Automotrices presionan a Trump porque temen bancarrotas

Fabricantes como Toyota, GM y Volkswagen advierten que los nuevos aranceles impuestos podrían llevar a despidos masivos y causar quiebras

Planta de Toyota

Planta de Toyota. Crédito: Toyota. Crédito: Cortesía

En las últimas semanas, el clima de tensión ha vuelto a instalarse entre la industria automotriz y la Casa Blanca. Bajo la administración del presidente Donald Trump, los aranceles del 25% a los vehículos y componentes de autos importados han provocado una reacción inmediata en uno de los sectores industriales más sensibles de Estados Unidos.

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No se trata únicamente de cifras o porcentajes. Las advertencias que se han conocido en los últimos días apuntan a una consecuencia mucho más tangible: el riesgo real de que algunas automotrices entren en bancarrota si no se revierte esta política arancelaria.

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Un grupo de presión compuesto por doce asociaciones de la industria ha elevado una carta formal al mandatario exigiendo una reevaluación urgente.

Entre los firmantes de esa misiva se encuentran nombres de peso como Toyota, General Motors, Hyundai y Volkswagen, todos ellos afectados de manera directa por las medidas impuestas.

Cadillac Escalade General Motors
Cadillac Escalade. Crédito: General Motors.
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La carta alerta sobre despidos masivos, caída en la inversión extranjera y deslocalización de operaciones como posibles consecuencias si no hay un giro en el enfoque actual.

El presidente Trump, sin embargo, no parece dispuesto a dar marcha atrás. En su discurso reciente ante la Cámara de Comercio en Ohio, calificó la implementación de los aranceles como “el Día de la Liberación” para la industria estadounidense. Una declaración que contrastó de inmediato con las respuestas de ejecutivos de primer nivel.

Elon Musk, CEO de Tesla y otrora consejero informal del presidente, rompió el silencio y se mostró crítico con la política proteccionista: “Siempre le aconsejé a Trump una política de libre comercio. Esto perjudica a todos, incluso a nosotros”.

Y fue más allá, dejando entrever su frustración con quienes justifican esta estrategia, al señalar que “el padre de los aranceles no entiende cómo funciona el mundo moderno”.

La tensión entre ideología y realidad económica parece haberse intensificado con esta nueva oleada de restricciones comerciales. Para Musk y otros líderes del sector, no hay duda: este camino traerá consecuencias negativas inmediatas.

A nivel macroeconómico, las asociaciones industriales calculan que los aranceles podrían encarecer los vehículos importados en hasta $6.000 dólares por unidad, afectando directamente al consumidor final y reduciendo la competitividad del mercado estadounidense frente a regiones como Europa y Asia.

En el plano laboral, las estimaciones son igualmente alarmantes. Un informe elaborado por la Alianza para la Innovación Automotriz sostiene que podrían perderse hasta 400.000 empleos si los aranceles se mantienen sin ajustes en los próximos dos años.

El Hyundai Inster brilla en los World Car Awards
El Hyundai Inster brilla en los World Car Awards. Crédito: Hyundai.
Crédito: Cortesía

Las plantas más afectadas serían las del sur del país, donde marcas como Nissan, Honda y BMW tienen centros de ensamblaje que dependen en gran medida de piezas extranjeras.

El argumento de la Casa Blanca es claro: se busca incentivar la producción local y reducir la dependencia del extranjero. Pero hasta los propios fabricantes admiten que una relocalización de esa magnitud tomaría años y requeriría inversiones de miles de millones de dólares, algo inviable en el contexto actual.

“Todavía no nos recuperamos del impacto de la pandemia de 2020. Es una herida abierta”, afirmó un portavoz de Hyundai Motor America, quien además añadió que “empujar a las compañías a una reconversión forzada puede ser el golpe de gracia para muchas de ellas”.

Las tensiones también han alcanzado la esfera internacional. China, uno de los principales afectados por las nuevas tarifas, ha respondido con aranceles espejo del 125% a productos automotrices estadounidenses. El presidente Xi Jinping fue tajante: “No vamos a someternos a las maniobras de presión de Estados Unidos. Llevamos siete décadas siendo autosuficientes”.

Esta postura firme del gobierno chino podría provocar un reordenamiento global de las cadenas de suministro.

Algunas marcas ya analizan relocalizar su producción hacia mercados con menor riesgo arancelario, como México o Turquía, lo cual significaría una pérdida directa para la economía estadounidense.

Europa, por su parte, también ha recibido advertencias desde Washington. La administración Trump considera que los subsidios europeos a la movilidad eléctrica representan una competencia desleal y está evaluando nuevas tarifas a vehículos provenientes de Alemania, Francia y España. Las conversaciones con Bruselas, sin embargo, han sido poco fructíferas.

Mientras tanto, en el otro frente, China y la Unión Europea han avanzado en un posible acuerdo que pondría un precio mínimo a los coches eléctricos chinos vendidos en el continente europeo, lo que evitaría aplicar aranceles que ya alcanzan el 45,3%.

Los analistas coinciden en que la escalada arancelaria puede tener efectos de largo plazo en la estructura misma del comercio global. “Estamos ante una reconfiguración del tablero”, sostiene Rachel King, economista jefe de Bloomberg Economics. “Si Estados Unidos se mantiene en esta línea, los fabricantes buscarán nuevos centros de producción, y eso no será fácil de revertir después”.

Volkswagen Jetta GLI 2025
Volkswagen Jetta GLI 2025. Crédito: Volkswagen.
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En definitiva, el objetivo de “America First” en lo económico parece haberse convertido en una espada de doble filo. El impulso a la producción nacional, tan defendido por Trump, podría llevar a una desaceleración generalizada si los costos se disparan y las inversiones se repliegan.

“Nos enfrentamos a una situación crítica”, declaró Jim Farley, CEO de Ford, en una reciente entrevista. “No se trata solo de números, sino de empleos, innovación y supervivencia de empresas centenarias. Necesitamos que el presidente escuche”.

Ahora, la industria espera y lo hace con preocupación. Porque lo que está en juego no es solo una balanza comercial: es el futuro de un ecosistema industrial que da empleo directo e indirecto a más de 10 millones de personas solo en Estados Unidos.

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