La mortal travesía de un niño sirio de 14 años que escapó de la guerra y se ahogó cuando trataba de llegar a Reino Unido

Obada Abd Rabbo se dejó la vida en su empeño de reunirse en Inglaterra con su hermano mayor. ¿De quién fue la culpa?

El niño sirio Obada Abd Rabbo murió cuando intentaba llegar a Reino Unido.

El niño sirio Obada Abd Rabbo murió cuando intentaba llegar a Reino Unido. Crédito: BBC

La noche que se ahogó, Obada Abd Rabbo, de 14 años, volvió a tener dudas.

“No sé nadar”, les repetía una y otra vez a los hombres a su alrededor, mientras avanzaban en la oscuridad total por una resbaladiza rampa hacia las gélidas olas del canal de La Mancha.

El hermano mayor de Obada, Ayser, de 24 años, le agarraba la mano.

Esta era la tercera vez desde que habían dejado Siria nueve meses antes que se dirigían al mar, y cada vez Obada hacía las mismas súplicas ansiosas: que tenía miedo, que no sabía nadar, que no estaba seguro de hacer ese viaje.

Obada y Ayser fueron dos de las cinco personas que se ahogaron a pocos metros de la costa norte de Francia esa noche. Intentaban cruzar a Reino Unido en una pequeña embarcación unas dos semanas después de empezar 2024. Los dos hermanos fueron los primeros en morir.

Para tratar de entender cómo un niño pudo llegar a encontrarse en esta situación, la BBC reconstruyó el viaje de Obada desde Siria, utilizando videos, mensajes y entrevistas con los familiares de los hermanos y otras personas que los acompañaron.

Nuestro objetivo era explorar las decisiones desgarradoras involucradas en cada etapa.

Descubrimos la extraordinaria presión que algunos niños sufren de los padres, familiares y traficantes.

Y encontramos una historia más amplia sobre los motivos y estrategias de aquellos que buscan llegar a Reino Unido, así como el impacto de las medidas disuasorias que los gobiernos británico y de otros lugares han introducido.

Una travesía peligrosa

Obada, en fotos familiares con su hermano Ayser.

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Obada, en fotos familiares con su hermano Ayser.

En los últimos meses, los hombres que ahora rodeaban a Obada en la rampa, casi una docena de ellos provenientes del mismo vecindario en Daraa, una ciudad del sur de Siria, habían tratado de endurecerlo, diciéndole que fuera fuerte, que se cuidara, que se portara como un hombre.

Pero no estaba funcionando.

Era común que los hombres intentaran el viaje. La ruta atraviesa Libia, un país destrozado por la guerra, y a las mujeres se las considera más vulnerables a sus peligros.

Pero aquella vez había también dos madres con hijos adolescentes intentando la travesía.

El bote inflable ya estaba en el agua al final de la rampa, y algunas personas subían a bordo. Una multitud de unas 60 personas esperaba conseguir un lugar en la precaria embarcación.

Los traficantes de personas les habían entregado cámaras de aire de motocicletas a modo de flotadores y les habían dado instrucciones de no inflarlas hasta que la lancha estuviera ya rumbo a Inglaterra.

La marea menguante comenzó a tirar rápidamente de la embarcación, alejándola de la rampa hacia aguas más profundas.

Era temprano en la mañana del domingo 14 de enero y el viento había disminuido lo suficiente como para que las bandas de contrabando intentaran lanzar sus primeras travesías de 2024.

Pronto se desató una frenética carrera entre la gente que se lanzaba al mar tratando de subir a la embarcación que se alejaba de la costa. Y en medio del creciente caos, surgió una sensación cada vez mayor de confusión.

No estaban en la vasta playa que todos habían imaginado en el norte de Francia.

Los traficantes los habían llevado al centro de Wimereux, una pequeña localidad turística justo al puerto de Boulogne, y a una rampa en medio de un grueso muro de contención.

