El Cártel de Tijuana, la organización criminal que rompió los códigos del narco y tiñó de sangre México

Hace dos décadas los cárteles de la droga en México tenían acuerdos que se respetaban y les permitían operar sin la violencia que se vive ahora, pero el cártel de los hermanos Arellano Félix rompió dichos acuerdos y todo cambió

Benjamin Arellano Felix

Los hermanos Ramón y Benjamín Arellano Félix intentaron asesinar al Chapo. Crédito: AP

Hace varias décadas en México el narco no era el cáncer que es en la actualidad, si bien los cárteles se enfrentaban de forma violenta, existían códigos y los civiles por lo general no sufrían por las disputas, las víctimas colaterales no eran una constante, pero una organización criminal abrió una zanja por la que se coló todo el mal, convirtiendo aquel país en abismo.

Se trata del Cártel de Tijuana, también conocido como el de los Arellano Félix, el cual fue el primero en romper los códigos establecidos en el crimen organizado del Siglo XX, dando paso a la brutalidad que en la actualidad acapara los titulares de noticias.

Al respecto, el sitio InSight Crime explicó que la captura de Miguel Ángel Félix Gallardo fue un parteaguas entre la vieja forma de operar de los cárteles y lo que conocemos ahora.

“Una vez en la cárcel, Félix Gallardo convocó a una reunión de sus socios en Acapulco, con el fin de dividir los territorios: Guzmán Loera y su socio, Héctor Luis Palma Salazar, recibirán zonas de Baja California y Sonora; Rafael Aguilar Guajardo el área comprendida entre Juárez y Nuevo Laredo; los hermanos Arellano Félix, por su parte, se harían cargo de Tijuana”, detalló el medio citado.

La ambición que causó enfrentamientos

El plan era que el trasiego de drogas siguiera funcionando como antes, pero como las cabezas estaban en la cárcel se designó a otras personas al frente del lucrativo, pero ilícito negocio. El dinero corría por montones y los Arellano Félix no querían compartir su parte.

Así comenzó una cruenta lucha contra Joaquín “El Chapo” Guzmán y Héctor “El Güero” Palma, quienes después fundaron el Cártel de Sinaloa. Lo asesinatos y venganzas entre ellos dejaron uno de los capítulos más tristes en la historia del narco: el asesinato de la esposa y los pequeños hijos de Palma, quien actualmente sigue en prisión.

Un capo venezolano sedujo a la esposa de “El Güero”, Guadalupe Laija, quien la convenció de huir con él a Venezuela, pero al llegar al país sudameicano la mujer fue asesinada, su cabeza se le envió en una hielera a Palma junto con un video en donde se veía que lanzaban a los pequeños desde un puente de 100 metros de altura.

Hasta ese momento, en “La Vieja Guardia” el código era no meterse con la familia, padres e hijos eran respetados, pero los Arellano Félix lo quebraron y la venganza del Güero no se hizo esperar; mujeres, niños, policías y civiles murieron en ella.

Los cruentos crímenes

Durante el periodo de guerra entre el Cártel de Tijuana y el Cártel de Sinaloa los hermanos Ramón y Benjamín Arellano Félix intentaron asesinar al Chapo, pero en su lugar mataron al cardenal José Jesús Posadas Ocampo, crimen que puso en la mira a Guzmán Loera, y por el cual fue detenido por primera vez en 1993.

Al caer los dos hermanos –uno muerto y otro en la cárcel– Francisco, otro de los Arellano Félix tomó el control, con él comenzaron los ataques a periodistas y fue asesinado el cofundador del semanario Zeta, Francisco Ortiz, quien evidenció que el narco se infiltró al Gobierno de Baja California.

Para aquel entonces más grupos criminales habían aparecido, algunos tan sanguinarios como Los Zetas, y las alianzas no se hicieron esperar. Las balaceras ya eran algo común, pero comenzaron las desapariciones y los métodos para eliminar el rastro de la gente, como el disolver los cuerpos en ácido, una técnica atribuida también al Cártel de Tijuana.

Aunado al inicio de la Guerra contra el narco, la violencia de los cárteles comenzó a dejar cuerpos colgados como en la época de la Revolución Mexicana, decapitaciones, desmembramientos, cocinas para deshacer cuerpos, masacres y toda la maldad que, tras casi dos décadas, no se va y se acrecenta.

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