Uno viene, otro se va
Por largo tiempo compiten la agenda del presidente saliente con la del electo
Empezaré por decirle a Peña Nieto, presidente electo de México, que “no por mucho madrugar amanece más temprano”.
Ser presidente electo, no es aun una posición de mando, es un reconocimiento de que ganó una elección y que llegado el momento de tomar posesión se vuelve presidente de México.
Por ahora es un ciudadano distinguido, pero carece de personalidad jurídica para enviar iniciativas al Congreso de la Unión, como está haciendo.
El que viaje a Centro y Sudamérica y sea oficialmente recibido mejora, sin duda, las buenas relaciones, pero actualmente aun no tiene facultades para firmar convenios comerciales a nombre de México como informan está haciendo.
En la actualidad se está presentando en México una situación poco usual: un presidente en funciones que acude a cuanto acto puede, lo mismo con las Fuerzas Armadas que ante instituciones privadas o actos cívicos y habla para mostrar que aun existe, en tanto Peña Nieto hace lo mismo para demostrar que es el nuevo sol.
Esta situación se da por el absurdo lapso que existe en México entre las elecciones presidenciales y la toma de posesión, casi cinco meses, en que los políticos buscan asegurar su futuro bajo el calor del nuevo sol, cuando el actual aun alumbra aunque su luz esté menguando.
La balanza política se va inclinando al nuevo, pero al actual no se le puede ignorar porque retiene autoridad hasta el momento en que entregue la banda presidencial simbólica y se la ponga Peña Nieto.
Pero claro, cinco meses de ser o no ser, son demasiados
Afortunadamente no existe una situación de enfrentamiento entre el actual y el futuro, pero es una situación molesta para ambos eso supongo y políticamente delicada eso supongo también.
Y no fue así en el pasado
Por muchos años fui directivo en grandes organizaciones empresariales mexicanas: presidente nacional de la Asociación Mexicana de Hoteles y Moteles (10 años), 5 años vicepresidente de la Confederación Nacional de Cámaras de Comercio (CONCANACO), miembro del Consejo Empresarial Mexicano, 4 años, y secretario general de la Federación Turística y Gastronomica (4 años).
Dado a estos puestos tuve oportunidad de tratar a varios presidentes de México.
A Díaz Ordaz los dos últimos años de su Gobierno. A Luis Echeverria durante todo el sexenio, en juntas interminables en Los Pinos y acompañándolo en muchas de sus giras, incluso a Cuba y al Japón, y claro “Cancún” y su famoso turismo social.
Tuve muchos enfrentamientos con López Portillo, cuando fue secretario de Hacienda.
Como candidato me invitó a varias de sus giras y hablé de problemas turísticos, ingresos y empleos.
Y al tomar posesión me incorporó a su equipo de trabajo como el único no político; me satisface haber sido muy cercano a él.
A Miguel de la Madrid lo traté mucho en tanto estuvo en el gabinete de López Portillo y durante su campaña política a la presidencia.
Mis lectores se preguntaran a que viene tan larga introducción
Es historia.
Durante todos esos años especialmente los últimos meses del Gobierno de Echeverría, este resentía la pérdida del poder que era su vida todos los días ordenaba acciones, algunas de ellas que cancelaban la posibilidad de cumplir lo prometido por el presidente electo, en otras adelantando, en forma precipitada, algunos cambios que López Portillo quería hacer. Además fue colocando a sus gentes en puestos clave.
Todo esto con un constante repetir que él sería presidente hasta el último día de su mandato, esto acompañado de una desenfrenada actividad y decisiones tomadas sobre las rodillas.
Hubo personas que en la intimidad expresaban temor de que Echeverría hiciera algo para impedir la llegada al poder de López Portillo.
Solo este permanecía tranquilo; los que habíamos trabajado en programas que Echeverría estaba haciendo pedazos lo resentíamos; el país vivía días de angustia.
Una tarde, en Texcoco le pregunté a López Portillo si podía yo hablar algo personal con él.Me tomó del brazo y entramos a una pequeña oficina, no muy limpia que digamos, nos sentamos en una vieja banca de madera y uno de su escolta cerro la puerta:— A ver Rodolfo: ¿Qué le pasa?— Yo no soy, le dije, de las personas que reciben sueldo por acompañarlo, ni soy burócrata, ni trabajo para el gobierno — Eso ya lo sé ¿y?— Ya no aguanto a Echeverría tanta hablada, tanta — Mire Rodolfo, me interrumpió, yo solo soy el futuro presidente, él es el actual y si yo me aguanto, usted se va a aguantar también.— Pero — Echeverría es el presidente ¿Estamos?— Si, Señor. Nunca volvimos a tratar el tema, pero la hiperactividad de Echeverría nos tenía a todos a bordo de la histeria.
Llegó finalmente la toma de posesión a la que fuimos invitados Lucila y yo, y López Portillo pronuncio el mejor discurso que presidente alguno había dicho hasta entonces.
Pasaron los años, algunos muy buenos y otros no. El candidato Miguel de la Madrid estaba en plena campaña hablando de su plan para enderezar la economía mexicana que estaba en ruinas.
Llegó el informe de López Portillo en que anunció la nacionalización de la banca y acabó de un plumazo con todos los planes de Miguel de la Madrid.
¿Por qué?
Porque tenía el poder y quería ser presidente hasta el ultimo día de su mandato.
¡Ojo, Peña Nieto!