Vista del mar de Wimereux en que se ahogaron los dos hermanos sirios.

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En estas aguas de la localidad francesa de Wimereux se ahogaron los dos hermanos sirios.

No había una zona segura por la cual vadear para subirse a la embarcación que se alejaba, sino más bien una caída pronunciada desde los lados de la rampa hacia aguas profundas.

“No era lo que esperábamos”, dijo uno de los sobrevivientes.

En su habitación en el oeste de Londres, otro de los hermanos de Obada, Nada, de 25 años, miraba sin pausa su teléfono. Era la 01:00 am en Londres, las 02:00 am en Francia.

Unas horas antes, Nada había llamado a todo el grupo, que recibió su videollamada mientras se calentaba alrededor de un fuego en su campamento improvisado bajo un puente de canal en Calais. Parecían confiados acerca del viaje.

Incluido Obada, que con un gorro oscuro de punto y una bufanda azul había sonreído y levantado dos dedos frente a la cámara en señal de victoria. Su largo y difícil periplo estaba a punto de terminar.

Nada había completado la misma travesía peligrosa dos años antes, desoyendo a su padre, que en principio le instó a tener paciencia, con la esperanza de que la guerra en Siria terminara pronto.

“Pero hemos esperado 12 años y no ha terminado. No hay seguridad. No había otra forma de solicitar asilo”, recuerda Nada haberle dicho a su padre. Nada es un hombre con barba, de voz suave y alto como todos sus hermanos.

Eligió viajar a Inglaterra porque un tío suyo ya había hecho el viaje casi diez años antes y se le había concedido permiso para quedarse. Los dos llegaron ilegalmente porque, según Nada, no había alternativa.

Según Asylum Aid, una organización benéfica que proporciona asesoramiento legal especializado a personas que buscan asilo, en la práctica no hay manera de que los sirios lo pidan en Reino Unido sin viajar hasta allí.

“Necesitas matar o mueres”

Como no hay visas para solicitar asilo, la gran mayoría intenta cruzar la frontera de forma ilegal.

La reunión familiar, una de las pocas vías legales, está definida muy restrictivamente, y a menudo se rechazan las solicitudes de visado.

Un pequeño número obtiene la entrada a través de programas de reasentamiento, y las estadísticas del Ministerio del Interior muestran que, en los 12 meses anteriores a septiembre de 2023, alrededor de 325 sirios fueron autorizados a entrar por esta vía.

Más del 90% de los sirios que logran solicitar asilo en Reino Unido reciben una respuesta afirmativa debido al conflicto que aún persiste en su país.

Cuando llegó a Inglaterra, Nada les dijo a los funcionarios que había recibido amenazas de muerte en la universidad de Damasco en la que estudiaba. Lo acusaban de deslealtad al gobierno y quería evitar ser reclutado en el ejército.

“Vas al ejército y te quedas 10 años. Necesitas matar, o mueres. No queremos eso”, cuenta.

El hermano mayor de Obada, Nada.

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El hermano de Obada no quería tener que combatir, por lo que se marchó a Reino Unido.

En octubre del año pasado, a Nada le otorgaron el estatus de refugiado y el permiso para quedarse en Reino Unido durante cinco años.

Hace poco ha encontrado un trabajo en un almacén cerca de Wembley. Sigue un curso de inglés y espera traer pronto a su esposa, que se quedó en Siria, algo que como refugiado puede solicitar, y algún día poder reanudar en Inglaterra sus estudios de derecho.

Poco después de llegar a Reino Unido, Nada animó a sus hermanos, que aún estaban en casa en Daraa, a seguir sus pasos y unirse a él.

“Eres joven, puedes estudiar aquí”, le dijo a Obada por teléfono.

Varios primos también habían llegado a Reino Unido desde el inicio de la guerra civil en Siria (marzo de 2011).

