¿Por qué cientos de zapatos deportivos están apareciendo en playas desde las Bahamas hasta Escocia?
¿De dónde vienen estos zapatos, qué impacto causan en el océano y qué podemos aprender de ellos?
Durante el último año, desde Bermudas y Bahamas hasta Irlanda y Escocia, cientos de pares de zapatos nuevos han aparecido en las playas.
¿Cómo llegaron allí y por qué los científicos tienen tanto interés sobre dónde los encuentran?
En septiembre de 2018, en la isla de Flores, en el remoto archipiélago de las Azores en el Atlántico, Gui Ribeiro, un limpiador de playas, comenzó a fijarse en qué objetos llegaban a la costa.
Al principio aparecían en pequeñas cantidades y podían pasar por artículos ordinarios que se le habían perdido a alguien, o meros restos de la basura generada por los humanos y que llega a los océanos.
Pronto, sin embargo, quedó claro que estos objetos formaban parte de un grupo mayor.
Tenis, chancletas y varios tipos de calzado deportivo aparecían con una regularidad que los hacía resaltar entre otro tipo de objetos que traía la marea.
Eran de las mismas marcas, de los mismos estilos y, al menos algunos de los zapatos deportivos, tenían las mismas fechas de producción impresa en una etiqueta cosida en la lengüeta. Además, todos los zapatos parecían ser nuevos, sin usar.
¿De dónde vienen?
En los meses siguientes, Ribeiro halló unos 60 zapatos Nike y de otras marcas.
La noticia de los hallazgos comenzó a difundirse.
Siete meses después, y a 2.250 km de distancia, en Cornwall, Reino Unido, Tracey Williams comenzó a notar una tendencia similar.
“Un amigo en Irlanda me preguntó si había encontrado alguno”, dice Williams. “Al día siguiente salí y hallé unos cuantos”.
“Los limpiadores de playas tienden a conectarse en red, por lo que si un determinado artículo aparece en alguna playa, rápidamente nos damos cuenta y estamos atentos”.
Además de las Azores y el sudoeste de Inglaterra, hasta ahora se han encontrado ejemplares en las playas de Bermudas, las Bahamas, Francia, Irlanda, las Islas Orcadas en Escocia y las Islas del Canal, en el canal de la Mancha.
Se cree que todos estos zapatos provienen de un mismo barco.
“A través de la investigación que he hecho”, dice Ribeiro, “todo indica que pueden haber sido de algunos de los cerca de 70 contenedores que cayeron por la borda del Maersk Shanghai”.
A principios de la primavera del año pasado, el Maersk Shanghai, un barco de 324 metros, capaz de transportar más de 10,000 contenedores, viajaba desde Norfolk, Virginia, por la costa este de EE.UU. hacia Charleston, Carolina del Sur.
En la tarde del 3 de marzo, a 27km de Oregon Inlet, frente a la costa de Carolina del Norte, se vio atrapado en una tormenta. Mientras luchaba contra fuertes vientos y mares agitados, un lote de sus contenedores cayó por la borda.
En ese momento, la prensa especializada en comercio marítimo informó que los aviones enviados para localizar los contenedores faltantes habían encontrado nueve de ellos flotando, pero que siete se habían hundido.
No es posible decir con certeza que todo el calzado recuperado viene del Maersk Shanghai; el operador de la embarcación, Zodiac Maritime, no respondió a las preguntas de la BBC sobre el tema. Nike también optó por no comentar.
Sin embargo, dos marcas de calzado, Triangle y Great Wolf Lodge, confirmaron que los ejemplares de sus productos que fueron hallados provenían de ese barco.
Ribeiro no es el único limpiador de playas que está convencido de que vienen del Maersk Shanghai.
Liam McNamara, del condado de Clare, en la costa oeste de Irlanda, ha encontrado “más de 100” zapatos, en su mayoría Nike, que en su opinión “definitivamente” provienen de ese barco.
“Una empresa admitió haber perdido existencias de ese envío y otra admitió haber perdido existencias en el mar”, afirma.
“Han estado apareciendo por todas partes“.
¿Cuál es el impacto para los océanos?
“Sea lo que sea, si se hunde hasta el fondo o llega a las playas, tendrá un impacto perjudicial para la vida marina”, dice Lauren Eyles, de la Sociedad de Conservación Marina.
“Los zapatos se degradarán en microplásticos a lo largo de los años, lo que tendrá un gran impacto en la increíble vida salvaje que tenemos tanto en el Reino Unido como en todo el mundo”.
