Un negocio que mantiene la unidad familiar, mientras sirve a la comunidad 

Ashley y Chucho, una tienda rodante en Anaheim que además de vender, escucha a sus clientes

Jesús Hernández y Martina Estrada.

Jesús Hernández y Martina Estrada. Crédito: Isaac Ceja | Impremedia

Algunos clientes de todas edades caminan hacia la tienda rodante (troca de productos) del vecindario donde son recibidos con una sonrisa de la señora que conocen como “Ashley” y pueden comprar fruta, bolsas de papitas, dulces mexicanos, refrescos, medicinas y agua entre otras chucherías y antojos. 

Además de ser la tienda rodante exclusiva del vecindario en la ciudad de Anaheim, también es un espacio donde algunos clientes se desahogan. 

A pesar de que la mayoría de ellos no saben el nombre verdadero de la emprendedora, dueña de la tienda, ella se siente muy apreciada cuando dicen que la extrañaron o se preocuparon por “Ashley” cuando la tienda rodante no llegaba al vecindario. 

“El nombre de Ashley es el de mi niña, que es el nombre que tiene la troca y mi esposo es Chucho”, explicó Martina Estrada, dueña de la tienda. 

La tienda rodante de productos llamada Ashley y Chucho fue iniciada por Estrada y su esposo Jesús Hernández. Ellos la estacionan en un complejo de departamentos donde han operado por los últimos 8 años y donde ya son muy conocidos por la comunidad. 

Martina Estrada desde su negocio en Anaheim.
Crédito: Isaac Ceja | Impremedia

En un lado se puede ver la fruta, dulces en tarros de cristal y otras botanas disponibles, mientras por el otro lado se ve un gran trabajo de pintura de un guerrero águila que adorna la camioneta. 

Mientras Estrada trabaja en la troca y atiende a sus clientes, Hernández se va a surtir de producto que les ayuda a tener siempre lo que sus clientes les solicitan. 

De acuerdo con Hernández, su negocio comenzó hace más de 10 años cuando su hija tuvo la idea de vender ligas con figuras que eran muy populares en ese entonces. 

La familia se fue a Los Ángeles con $25 para comprar la mercancía y vender ligas, el mismo día vendieron todo y regresaron a Los Ángeles con $60 para invertir sus ganancias en más material. 

“Vimos que generaba ingresos y de ahí empezamos a meter más juguetitos para los niños. En ese tiempo mi hermana me dio permiso de vender juguetes en su negocio”, explicó Hernández, quien junto a su esposa trabajaban en el negocio de su hermana en el 2003. 

Fue entonces cuando les llegó la idea de tener su propio negocio y empezaron a ahorrar dinero para poder comprar su propia camioneta. 

Cuando la oportunidad surgió, la familia estaba lista, pero necesitaban una licencia de conducir.  

Fue entonces cuando Estrada empezó a estudiar para su examen escrito, pero a pesar de sus esfuerzos, falló la primera vez. Sin darse por vencida, ella siguió estudiando y en la tercera ocasión finalmente lo aprobó.  

No obstante, la mexicana siempre quiso ser enfermera, posiblemente por eso se mantiene con mucha paciencia cuando llegan sus clientes y le empiezan a compartir sus problemas personales. Ella simplemente los escucha. 

“A lo mejor no soy enfermera en un hospital, pero soy enfermera aquí en mi troca”, dijo la emprendedora. 

Estrada habla con sus clientes con cariño, situación que les hace ganar su confianza y los convierte en fieles clientes que los hace regresar a la tienda a comprar.  

En ocasiones ha hablado con jóvenes que andaban en malos pasos, pero casualmente, años más tarde, tomaron la senda del bien y han regresado a darle las gracias por haberlos escuchado. 

“Hay una señora que me dice, ‘sabes Ashley, tan solo con venir a compartirte mis problemas, creo que ya me sané’ y le digo pues ya le voy a cobrar”, dijo Estrada entre risas. 

Para Hernández, lo que más le gusta es poder trabajar con su esposa y tener un negocio familiar. Ellos se conocieron hace 26 años cuando trabajaban juntos en una fábrica. 

Ambos subrayan que la inspiración y motivación para seguir adelante con su negocio siempre vino de su hija Ashley, quien hoy en día estudia para ser anestesióloga. 

“Que lo hagan, que se animen, que se arriesguen, que vale la pena porque al final del día será su propio negocio”, dijo Hernández como un consejo para los que quieran hacer su propio emprendimiento. “Ganen poco o mucho, pero es para ellos”. 

Uno de los cambios que Hernández ha notado en el vecindario de Anaheim, es la llegada de más clientes centroamericanos que buscan productos típicos de sus respectivos países como un refresco de sabor piña Tiky, chips de plátano, salsas y más. 

En el futuro, el emprendedor dice que la familia busca tener un local donde podrá proporcionar más productos para todos sus clientes, viejos y nuevos, y seguir trabajando en familia. 

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