Había ya toda una red de personas de Daraa, una ciudad con la reputación de ser la cuna de la revolución que intentó derrocar al régimen del presidente sirio Bashar al Assad. “Puedes hacer una nueva vida aquí”, animaba Nada a Obada.

En Daraa, Obada asistía a la escuela. Sus hermanos pensaban que era “muy bueno y muy inteligente” y esperaban que quisiera ser médico.

Era un apasionado jugador de fútbol y hablaba con entusiasmo con Nada sobre la posibilidad de asistir a un partido del Manchester City en Inglaterra.

“Tan solo era un niño”, resumió un amigo que lo conocía en Siria.

Pero hay indicios de que Obada también estaba siendo alentado a viajar, o tal vez incluso presionado, por sus padres, cada vez más desesperados.

Su padre, Abu Ayeser, tenía múltiples problemas de salud y esperaba recibir tratamiento en Reino Unido. Su madre, Um Ayeser, nos confirmó en un mensaje de video: “mi hijo pequeño se fue para poder reunirse con nosotros en el futuro”.

Un vecino de Daraa que estaba con Obada la noche en que se ahogó respaldó esa afirmación.

“Llegaría a Gran Bretaña y se reuniría con su hermano y poco después traería a su madre y padre. Esa era toda la razón por la que se fueron, para que su padre pudiera buscar tratamiento médico en el extranjero”, dijo el hombre, que nos pidió que no reveláramos su nombre.

De hecho, el plan estaba mal concebido desde el principio. Dado que ya tenía un hermano adulto en Londres, el menor de edad Obada no habría podido gestionar legalmente que sus padres lo siguieran.

Obada aún tenía 13 años cuando él y su hermano Ayser se subieron al avión que los llevó desde Damasco a la ciudad libia de Bengasi en mayo de 2023.

Los sirios no necesitan visa para viajar a Libia y un tío que trabajaba en Dubái les había ayudado con dinero.

Unirse a él en el Golfo no había sido una opción porque Dubái no tiene un sistema de asilo y Obada no habría podido asistir a la escuela allí. La familia estaba decidida a dirigirse a Reino Unido.

Gráfico que muestra el recorrido de Obada.

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Obada y su familia pasaron un largo periplo desde que salieron de Siria.

Si Obada, quizá arrastrado por las peticiones de sus padres y el entusiasmo de su hermano mayor, aún no había entendido los riesgos del viaje, pronto lo iba a hacer.

En octubre de 2023, después de meses de espera en Libia, los hermanos intentaron cruzar el Mediterráneo en una embarcación de contrabandistas que partió desde la capital, Trípoli. Pero fueron interceptados por una patrulla tunecina y devueltos a Libia, donde cayeron en manos de una milicia local.

“Estuvimos encarcelados y fuimos torturados durante un mes”, dijo un joven de 23 años conocido como Faris, un vecino de Daraa que estuvo con ellos con frecuencia en el viaje desde Siria. Dormían a ras del suelo y a menudo solo les daban de comer una vez al día un pequeño plato de pasta. Finalmente, el tío de Dubái vino de nuevo en su ayuda y los dos hermanos lograron comprar su libertad por US$900 cada uno.

En este punto, como era de esperar, Obada comenzó a expresar serias dudas sobre continuar el viaje. “Tenía miedo. Solíamos hablarle para darle fuerzas y decirle que no se preocupara por nada. Pero necesitaba a alguien que cuidara de él”, recuerda Faris.

Cuando supo que el grupo había encontrado otro traficante dispuesto a llevarlos a Italia, Obada llamó a sus padres en Siria y les dijo que este sería su último intento de cruzar el Mediterráneo. Si no lo lograba esta vez, regresaría a casa.

“Sostuvimos su mano y le dijimos, ‘Estamos contigo, no hay por qué tener miedo'”, dijo Faris, mientras el grupo subía a otra lancha inflable en diciembre.

