Depresión persistente: por qué cuesta tanto diagnosticarla
Especialistas advierten que aunque la distimia es más leves que una depresión mayor, sus síntomas son crónicos y a largo plazo deterioran la calidad de vida

Las mujeres son de dos a tres veces más propensas a ser diagnosticadas con TDP Crédito: Pexels
Hay personas que pasan la mayor parte del día tristes y aprenden a vivir con eso. La emoción no los paraliza, pero tampoco se va fácilmente y con el tiempo se vuelve cada vez más pesada. Esta tristeza prolongada es un rasgo característico del trastorno depresivo persistente (TDP), conocido popularmente como distimia.
El Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5) define esta condición como un estado de ánimo deprimido o irritable que se mantiene por lo menos un año en niños o adolescentes y dos años en pacientes adultos, acompañado por al menos dos síntomas adicionales, como:
- Falta de apetito (o comer en exceso.)
- Insomnio (o dormir demasiado.)
- Fatiga.
- Baja autoestima.
- Dificultad para concentrarse y tomar decisiones.
- Sentimientos de desesperanza.
Distimia y depresión mayor ¿en qué se diferencian?
La distimia y la depresión mayor son dos trastornos del estado de ánimo que si bien comparten ciertas características, se diferencian principalmente por la gravedad, duración y número de síntomas.
De acuerdo a los criterios diagnósticos establecidos por el DSM-5, un episodio de depresión mayor presenta síntomas intensos e incapacitantes, que deben prolongarse al menos por dos semanas consecutivas.
En contraste, los síntomas de la distimia aunque persistentes, son menos intensos que los de un episodio de depresión mayor. A pesar de ser “más leve”, la distimia es una depresión de larga duración con tendencia al alza.
En su edición de 2021, el Global Burden of Disease Study (Estudio sobre la carga global de enfermedades) registró un aumento significativo en el número de personas viviendo con trastorno depresivo persistente.
Según datos de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría (APA, por sus siglas en inglés) y el Instituto Nacional de Salud Mental (NIMH):
- Entre el 3% y el 6% de la población mundial, vive con trastorno depresivo persistente a lo largo de su vida.
- En 2022, aproximadamente 1.7% de los adultos en Estados Unidos (lo que equivale a unos 4.5 millones de personas) experimentarán el trastorno depresivo persistente en algún momento de su vida.
Cabe destacar que estadísticamente, las mujeres son de dos a tres veces más propensas a ser diagnosticadas con TDP.

¿Por qué la depresión persistente es más difícil de diagnosticar?
El trastorno depresivo persistente es calificado como “el tipo de depresión más difícil de diagnosticar”, principalmente por la naturaleza de sus síntomas. Al tratarse de un estado anímico crónicamente bajo, pero sin los picos de desesperanza aguda típicos de la depresión mayor, las personas que viven con esta condición tienden a normalizar su malestar.
Esa percepción distorsionada lleva a que rara vez busquen ayuda profesional. Como advierte Harvard Health Publishing, “las personas con distimia tienden a ver su estado emocional como parte de su carácter, no como una afección tratable. Agregan que esta tendencia suele incrementarse si el trastorno se inicia en etapas tempranas de la vida, como la adolescencia, dificultando aún más la identificación de un estado “previo” de bienestar con el que compararse.
Cabe destacar que la distimia entra en el rango de depresión de alto funcionamiento, frecuente en personas que, pese a su malestar emocional persistente, mantienen un rendimiento social o laboral aparentemente normal. Esta discrepancia entre el funcionamiento externo y el sufrimiento interno retrasa la sospecha clínica y, por tanto, el diagnóstico.
El entorno clínico también contribuye a que se subestime este trastorno. Según la Agency for Healthcare Research and Quality (AHRQ), entre el 30?% y el 50?% de los casos de depresión no son detectados en consultas médicas generales debido a la falta de tamizajes sistemáticos y la escasez de tiempo clínico disponible para los médicos.
En ese sentido, una revisión sistemática publicada en Annals of Internal Medicine, que señala que los médicos de atención primaria reconocen correctamente la depresión en solo el 47,3?% de los casos, en comparación con diagnósticos hechos mediante entrevistas estructuradas.
Asimismo, los Institutos Nacionales de Salud advierten que la presentación clínica en atención primaria suele estar dominada por quejas somáticas —como fatiga, insomnio o dolor— lo cual puede desviar la atención del médico hacia causas físicas en lugar de emocionales, retrasando el diagnóstico adecuado
La alta comorbilidad con otros trastornos mentales representa un desafío adicional para el diagnóstico del trastorno depresivo persistente. Estudios epidemiológicos indican que hasta un 90 % de las personas con TDP presentan al menos un trastorno psiquiátrico adicional durante su vida, siendo más frecuentes los trastornos de ansiedad, trastornos por uso de sustancias y trastornos de la personalidad.

