Golfo de México o Golfo de América: “Dar un nombre es algo que tiene que ver con el poder”

Expertos alemanes hablan sobre la decisión del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de cambiar el nombre del Golfo de México

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Crédito: Deutsche Welle

El primero en emplear el nombre de América fue un geógrafo y cartógrafo alemán. En el siglo XVI, Martin Waldseemüller bautizó al continente en honor al navegante Américo Vespucio. Con el paso del tiempo, los propios estadounidenses adoptaron este término en forma resumida para referirse a su propio país. El nombre, sin embargo, está hoy en el centro de la controversia entre Estados Unidos y México.

Desde el navegante y geógrafo Martin Behaim (s. XV-XVI), autor del globo terráqueo más antiguo que aún se conserva, hasta el pedagogo y cartógrafo Carl Diercke, creador en 1883 del atlas mundial en lengua alemana, este país tiene una larga tradición cartográfica. ¿Qué dicen sus expertos sobre la nueva designación del golfo de México como golfo de América por el presidente Donald Trump?

El Dr. Andreas Dix, presidente del Comité Permanente de Nombres Geográficos (StAGN), organización científica independiente que se ocupa de la normalización de los nombres geográficos de las zonas de habla alemana, dice a DW que “efectivamente, los Gobiernos o países tienen el derecho de renombrar lugares”.

El profesor de Geografía Histórica de la Universidad Otto Friedrich de Bamberg explica que la orden ejecutiva de Trump debe ser tramitada por la Junta de Nombres Geográficos (BGN), dependiente del ministerio del Interior de Estados Unidos, que es la institución encargada de establecer nombres y mantener un uso uniforme en ese país.

En la editorial alemana Westermann, la cual edita el atlas Diercke, están a la espera de la aplicación jurídica de la medida del mandatario estadounidense y reaccionarán de acuerdo con esto, indica a DW Thomas Michael, director general para geografía, cartografía e información especializada de la editorial. En este caso, por tratarse de aguas internacionales, aplicaría solo al territorio continental que limita con Estados Unidos.

Nombres geográficos, costumbre e idiomas

Distinto es el otro renombramiento ordenado por Trump, quien vuelve a llamar McKinley a la montaña más alta de América del Norte, situada en Alaska. El presidente Barack Obama le había puesto oficialmente monte Denali en 2015, como es conocido entre las comunidades indígenas locales y se llama el parque y reserva natural donde se encuentra.

“Nosotros lo nombramos con ambos términos, porque vemos que existe cierta costumbre. En los libros escolares aparece el nombre Denali y ahora se le pone además McKinley. Naturalmente, el presidente de EE.UU. tiene el derecho de poner nombres geográficos en su propio país y tampoco es que monte McKinley no tenga ninguna tradición”, dice el geógrafo e historiador Thomas Michael.

No es raro encontrar nombres distintos, que tienen que ver con razones históricas, geográficas o de pronunciación. El mar Báltico es llamado en Alemania Ostsee (mar del Este), pues existe un endónimo, nombre que se usa en el lugar de origen, y otro exónimo, como se llama al sitio o accidente geográfico en una lengua extranjera.

Zonas en conflicto: ¿cómo se llaman?

En zonas en conflicto, los nombres cobran especial relevancia. Recientemente, el Parlamento de Ucrania acordó renombrar más de 300 localidades de su país, que en su opinión hacían referencia a Rusia o a la Unión Soviética.

La denominación de islas Británicas al conjunto de Inglaterra, Irlanda y otras islas más pequeñas no es del gusto de los irlandeses, y la disputa entre Argentina y el Reino Unido por las islas del Atlántico Sur, también se da en el campo de la toponimia.

“Es una convención internacional, y también por el Grupo de Expertos de las Naciones Unidas en Nombres Geográficos, utilizar la forma oficial. Como las Falkland oficialmente son territorio británico, son llamadas así. No obstante, como en otros países es común otro nombre, uno puede poner entre paréntesis Malvinas”, explica Dix.

El experto del StAGN cita también el caso de Bolivia, que adoptó el nombre oficial de Estado Plurinacional de Bolivia, que se usa en el ámbito diplomático, aunque no deja de emplearse su forma corta. Igualmente, “el Estado de Esuatini, antes Zwazilandia, fue nombrado oficialmente de ese modo y nosotros también lo llamamos así en Alemania”, ilustra.

El golfo de la disputa

¿Entonces se debe hablar de golfo de América? En este caso, no se trata de un territorio de un solo país, sino de un mar, con varios países alrededor y con un nombre legitimado internacionalmente para toda la región marina en su conjunto. “En el mar, pertenece al país solamente la angosta zona de 12 millas de costa y el resto es mar abierto”, aclara Dix.

Si bien en la plataforma Google Maps ya aparece con el nuevo nombre, cuando se visualiza desde Estados Unidos, al mirar desde Alemania y otros países se sigue manteniendo la denominación original y la nueva está entre paréntesis.

Un caso similar es el del golfo Pérsico, llamado Arábigo en los países árabes, y el mar de Japón, que para ambas Coreas es el mar del Este. Ambas partes esperan que sean nombrados según su preferencia, pero los mapas internacionales consignan habitualmente la doble designación.

En el caso de la cuenca oceánica entre Estados Unidos, México y Cuba, se trata de un cambio de nombre radical, sin referencia a ninguna tradición histórica. Los mapas oficiales emitidos por el Gobierno en EE. UU., sean digitales o impresos, deberán renombrarlo, pero lo que haga la cartografía privada es diferente. En opinión de Michael, el nombre de golfo de México tiene que ver con la historia del continente.

“Existen divergencias y perspectivas diferentes sobre la designación de mares que comparten países limítrofes. En este caso, en gran parte son aguas internacionales y para los nombres geográficos actuamos según lo que indica la ONU y también lo que dice la tradición, que en este caso es golfo de México y no de América”, agrega el experto de Westermann.

Del nombre a la política

“Son siglos en que ha permanecido como golfo de México. Se podría poner el nombre y debajo entre paréntesis el nuevo, pero puede ser que un día el uso cambie y efectivamente se escriba golfo de América”, apunta Dix.

Trump pretende que se aplique a toda la cuenca, pero “México y otros países lo pueden seguir llamando con su nombre original. Esto no es vinculante, no se les puede obligar a adoptar este renombramiento”, aclara el presidente del StAGN. Desde la impresión de mapas escolares hasta catálogos de viaje en todo el mundo, será tema de discusiones y decisiones sobre cómo se escribe.

Detrás de la disputa hay más que un simple nombre. “Naturalmente siempre hay renombramientos y distintas perspectivas de lugares geográficos con un trasfondo geopolítico”, sostiene Michael. Para Dix, “dar un nombre es algo que tiene que ver con el poder y la influencia, con demarcar qué pertenece y qué no. Eso es bastante claro de la intencionalidad de Trump, que en su programa quería hacer América grande nuevamente, también tomando decisiones simbólicas, y es algo que puede suscitar conflictos”.

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