Esta vez, tuvieron éxito, por poco. Después de 22 horas en el mar, guardacostas italianos los rescataron frente a la isla de Lampedusa. Fueron registrados por las autoridades locales, lo que les dificultaría solicitar asilo en cualquier otro país de la UE que no fuera Italia. Sin embargo, una vez les dejaron en libertad, partieron desde Bolonia, primero a Milán. Luego cruzaron la frontera con Francia.

Para entonces, el antes entusiasta Nada comenzaba a tener sus propias dudas. El gobierno británico imponía reglas cada vez más estrictas a los demandantes de asilo. Llamó a sus hermanos de nuevo.

“Les dije que fueran a Alemania o Italia. Las nuevas reglas son muy duras”.

Pero sus hermanos se negaron.

En teoría, la nueva Ley de Migración Ilegal del Reino Unido, que entró en vigor en julio pasado, negaba a Obada el derecho a solicitar asilo y permanecer en el Reino Unido. Pero debido a la falta de acuerdo aún sobre adónde enviar a aquellos que llegan en pequeñas embarcaciones lo más probable es que Obada hubiera terminado uniéndose a decenas de miles de estas personas en lo que el Consejo de Refugiados, una organización benéfica, ha descrito como “limbo permanente” que le hubiera permitido vivir en el Reino Unido, pero sin un futuro claro.

Los hermanos de Nada continuaron en tren hacia París. No conocían a nadie en el continente europeo, pensaban que lo peor del viaje había pasado y Nada, como otros familiares, estaba en Inglaterra, por lo que decidieron mantener el plan original de llegar hasta allí. “Quiero venir aquí porque tú estás aquí”, recuerda Nada que le decía Obada cuando hablaban.

Gráfico que muestra el recorrido de Obada y su hermano en Europa.

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El plan era que Obada se reuniera con su hermano mayor en Reino Unido, pero el viaje acabó en tragedia.

Así que a principios de enero, Obada, Ayser y media docena de amigos sirios llegaron a Calais, el lugar desde el que parten la mayoría de inmigrantes clandestinos que tratan de cruzar el canal de La Mancha y llegar desde Francia a Inglaterra.

Instalaron tiendas de campaña bajo un puente, tratando de evitar a la policía francesa. Los agentes aparecían de vez en cuando y les ordenaban “marcharse”.

La BBC ha hablado con una organización benéfica local que intentó ayudar al grupo en Calais.

Como era menor de edad, a Obada se le ofreció refugio, pero prefirió quedarse con su hermano.

La organización, que no se menciona debido a la sensibilidad de su trabajo, también estuvo en contacto con al menos otros dos adolescentes que luego abordarían la misma embarcación que intentó tomar Obada.

Un representante de la organización benéfica nos dijo que los traficantes en Calais impedían que algunos de estos otros chicos “decidieran por sí mismos” sobre la conveniencia de un viaje tan arriesgado y que también sentían “presión de parte de sus familias”.

Tienda de campaña de migrantes bajo un puente.

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Como muchos otros migrantes rumbo a Reino Unido, el grupo acampó en la ciudad francesa de Calais, tratando de evitar a la policía.

“Me hubiera quedado en Siria”

Otro de los chicos llamó para decir que tenía miedo y que “eran sus padres quienes lo obligaron”, cuenta uno de los voluntarios de esta asociación.

Había pasado más de una semana cuando los traficantes, a los que habían pagado 2,000 euros cada uno, unos $2,162, dieron instrucciones al grupo de que se preparara para la travesía final.

El pronóstico era bueno y partirían el sábado por la noche.

El viento había amainado. Pero la temperatura apenas superaba el punto de congelación, y el agua del mar estaba a unos 7 °C.

En la oscuridad, en Wimereux, Obada intentó unirse a la multitud de personas que se esforzaban por abordar la barca inflable mientras se alejaba de la rampa.

Pero de inmediato, él y Ayser se dieron cuenta de que el agua los cubría por completo y comenzaron a bracear en el frío mar.