Esta coexistencia puede enmascarar los síntomas del TDP o ser interpretada erróneamente como el trastorno principal, dificultando la identificación del cuadro depresivo crónico subyacente. Además, el National Institute of Mental Health (NIMH) destaca que la comorbilidad aumenta la severidad, la duración y la dificultad del tratamiento del trastorno
Otro factor determinante son los prejuicios vinculados a los trastornos del estado de ánimo. La Cleveland Clinic advierte que “el estigma cultural y el temor a ser diagnosticado con una enfermedad mental lleva a muchos pacientes a ocultar sus síntomas incluso durante una consulta médica”. Esto es particularmente común entre hombres, adultos mayores y comunidades donde persisten actitudes negativas hacia los trastornos mentales.
Mayor riesgo de diabetes y enfermedades cardiovasculares
La depresión persistente produce un deterioro sostenido en la calidad de vida de las personas, afectando no solo su bienestar emocional sino también su salud física.
Según Mayo Clinic, las personas con TDP suelen experimentar una reducción significativa en la capacidad para realizar actividades diarias, lo que afecta su desempeño laboral, relaciones sociales y el disfrute de actividades recreativas .
Asimismo, la evidencia sugiere que el TDP está asociado con una mayor prevalencia de enfermedades crónicas como diabetes tipo II, enfermedades cardiovasculares y trastornos del dolor crónico.
Un estudio de la Revista Journal of Affective Disorders revela que la coexistencia de depresión y diabetes se asocia con control glucémico deteriorado, mayor uso de servicios de salud y un mayor riesgo de complicaciones y mortalidad
Los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) enfatizan que la depresión crónica puede agravar el curso de estas enfermedades, aumentando la mortalidad y la discapacidad asociada.
Señalan la coexistencia del trastorno depresivo persistente con diabetes está vinculada a un peor control glucémico, mayor número de hospitalizaciones y complicaciones. Según los especialistas, esta interacción bidireccional entre la depresión y las enfermedades crónicas complica el manejo clínico y aumenta la carga para los sistemas de salud.
En el ámbito psicológico, la APA advierte que la persistencia de síntomas depresivos contribuye al desarrollo o empeoramiento de trastornos de ansiedad, trastornos por consumo de sustancias y trastornos de la personalidad, creando un cuadro clínico complejo que repercute en la adherencia al tratamiento y el pronóstico general.
Cómo tratar la distimia
El manejo del trastorno depresivo persistente requiere un abordaje multifacético y de largo plazo. La Alianza Nacional sobre Enfermedades Mentales (NAMI, por sus siglas en inglés), subraya que la combinación de psicoterapia y medicación antidepresiva constituye el estándar de cuidado más efectivo.
Entre las modalidades psicoterapéuticas, la terapia cognitivo-conductual (TCC) es ampliamente recomendada, pero otras formas como la terapia interpersonal y la terapia basada en la atención plena (mindfulness) han mostrado beneficios en reducir síntomas y mejorar la resiliencia emocional
En cuanto a la farmacoterapia, además de los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS), los inhibidores de la recaptación de serotonina y noradrenalina (IRSN) y otros antidepresivos atípicos se emplean frecuentemente, ajustando dosis y combinaciones según la respuesta individual.
La American College of Physicians (ACP) recomienda un seguimiento estrecho para monitorizar la eficacia y efectos adversos, y destaca la importancia de mantener el tratamiento por períodos prolongados para prevenir recaídas.
El apoyo social y familiar constituye un pilar fundamental en la recuperación. La Administración de Servicios de Abuso de Sustancias y Salud Mental (SAMHSA) enfatiza que entornos comprensivos y libres de juicio contribuyen a disminuir el estigma y facilitan que las personas se involucren activamente en su tratamiento
Programas de educación familiar, grupos de apoyo y terapias de grupo ayudan a fortalecer la red de contención emocional y a mejorar las habilidades para enfrentar el trastorno.
Asimismo, estrategias complementarias como la promoción del ejercicio físico regular, la nutrición adecuada y técnicas de manejo del estrés ?como la meditación y la relajación progresiva? han demostrado mejorar los síntomas y la calidad de vida en pacientes con TDP, según una revisión del Journal of Psychiatric Research.
Especialistas recalcan que la adherencia al tratamiento es uno de los mayores desafíos, debido a la cronicidad del trastorno y la fluctuación de los síntomas. Por ello, la coordinación interdisciplinaria entre médicos, psicólogos y trabajadores sociales, junto con el empoderamiento del paciente, es esencial para lograr una mejoría sostenida.