El COVID prolongado afecta al 8,4% de los adultos estadounidenses

En EE.UU. revela que el 8,4 % de adultos sufre COVID prolongada, destacando disparidades en edad, género, ingresos y ubicación rural-urbana

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Crédito: PeopleImages.com | Shutterstock

En un reciente estudio publicado en JAMA Network Open, investigadores de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) analizaron la prevalencia e impacto de la enfermedad pos-COVID-19, también conocida como COVID prolongada, entre adultos en los Estados Unidos. La investigación utilizó datos representativos a nivel nacional de la Encuesta Nacional de Entrevistas de Salud (NHIS) de 2023, enfocándose en los efectos persistentes de esta condición en las actividades diarias de quienes la padecen.

La COVID prolongada, que incluye síntomas como fatiga extrema, dificultades de concentración y problemas respiratorios, afecta a una proporción considerable de la población. Los investigadores definieron esta enfermedad como síntomas que persisten durante tres meses o más después de la infección inicial por el virus SARS-CoV-2. Aunque estudios previos destacaron su presencia, el conocimiento sobre su impacto detallado en la vida cotidiana y su prevalencia en distintos grupos demográficos sigue siendo limitado.

Según los hallazgos, el 8,4 % de los adultos estadounidenses reportó síntomas asociados a la COVID prolongada, mientras que el 3,6 % indicó que esos síntomas persistían. Entre estos últimos, el 2,3 % aseguró que sus actividades diarias se veían afectadas de manera significativa. La encuesta reveló que las mujeres, los adultos de entre 35 y 64 años, y las personas bisexuales mostraron las tasas más altas de incidencia.

El estudio también identificó importantes disparidades socioeconómicas y demográficas. Los ingresos familiares más bajos se asociaron con una mayor prevalencia de la COVID prolongada, al igual que la residencia en zonas rurales. Por el contrario, los adultos que viven en áreas urbanas y aquellos con niveles económicos más altos mostraron tasas significativamente menores.

Además, se observaron variaciones importantes según raza y etnia. Los adultos hispanos, así como los indios americanos y nativos de Alaska no hispanos, registraron mayores tasas de COVID prolongada y limitación de la actividad. En contraste, los adultos asiáticos no hispanos reportaron las tasas más bajas, sugiriendo que las disparidades raciales también desempeñan un papel relevante en la incidencia y el impacto de esta condición.

El estudio no solo evaluó la prevalencia, sino también la severidad de los síntomas. Alrededor del 65 % de quienes padecen COVID prolongada actualmente indicaron que sus actividades diarias estaban limitadas de alguna forma. Los síntomas, clasificados como limitantes en distintos grados, han demostrado tener un impacto significativo en la calidad de vida de los afectados, reflejando la necesidad de intervenciones específicas.

Los investigadores utilizaron análisis estadísticos avanzados para garantizar que los resultados fueran representativos de la población estadounidense. Factores como el sexo, la edad, la raza, los ingresos y la urbanización se incluyeron en el análisis para identificar patrones significativos. Sin embargo, los resultados se basaron en síntomas autodeclarados, lo que representa una limitación, ya que pueden surgir inconsistencias debido a la subjetividad en la autopercepción y la declaración de los síntomas.

Las implicaciones del estudio son significativas para las políticas de salud pública y la planificación de recursos. Al comprender mejor qué grupos son más vulnerables, se pueden diseñar estrategias para mitigar los efectos a largo plazo de la COVID prolongada. Los hallazgos sugieren que las personas en áreas rurales, aquellas con bajos ingresos y los grupos demográficos históricamente marginados podrían beneficiarse de un mayor enfoque en la atención y el apoyo.

Además de identificar las disparidades existentes, los investigadores destacaron la necesidad urgente de contar con datos estandarizados y clínicamente validados. Esto permitiría reducir las inconsistencias en la estimación de la prevalencia y profundizar en la comprensión de cómo los síntomas afectan a distintas poblaciones. En última instancia, tales esfuerzos pueden facilitar intervenciones más efectivas y equitativas.

El estudio concluyó subrayando la importancia de abordar las desigualdades que perpetúan la carga de la COVID prolongada. Dado su impacto sustancial en la vida cotidiana de quienes la padecen, el reconocimiento y la adaptación de políticas para aliviar estas desigualdades podrían marcar una diferencia tangible en la calidad de vida de millones de personas en los Estados Unidos.

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