“Empezaron a gritar pidiendo ayuda”, dijo Faris, que logró subir de nuevo a la rampa y ya estaba ayudando a sacar a otra gente del agua.

Pero la oscuridad le impedía distinguir de dónde venían los gritos de Obada.

“No podía verlos más. Desaparecieron en el agua. El agua los arrastró, y no podía alcanzarlos. No sabíamos que sería así de profundo”, dijo.

La policía francesa patrullaba cerca.

El financiamiento adicional de Reino Unido ha permitido a Francia aumentar el número de agentes en la región, pero aún no son suficientes para vigilar cada sección de los aproximadamente 150 km de costa que ahora utilizan los traficantes de personas.

Un helicóptero de la Marina y una patrullera llegaron al lugar a las 02:15 am. Los efectivos de rescate ayudaron a tratar a 20 migrantes que sufrían de hipotermia. Pero Obada no estaba entre ellos.

“Puedo seguir escuchándolo en mi cabeza, los gritos, los gritos hacia la muerte, podrías decir”, recordó el sargento mayor Maxime Menu, que se sumergió en el agua helada en otra misión de rescate en la misma área esa noche.

Unos minutos después, Nada recibió una llamada telefónica en Londres.

“Los dos se han ido”.

Era otro de los sirios del grupo quien llamaba. Había logrado sacar a Ayser del agua, pero fue demasiado tarde. El cuerpo de Obada fue luego arrastrado a la orilla. Incapaces de nadar, ambos se habían ahogado a unos 10 metros de la rampa.

En su pequeño apartamento, Nada se desploma en lágrimas al recordar aquella llamada. Solloza y su pecho se agita.

Se seca los ojos antes de afirmar: “De haber sabido lo que les iba a pasar a Ayser y Obada, me hubiera quedado en Siria”.

Le hago más preguntas:

¿Desearías que Obada también se hubiera quedado en Siria?

“Sí”.

¿Te sientes culpable por haberlo animarlo a hacer el viaje?

“Sí. Sí”, dijo.

Dos jóvenes de espaldas miran al mar en que se ahogó Obada.

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Muchos migrantes tratan de cruzar desde el norte de Francia hacia Inglaterra.

La tarde siguiente, alrededor de 100 personas de Calais y un puñado de migrantes se reunieron en el centro de la ciudad para guardar un minuto de silencio por los cinco fallecidos y agregar los nombres de Obada y Ayser a la larga lista de los que han muerto intentando cruzar el Canal en los últimos años.

“La mayor culpa es de las leyes de Europa que hacen imposible la vida de los refugiados, que no les dan ningún derecho, que hacen su vida aquí en Calais y en todas las fronteras imposible. Y debemos recordarlo. Es culpa de las leyes europeas”, dijo una mujer francesa a los concentrados.

Desde Daraa, los padres de Obada nos enviaron un video de la habitación vacía de su hijo.

“Queremos ver a mis hijos por última vez. Esta es mi única petición. El pequeño tenía 14 años. Quiero verlo antes de que lo entierren”, dijo su madre, Um Ayeser, entre sollozos.

“Soy un hombre enfermo. Necesito oxígeno para respirar”, dijo su padre, Abu Ayeser.

¿Cómo se debería juzgar la historia de Obada?

Muchas personas se sentirán inclinadas a criticar a sus padres por poner en riesgo la vida de un niño en un viaje tan peligroso.

Otros, especialmente aquellos con experiencia directa en zonas de guerra como Siria, podrían argumentar que una decisión así refleja la desesperación de su familia.

Lo más probable es que Obada y su hermano sean enterrados en Calais en los próximos días.

Las autoridades francesas dijeron que no es posible transportarlos a Reino Unido, y los costos de enviarlos a Siria, según Nada, son demasiado altos para siquiera contemplarlos.

Línea gris.

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