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Un dispositivo implantado restaura la función del brazo luego de una lesión de la médula espinal

Una nueva terapia con estimulación del nervio vago mejora la movilidad de brazos y manos en pacientes con lesión medular, según estudio de UT Dallas

Células madre pueden recuperar tejidos de la médula espinal

Las terapias con células madre podrían desempeñar un papel crucial en la recuperación de las funciones motoras y sensoriales. Crédito: Dharmapada behera | Shutterstock

Un grupo de científicos de la Universidad de Texas en Dallas ha logrado un avance significativo en el tratamiento de lesiones medulares incompletas, con resultados que podrían cambiar radicalmente la rehabilitación de personas con movilidad reducida en brazos y manos.

El hallazgo, publicado el 21 de mayo en la revista Nature, demuestra que una terapia combinada de estimulación del nervio vago con ejercicios personalizados de rehabilitación permite recuperar funciones motoras que antes parecían perdidas.

El estudio involucró a 19 personas con lesiones cervicales crónicas e incompletas en la médula espinal, quienes se sometieron a un protocolo de 12 semanas de terapia progresiva.

Durante el tratamiento, los participantes realizaron tareas específicas como videojuegos que activaban los movimientos de las extremidades superiores, y a la vez recibían estimulación eléctrica mediante un dispositivo implantado en el cuello.

Este pequeño aparato está diseñado para enviar impulsos eléctricos al nervio vago en momentos precisos, es decir, cuando el paciente lograba realizar un movimiento exitoso.

Esta técnica, conocida como estimulación del nervio vago de circuito cerrado (CLV, por sus siglas en inglés), busca reforzar la plasticidad del cerebro y permitir que se restablezcan conexiones interrumpidas por la lesión.

Aunque anteriormente ya se había aplicado en pacientes con secuelas de accidente cerebrovascular, este estudio representa la primera vez que se aplica con éxito en personas con daño medular.

La terapia sin estimulación no ayudó

El Dr. Michael Kilgard, autor principal del estudio y profesor de neurociencia, explicó que a diferencia de otras terapias, en este caso los beneficios solo se observaron cuando se incorporó la estimulación eléctrica.

“En estudios previos sobre accidentes cerebrovasculares, la rehabilitación por sí sola generaba mejoras, y la CLV potenciaba esas mejoras. Aquí, la terapia sin estimulación no ayudó en absoluto. Fue la combinación con CLV lo que marcó la diferencia”, detalló.

La investigación incluyó una fase de control con placebo. Nueve de los participantes recibieron una versión simulada de la estimulación durante las primeras sesiones, lo que permitió comparar resultados y confirmar la efectividad del tratamiento.

Al final del protocolo completo, todos los pacientes mostraron mejoras significativas en fuerza, velocidad, amplitud de movimiento y habilidades funcionales en las manos y brazos.

El dispositivo CLV implantable fue desarrollado por el Dr. Robert Rennaker, ingeniero biomédico y profesor de neurociencia, quien destacó que esta nueva versión es 50 veces más pequeña que los modelos anteriores y compatible con procedimientos como resonancias magnéticas.

Además, resaltó el valor que estas mejoras tienen para la vida diaria de los pacientes. “Les permite volver a realizar tareas cotidianas que habían dejado de ser posibles, como vestirse solos o preparar alimentos”.

El estudio también es relevante por su diversidad, participaron adultos de entre 21 y 65 años que habían sufrido la lesión entre uno y 45 años atrás. Ni la edad ni el tiempo transcurrido desde el accidente afectaron la eficacia del tratamiento.

La Dra. Jane Wigginton, coautora del estudio y directora médica del Centro para la Salud Cerebral, calificó los resultados como “extraordinarios” y destacó su importancia para pacientes sin alternativas terapéuticas actuales.

Este trabajo representa más de una década de investigación liderada por el Texas Biomedical Device Center (TxBDC) en colaboración con instituciones como el Centro Médico de la Universidad de Baylor y el Instituto de Rehabilitación Baylor Scott & White. El siguiente paso es un ensayo clínico de fase 3 con 70 participantes, que será decisivo para buscar la aprobación de la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) en EE. UU.

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