tierra turca fue arrodillarse y orar para dar gracias a Dios por estar sanos y salvos.

Aunque han pasado dos meses del 7 de octubre, Janeth reconoce que la experiencia todavía le aterra.

“Lloro cada vez que me acuerdo de ese momento en el aeropuerto. Doy gracias a Dios que mi madre no vivió eso, y que ya estaba en Turquía”.

Dice que aunque su esposo le había advertido en sus otros viajes a Israel, que la región era un polvorín que en cualquier momento podía explotar, jamás se imaginó pasar por una situación de vida o muerte.

“Israel es un país encantador al que viajan millones de personas de la tercera edad cada año para visitar los lugares Santos. Después de esta experiencia, no creo que vaya a regresar”.

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