Reviviendo la guerra contra el narco
La cobertura de la prensa internacional sobre México da la impresión de que el sistema político mexicano está completamente dominado por el narco
En los primeros días del año, apareció en Hermosillo, Sonora, lo que se conoce como una “narco-manta” con un mensaje de amenaza contra el popular cantante Natanael Cano, autor de los famosos “corridos tumbados” (que celebran al crimen organizado), otros artistas/músicos locales e influencers. Se les acusaba de “apoyar económicamente y con influencias en el gobierno” al grupo delincuencial de “Los Salazar”. Esta agrupación ha extendido recientemente su influencia y su virulencia de forma espectacular—y para algunos, inexplicable sin protección política. El estado fronterizo de Sonora ha vivido recientemente una violencia atroz, supuestamente vinculada al narcotráfico en algunas de sus regiones estratégicas. La popularidad de Natanael y los narcocorridos, así como el avance meteórico de los Salazar en el mundo delincuencial mexicano son aparentemente sorprendentes, pero quedan muy bien encuadrados en la narrativa que revive la llamada “Guerra contra el Narco” en México.
El reciente affaire de la “detención” o “entrega pactada” en Estados Unidos de Ismael “El Mayo” Zambada y un Chapito, así como la violencia extrema que esto detonó en Culiacán, Sinaloa y sus alrededores, vuelven a poner al “narco” en el centro de la discusión y el análisis de los mayores riesgos a la seguridad que enfrenta la nación. La cobertura de la prensa internacional sobre México da la impresión de que el sistema político mexicano está completamente dominado por el narco, el cual llega a corromper a políticos de todo tipo, a gobernadores e incluso (aunque sin pruebas) al hoy expresidente de México, Andrés Manuel López Obrador. Todo ello ocurre en un momento en que la administración entrante en Estados Unidos culpa al narco mexicano, casi en exclusiva, por la crisis del fentanilo que aqueja a la sociedad de ese país. Es en este contexto, que se propone declarar, desde el vecino país del norte, una guerra contra los cárteles que incluiría quizás una intervención del ejército estadounidense en territorio de México.
Lo anterior se apoya por imágenes sangrientas, videos de la capacidad armada del narco y los enfrentamientos entre grupos criminales paramilitares (que algunos denominan cárteles). Al mismo tiempo, se mantiene la historia—que se manufactura desde las agencias estadounidenses—de que ahora el mayor negocio del supuesto narco mexicano resulta de recibir precursores de Asia para elaborar fentanilo y producirlo en laboratorios clandestinos en diversas partes de México. La violencia en el país, aunque a la baja, sigue siendo explicada—según narrativas oficiales—por el tema del “narco” predominantemente. En medio de esto, el presidente electo Donald Trump amenaza a México con una incursión armada en México, si no puede el gobierno mexicano lidiar con sus “bad hombres”. A ello responde presto el gobierno de Sheinbaum con un despliegue militar extraordinario en los lugares más calientes de México. Arrestos, decomisos de droga y cierre de los llamados “narcolaboratorios” se operan para tener contento a quien asumirá como el presidente de Estados Unidos el 20 de enero. Al mismo tiempo, se continúa abriendo la puerta al entrenamiento de las fuerzas armadas mexicanas por personal militar estadounidense.
Así, en un contexto que glorifica al narco, por un lado, con los corridos de Natanael Cano, se insiste desde Estados Unidos, por el otro lado, que se reanude la guerra contra el narco. Entonces, se proponen medidas “antinarco” como las de antaño, es decir, como aquellas que operaron Felipe Calderón y su equipo, incluyendo a Genaro García Luna, en cercanísima coordinación con el gobierno estadounidense. Al parecer, los elementos de la “nueva estrategia de seguridad” en el llamado “segundo piso” de la Cuarta Transformación no distan mucho de los que caracterizaron al sexenio de Calderón. Y el contexto es similar: paramilitares criminales operando en diversas regiones del país, brutalidad extrema en esos lugares, multiplicación de “narcolaboratorios”, la utilización de “narcomantas” para amenazar a actores relevantes, despliegue militar como respuesta, y entrenamiento castrense por parte de nuestros vecinos del norte (con la venta masiva del armamento correspondiente). Así, en un esquema de violencia real, alimentada por el paramilitarismo criminal y la propaganda, revive en el México de Sheimbaum la “Guerra contra el Narco”.
(*) La Dra. Guadalupe Correa-Cabrera es profesora de la Escuela Schar de Política y Gobierno en la Universidad George Mason.
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