Las estimaciones varían, pero se cree que aproximadamente 10 millones de toneladas de plástico terminan en los océanos cada año.
Ante la pregunta de qué tan importante es el papel que juegan los derrames de contenedores en esa contaminación, Eyles dice que es algo que aún no se comprende completamente.
“No creo que hayan suficientes datos para sacar conclusiones adecuadas”, explica.
El Consejo Mundial de Transporte Marítimo estima que de los 218 millones de contenedores que se transportan anualmente, un poco más de 1.000 caen por la borda. Pero un oceanógrafo, que trabajó con Nike para ayudar a retirar del mar el calzado extraviado a principios de los 90, cree que es probable que el número real sea más alto.
“Es un número que a la industria le gusta disputar”, dice oceanógrafo Curtis Ebbesmeyer . “Creo que está en los miles de contenedores anualmente. La pregunta realmente es: ¿qué hay en ellos?”.
Al menos en este caso, dice Ebbesmeyer, es posible estimar el tamaño del derrame.
“Un contenedor puede llevar aproximadamente 10,000 zapatos deportivos. Entonces, si son 70 contenedores multiplicado por 10,000, eso da un límite superior [a 700,000 zapatos] que podrían estar ahí fuera”.
¿Qué información brindan estos zapatos?
A pesar del daño ambiental, los científicos pueden rescatar algo de tales incidentes: una mejor comprensión de nuestros océanos y las corrientes que los impulsan.
Si bien muchos de los zapatos del Maersk Shanghai han ido apareciendo en las playas, es probable que muchos más estén dando vueltas en el océano Atlántico Norte, atrapados en una red de poderosas corrientes.
Cuándo y dónde aparecen los zapatos, dice Ebbesmeyer, nos puede indicar qué tan rápido se mueven las corrientes.
“Si han recorrido la mitad del camino [desde Carolina del Norte al Reino Unido] en poco más de un año, entonces toma alrededor de tres años recorrer el Atlántico Norte. Así que ese es el período orbital típico de los zapatos, pero eso es algo que no ha sido estudiado mucho por los oceanógrafos.
Aún más revelador, dice Ebbesmeyer, es ver cómo la forma de los zapatos parece dictar dónde van a parar.
“Los zapatos izquierdos y derechos flotan con una orientación diferente respecto al viento”, explica. “Entonces, cuando el viento sopla sobre ellos, van a diferentes lugares. Así que en algunas playas tiendes a conseguir las zapatillas izquierdas y en otras las derechas“.
¿Quiénes son responsables?
A pesar de las críticas que recibe la industria del transporte comercial, Ebbesmeyer cree que han comenzado a limpiar sus acciones. Pero dice que se podría hacer más.
“Se necesitan unos 30, 40, 50 años para que el océano se deshaga de estas cosas”, dice.
“Creo que las compañías que tienen derrames piensan que simplemente lo olvidaremos, pero siguen llegando a las costas. Entonces, ¿cómo responsabilizamos a las empresas? En este momento no hay rendición de cuentas“.
Parte del problema es que las compañías navieras solo tienen que informar sobre contenedores perdidos si podrían convertirse en un peligro para otros buques o si incluyen sustancias consideradas “dañinas para el medio ambiente marino”, como sustancias químicas corrosivas o tóxicas.
Si bien la Sociedad de Conservación Marina dice que los productos como los tenis dañan los ambientes marinos, no cuentan como “dañinos” para informar sobre la carga perdida en el mar.
La Organización Marítima Internacional, el regulador de transporte marítimo de la ONU, dijo a la BBC que reconocía que “es necesario hacer más para identificar y reportar los contenedores perdidos” y que había “adoptado un plan de acción para enfrentar la basura plástica que cae de los buques”.
Para Williams, que limpia playas cerca de su hogar en Newquay, en el suroeste de Inglaterra, no hay una solución fácil.
“Nadie quiere que sus bienes se esparzan por las playas y contaminen el océano”, dice. “Pero creo que sería bueno si las empresas pudieran ser más abiertas respecto a los derrames de carga, que levantaran la mano y dijeran: ‘Sí, ha habido un incidente'”.
“Estas cosas suceden, pero no parece haber ninguna responsabilidad cuando ocurren”, agrega McNamara.
“Hay que trazar la responsabilidad hasta las compañías de transporte marítimo, ellas son responsables de su carga”.
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