Violencia en México cruza la frontera
Las actividades de la delincuencia organizada tienen su reflejo en Estados Unidos, afirman autoridades policiacas locales
Los asesinatos, secuestros y otros delitos que marcan la violencia extrema de los carteles mexicanos de la droga se han extendido por las ciudades fronterizas de California y otros estados; unas veces con el estruendo de las armas de fuego, otras en silencio, dejando los hechos fuera de las cifras oficiales.
Le llaman los “efectos secundarios” de una guerra sin cuartel que en México ha cobrado miles de vidas.
Una fuerte alianza con pandillas locales, encargadas de la mayor parte de la distribución de drogas en Estados Unidos, ha permitido a las mafias mexicanas quitar del camino a sus rivales, saldar cuentas pendientes, intimidar o robar mercancía, a la par de lo que ocurre a gran escala en territorio mexicano, según reportes de inteligencia.
Lo que mantiene en alerta a las autoridades es que debido a que estos delitos se cometen contra personas vinculadas con el narcotráfico no se reportan a las corporaciones policiacas, lo que impide tomar cartas en el asunto. En el caso de los secuestros, los rescates se negocian sin la colaboración de las fuerzas del orden, como ocurre al sur de la frontera.
“No reportan los delitos por miedo a que su criminalidad sea expuesta”, dijo David Mayers, encargado de la división de investigaciones especiales para narcóticos, pandillas y cruces ilegales del Departamento del Sheriff del condado de San Diego. “Es un efecto secundario de los crímenes que se extienden dentro de Estados Unidos como resultado de la influencia de los carteles de la droga” que operan en México, comentó a La Opinión.
Para los agentes del Sheriff en San Diego, la manera más común de enterarse que un incidente violento tiene conexión con el tráfico de drogas son los avisos que hacen los centros médicos. “Nosotros frecuentemente atendemos el problema solo después de que alguien ha sido herido, llega al hospital y autoridades del hospital nos llaman; vamos para obtener información de qué es lo que realmente ocurrió”, explicó Mayers.
Ahí, el ejemplo más claro del alcance de las organizaciones criminales mexicanas es la pandilla conocida como “Los Palillos”, brazo del cartel de los Arellano Félix, que controla el tráfico de enervantes en Tijuana. La banda fue responsable de nueve homicidios y 13 secuestros en San Diego. Actualmente, varios de sus integrantes están en prisión; su líder fue condenado a cadena perpetua.
“Cuerpos aparecieron en los automóviles, senderos y dentro de casas en tranquilos vecindarios”, revela un informe de la Agencia Federal de Investigación (FBI) sobre los asesinatos perpetrados por la pandilla, que, subraya la dependencia, “no es un caso aislado al norte de la frontera”.
El propio reporte anual del Centro Nacional de Inteligencia contra las Drogas (NDIC), dependiente del Departamento de Justicia de Estados Unidos (DOJ), reconoce que es difícil cuantificar la tasa de crímenes violentos ocurridos en la frontera suroeste, que abarca a California, por un número desconocido de delitos sin notificar a las autoridades, a lo cual se suman las personas que deciden callar por miedo a ser deportadas.
Esta declaración pone en duda las estadísticas del FBI, las cuales afirman que de 2007 a mediados de 2010 los delitos violentos bajaron en esa región, mientras los robos a propiedad se mantuvieron relativamente estables. De acuerdo con la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP), en este período los ataques contra agentes federales disminuyeron drásticamente en el área de San Diego, pero subieron en Tucson, Arizona, y El Paso, Texas.
Pero en ciudades como McAllen, Texas, los secuestros han crecido a todas luces. Entre octubre de 2008 y septiembre de 2009, 42 personas fueron raptadas, 400% más que un año anterior, informa el FBI. La cifra pudo ser mayor, reconoce la agencia, ya que “muchos secuestros no se denuncian porque las víctimas podrían estar implicadas en actividades ilegales”.
Los robos en viviendas también se habrían disparado sigilosamente. “Los maleantes saben que otros maleantes se dedican a la venta de drogas, que manejan grandes cantidades de efectivo, que el dinero por lo regular está en sus casas y que si los roban es poco probable que vayan a reportarlo”, mencionó Mayers.
Al parecer, la violencia relacionada con el narcotráfico aún no ha llegado a Los Ángeles, ni a otras ciudades alejadas a las casi 2,000 millas de franja fronteriza. Así lo afirman la Unidad Antinarcóticos del Departamento del Sheriff en este condado y la Agencia de Combate al Narcotráfico (DEA). Esta última expone, además, que no han recibido reportes de sicarios o jefes de carteles que hayan venido a Estados Unidos huyendo de la escalada de violencia en México.
“Nuestra experiencia nos indica que las personas implicadas en homicidios en México no vienen a Estados Unidos”, señaló Jeffrey Scott, portavoz de DEA. “Los delitos relacionados con las drogas en Estados Unidos varían, pero no hemos visto nada cercano a la violencia y problemas asociados con el tráfico de drogas en México”.
Tom Barry, analista legislativo del Center for International Policy y autor del libro Las Guerras de la Frontera (Border Wars; Boston Review Books), considera que lo que se observa en las ciudades cercanas a México no es “nada fuera de lo normal en el mercado de la droga” y afirma que es poco probable que las mafias de aquel país traigan su lucha armada a EEUU.
“No es posible que la pelea entre Los Zetas y el cartel de Juárez se vea en las calles de El Paso”, afirmó el escritor. “No tiene sentido para ellos traer la pelea al lado estadounidense porque no tienen el control operativo ni los soldados”.