Angelinos emocionados con la canonización de monseñor Romero
Consideran que su santidad es un paso hacia la sanación de la herida causada por la Guerra y su muerte
¿Monseñor Romero?… ¡santo! ¿Monseñor Romero?… ¡vive!, gritaba emocionada hasta el tuétano, la inmigrante guatemalteca Nesha Xuncax Che.
“Yo no supe nada de monseñor hasta que vine a trabajar a la Clínica Romero, y vi a mi gente aquí en la casa de monseñor Romero”, dice Nesha, educadora de salud durante la celebración previa a la canonización de monseñor Oscar Arnulfo Romero en la clínica que lleva su nombre en Los Ángeles.
Nesha incluso le atribuye a monseñor Romero, poderes milagrosos de sanación.
“A mí me apareció un lunar negro en el mero hoyo del ojo que se estaba agrandando. Me dijeron que era un cáncer maligno y que iba a ocupar tres operaciones para poder remover el lunar de raíz”, dice.
Un día antes de la operación, hace como dos años, llegó a la clínica, la ropa que monseñor traía puesta cuando lo mataron. “Cuando veo el manto ensangrentado de monseñor Romero, dije esto es sagrado. Me confesé con monseñor Romero, Le dije, me viene algo muy difícil, te pido que me eches la mano en la mesa de operaciones”, recuerda sollozando.
La operación fue todo un éxito. “El doctor se quedó sorprendido.No podía creer. Logró sacar de raíz el lunar. No hubo necesidad de más operaciones. Quedé curada del cáncer”, dice.
“Fue una inmensa felicidad. Por eso ahora que lo van a canonizar, lo único que puedo decir es que algo celestial está pasando. Ese día que lo hagan santo, voy hacer algo que a él le gustaría, abogar por mi gente”, cuenta entusiasmada.
La Clínica Romero de Los Ángeles que lleva el nombre del arzobispo de El Salvador, monseñor Oscar Arnulfo Romero organizó una fiesta para honrar su canonización en Roma este domingo 14 de octubre, pero también para honraron las vidas perdidas durante la Guerra Civil que duró 12 años.
“Los valores por los cuales murió monseñor Romero están vivos entre nosotros, y especialmente aquí en la Clínica Romero donde ofrecemos cuidado de salud a las poblaciones de bajos ingresos”, dice Carlos Vaquearon, director de la Clínica Romero.
Emoción a flor de piel
Miles de salvadoreños en todo el mundo celebrarán este domingo la canonización de monseñor Romero, un defensor de los pobres y crítico de la Guerra Civil en El Salvador, asesinado cuando oficiaba misa al comienzo del conflicto armado que dejó más de 80,000 muertos y más de un millón de salvadoreños desplazados y exiliados.
La inmigrante salvadoreña Cordelia Hernández de Alonso solía escuchar las misas de monseñor Arnulfo Romero por la radio.
“Él era solidario con el pueblo. Por eso lo mataron porque defendía a los pobres. Me da la impresión de que él era como Jesús que dio la vida por nosotros”, dice Cordelia, soltando el llanto.
“Cuando a él lo mataron, cerraron todos los negocios en El Salvador. Y se vino como un huracán. Toda la gente corría para todos lados. A mí me tocó correr. Los buses no pasaban. Yo estaba embarazada y tuve que correr, luchando con un montón de basura que volaba y me pegaba en la cara”, recuerda mientras enjuga sus lágrimas.
“Siempre le tuve respeto y admiración a monseñor Romero, y me siento muy feliz de que lo vayan a hacer santo”, dice.
Acude al funeral
José Gilberto Tejada planeaba ir con su esposa, su mamá y su hijo de 12 años al entierro de monseñor Romero en El Salvador.
“Tuve como un presentimiento y les dije que mejor se quedaran. Me fui solo. Regresé lleno de manchas de sangre. Durante la ceremonia, éramos miles, cuando de repente comenzaron a disparar desde el Palacio Nacional. Aquello fue un caos. Mucha gente murió alcanzada por las balas o aplastada por la muchedumbre que corría despavorida a protegerse de las ráfagas. Vi muchos cuerpos volar y otra gente pedir ayuda”, dice.
Tejada cuenta que los que sobrevivieron éran jóvenes, simplemente porque que tuvieron más energía para protegerse.
“En esa época, la situación era terrible en El Salvador. Era pecado ser joven. El ejército y la guerrilla te buscaban para reclutarte. Monseñor Romero era la voz de los que no tenían voz. Él luchó y dio su vida. No tuvo miedo de denunciar”, exclama.
Menciona que en la Guerra de El Salvador no hubo ninguna familia que no haya sido dañada. “La mayoría simpatizaba con la guerrilla porque el gobierno solo usaba el garrote contra nosotros. Eso hizo que mucha gente saliera huyendo. Otros mandaban a sus hijos a los Estados Unidos para protegerlos. Desgraciadamente muchos cayeron en las pandillas cuando vinieron acá”, dice.
Tejada de 63 años, narra que él y su esposa emigraron a los Estados Unidos en agosto de 1980, tres meses después del asesinato de monseñor Romero. “Me da mucho gusto que lo vayan a hacer santo. Se lo merece. Hizo todo por su pueblo”, dice feliz.
Bautizada por monseñor Romero
Cuando en 1992, la salvadoreña Elvia López se iba a casar en Los Ángeles, mandó pedir su acta de bautizo a El Salvador.
Cuando recibió su acta de bautizo, se enteró que monseñor Arnulfo Romero la había bautizado.
“A partir de ese momento, sentí una conexión muy fuerte con monseñor Romero. Empecé a investigar quién era y a leer sus homilías. Cuando fui a El Salvador, acudí a la Capilla donde había muerto, y a donde vivió”, recuerda.
Dice que monseñor Romero hizo sus estudios en San Miguel de donde ella es.
“Él me bautizó en la Iglesia de El Rosario”, dice.
Cuando su hijo le dijo que iban a canonizar a monseñor Romero en El Vaticano, invitó a su madre de 83 años a acompañarla y empezaron a preparar el viaje.
“Parece mentira, pero llegó el día. Me siento muy emocionada. No sé qué va a pasar conmigo en ese momento de su canonización”, confía.
“Lo que sí sé, es que siempre voy a llevar a monseñor en mi corazón”, dice feliz.
Elvia López viajó a Roma con su madre y sus dos hijos, Anthony de 29 años y Stephanie de 25 años. Ella y su familia salieron de El Salvador a consecuencia de la guerra en 1981, un año después del asesinato de monseñor Romero.