Pequeña empresaria de piñatas recibe doble regalo de Navidad: residencia y casa

Más de dos décadas después de emigrar a EE UU se convierte en residente; y casi al mismo tiempo le aprueban la compra de su primera casa

Alma García, una pequeña empresaria, de origen mexicano, recibe su tarjeta de residencia. (Paulina Herrera/cortesía)

Alma García, una pequeña empresaria, de origen mexicano, recibe su tarjeta de residencia. (Paulina Herrera/cortesía) Crédito: Cortesía

Alma García tiene una razón muy poderosa para celebrar esta Navidad: serán sus primeras fiestas como residente permanente de Estados Unidos tras 28 años de vivir en las sombras; y al mismo tiempo está feliz porque con escasos días de diferencia, le aprobaron la compra de su primera casa.

“Toda la familia, vamos a celebrar la Navidad en nuestra casa nueva en Victorville”, dice Alma.

Pero además está haciendo lo que más le gusta, las piñatas que vende en su negocio Cervantes’s Party Supplies, localizado en El Monte, una ciudad en el condado de Los Ángeles.

“La época decembrina es la mejor del año para las ventas, así como el Día de Acción de Gracias”.

Alma dice que descubrió su talento para hacer piñatas cuando el proveedor que la abastecía en su tienda, le empezó a quedar mal con el suministro o no podía tenerlas a tiempo. 

“Fue entonces que decidí aprender y hacerlas yo misma. Mi especialidad son las estrellas porque son las que más pide la gente. Las decoro de acuerdo al personaje preferido que los clientes soliciten”.

Alma García en su negocio de piñatas Cervante’s Party supplies en El Monte. (Araceli Martínez/La Opinión)

El negocio de Alma comenzó con el alquiler de mesas, sillas, manteles y otros accesorios para fiestas. Posteriormente le agregó la instalación de carpas y la decoración con sábanas, y por supuesto las piñatas y los dulces.

“Empezamos a trabajar desde la casa hace 16 años, lo cual me daba tiempo para atender a mis hijos. Mi sueño de abrir una tienda se hizo realidad hace 13 años cuando nos establecimos en El Monte; y desde hace ocho años, estoy haciendo piñatas”.

Alma ha adquirido tal agilidad, que decora las piñatas en tan solo en minutos.

“Ya las tengo hechas y listas, solo para decorarlas con el personaje que el cliente prefiera. Eso depende de lo que esté de moda. Ahora piden mucho a Spiderman o a Super Mario”.

Alma García con su hijo mayor Luis Ángel Cervantes quien pidió su residencia. (Cortesía Alma García)

Esta mexicana llegó a Estados Unidos cuando tenía 17 años en 1995.

“Soy de un pueblo de Colima, México. Una vez acompañé a mi mamá a la caseta de teléfono. Iba a hablar con una de sus hermanas que vive aquí en El Monte para decirle que si la podía recibir. Mi mamá me dijo que no había trabajo en el pueblo y las cosas estaban muy difíciles, por lo que estaba pensando en emigrar”.

Alma le hizo ver a su madre que sería mejor que fuera ella quien se viniera a trabajar a Estados Unidos.

“¡Cómo crees!, me dijo. Sí, le respondí, así mis hermanitas no se quedan solas”.

Su mamá aceptó la propuesta. “Llegué a Estados Unidos con solo 17 años. Mi tía que vive en El Monte pagó $300 al coyote para que me cruzara, y me pagaba $80 a la semana por cuidarle a los niños. Entre septiembre y diciembre, solo pude mandarle dinero a mi mamá una vez porque quise darle prioridad a pagarle a mi tía por el coyote”.

Alma García muestra su tarjeta de residencia y una imagen al lado de su esposo y su hijo mayor. (Cortesía Paulina Herrera)

En diciembre su madre le dio la sorpresa que ya venía en camino con su hermana menor a vivir a Los Ángeles. Después arribó su padre hasta que toda la familia se reunificó.

