La necesidad de una fuerza laboral diversa en el trabajo con personas mayores
La cara del envejecimiento está cambiando y también debe cambiar la cara de la gerontología, especialmente en niveles ejecutivos y liderazgo. Al promover la diversidad del cuidado y presentar a más personas a este campo, podemos asegurar que todos reciban cuidado adecuado en sus años crepusculares
Mi camino hacia la gerontología, la ciencia de estudiar los cambios al envejecer, fue moldeado por la discriminación que enfrenté como inmigrante. Desde insultos hasta los desafíos económicos de mis padres envejecientes, experimenté los prejuicios raciales, étnicos y basados en la edad. Estas experiencias subrayaron la necesidad de afrontar las desigualdades sistémicas que perpetúan la inseguridad económica entre las personas de la tercera edad.
Presenciar el edadismo, como cuando despidieron a mi padre después de dedicar más de 30 años a su trabajo, resaltó los prejuicios sistémicos que perpetúan las desigualdades en el envejecimiento.
Ingresar a la gerontología no fue solo una elección de carrera para mí; se convirtió en una misión para cerrar la brecha de diversidad en un campo que carece en gran medida de representación, a pesar de la vibrante demografía de California. California es un testimonio de diversidad, con aproximadamente el 40% de su población identificándose como latino, el 35% como blanco, el 15% como asiático americano o isleño del Pacífico, el 5% como negro, y el 4% como multirracial. A pesar de esta diversidad, el campo de la gerontología sigue siendo predominantemente blanco. Esta falta de diversidad limita nuestra meta de satisfacer las necesidades de una población envejeciente cada vez más diversa.
Como líder latino en gerontología, he sido testigo del impacto transformador de la representación. Cultivar una fuerza laboral que refleja a las comunidades a las que sirve fomenta la confianza entre los cuidadores y las minorías envejecientes. Comprender los matices culturales, hablar el idioma del paciente y reconocer sus experiencias vividas son aspectos críticos que a menudo se pasan por alto en entornos de atención homogéneos. Al diversificar la fuerza laboral, podemos garantizar que cada anciano reciba atención que no solo sea médicamente competente, sino también culturalmente sensible.
Es hora que las organizaciones, las instituciones educativas y los encargados de formular políticas prioricen la diversidad y la inclusión en la gerontología. Al invertir en iniciativas de reclutamiento, retención y desarrollo profesional que apoyen a profesionales de grupos minoritarios en gerontología, podemos construir un campo más equitativo y receptivo que realmente sirva a todos las personas mayores.
La cara del envejecimiento está cambiando y también debe cambiar la cara de la gerontología, especialmente en niveles ejecutivos y liderazgo. Al promover la diversidad del cuidado y presentar a más personas a este campo, podemos asegurar que todos reciban cuidado adecuado en sus años crepusculares. Es hora de romper barreras y forjar un camino hacia una atención gerontológica inclusiva y equitativa para todos.