“Dejé de trabajar con mi tía, cuidando a sus niños, y conseguí trabajo en la costura, donde ya me pagaban $180 por semana”.

En Los Ángeles, conoció a su hoy esposo y padre de sus cuatro hijos, Hermilo Cervantes, un inmigrante de Guanajuato, México. 

“Trabajábamos cada quien por su lado hasta que decidimos poner el negocio de renta de mesas, sillas y brincolines para fiestas. Después aprendimos a hacer las piñatas y los adornos personalizados para todo tipo de celebraciones”.

Aunque no tenían documentos, dice que la apertura de su negocio, fue posible gracias su número de identificación personal para el pago de impuestos (ITIN).

No tener papeles por más de 20 años no detuvo a Alma García de abrir su propio negocio de piñatas. (Araceli Martínez/La Opinión)

Alma es madre de cuatro hijos nacidos en Estados Unidos, cuyas edades en la actualidad van desde los 24, 18 y 13 hasta los 6 años.

“Cuando mi hijo mayor, Luis Ángel, cumplió los 21 años, solicitó mi residencia. Me ayudó que el tío con el que llegué en 1995, había hecho otra petición. Así que el proceso para hacerme residente fue rápido. Lamentablemente no tengo la felicidad completa porque mi esposo no ha podido aún obtener su residencia”.

Esta emprendedora mexicana dice que cuando le dieron la noticia de que su residencia había llegado, rompió en llanto, abrumada por el sentimiento de por fin tener un estatus migratorio en el país, que ha sido su hogar por más de dos décadas y donde nacieron sus hijos.

El abogado en migración Sergio Siderman, quien representó a Alma en su caso de residencia permanente explicó que aún cuando cada caso es diferente, la petición de residencia de parte de un familiar cercano como un cónyuge o hijo (a) que son residentes permanentes o ciudadanos de Estados Unidos, sigue siendo la forma más segura, fácil y rápida.

“Presentar el formulario es el primer paso para la petición del padre o madre por parte de un hijo (a) residente permanente o ciudadano de los Estados Unidos”.

Entre los documentos más importantes solicitados por USCIS son: copia de su certificado de nacimiento, copia de su certificado de nacimiento del padre o de la madre, copia del certificado de matrimonio de los padres (si están casados), copia del pasaporte o certificado de ciudadanía estadounidense o copia de su tarjeta de residencia legal.

Alma García descubre en Estados Unidos su talento para hacer piñatas. (Araceli Martínez/La Opinión)

No ha sido fácil

Alma reconoce que aunque estas casi tres décadas que le llevaron hacerse residente de Estados Unidos y tener un negocio familiar, no fueron fáciles, también han estado llenas de satisfacciones.

“Una de las cosas de las que más me siento orgullosa es de haber traído a toda mi familia. Mis tres hermanas son dreamers. Se han beneficiado del programa de la Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA); y han estudiado. Mis papás se divorciaron, pero se volvieron a casar y obtuvieron su residencia por medio de sus nuevas parejas”.

Además se siente muy satisfecha del negocio que comparte con su esposo, porque al ser indocumentados, lo abrieron a fuerza de mucho esfuerzo.

“En ocasiones, por temporadas he tenido que regresar a trabajar a la costura, pero a base de ahorros sin préstamos de por medio, hemos podido construir nuestro negocio”. 

Aunque recientemente los han asaltado dos veces en su negocio en El Monte, dando cristalazos a la puerta, solo para robarles bolsas de dulces, no se dan por vencidos y siguen adelante luchando por su pequeña empresa.

“De las piñatas y de la renta de materiales para fiestas ha salido para todo, para sostener a nuestra familia y para comprar nuestra primera casa en este país”.

Alma revela sin embargo que uno de sus mayores anhelos desde que vino a Estados Unidos ha sido ir a la escuela.

“No sé si ya estoy muy grande para eso, pero siento que no hablar bien inglés ha sido una traba para crecer en este país; y siempre he querido estudiar inglés para aprender a hablarlo fluido. Eso quiero hacer ahora que ya soy residente”.

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