Una vez más, Santa Ana le declara la guerra a las “loncheras” en sus calles

Una medida pretende establecer dónde se estacionan tales camiones de comida, entre otras restricciones

Muchos latinos emprenden su negocio desde una "lonchera".

Muchos latinos emprenden su negocio desde una "lonchera". Crédito: Aurelia Ventura | La Opinión

Justo detrás de la calle principal Main en la ciudad de Santa Ana, a un costado de una iglesia y escuela católica, a diario se establece un par de “loncheras”. Cada mañana los dueños abren la ventanilla del costado del vehículo estacionado cerca de la acera, ponen de muestra unos cuantos artículos de comida —frutas, verduras, dulces, pan, etc.- y esperan que al final de su jornada se lleven a casa un poco más dinero que el día anterior.

Por décadas, así ha sido la movida, sin tener que ser controlada ni restringida en cuestión de cómo y cuándo vender sus alimentos.

En todo el sur de California, esta industria sigue generando empleos. Un estudio de 2012 de la Asociación Nacional de Restaurantes, encontró que estos negocios registraron ingresos de casi $700 millones. La misma asociación pronostica que para 2017 se registren ingresos de hasta $2,700 millones a nivel nacional.

Pero mucho antes que la idea de una “food truck” se tornara fenómeno y negocio arrebatado por los aficionados “hipsters” del sur de California —auge que surgió en 2008-, inmigrantes, muchos de ellos indocumentados, ya emprendían su pequeño negocio en las calles de Santa Ana, ganándose así su pan de cada día.

Es una vendimia bastante conocida en la ciudad —una que, por cuarta vez, está siendo debatida en el concilio municipal.

El martes por la noche, durante su usual reunión concejal, se presentó el proyecto de ordenanza de regularizar dónde estas loncheras pueden aparcar, designando un espacio especial para que laboren dentro de la ciudad.

¿Y por qué un concilio compuesto enteramente de funcionarios latinos quiere dar fin a esta costumbre?

Según la concejal Michele Martínez, quien presentó el proyecto, tales loncheras presentan un riesgo a la seguridad vial y a la de los niños y residentes de la ciudad. Por tal motivo, deberá emprenderse este proyecto para “preservar la paz, seguridad y bienestar de la comunidad”.

Además de establecer un sitio específico para estacionar estos vehículos y vender sus productos, la posible ordenanza prohibiría lo siguiente:

  • letreros de luces neones
  • amplificadores de sonido o cualquier otro sistema de múscia
  • estacionar el negocio a 500 pies de una escuela, parque, centro comunitario o zona de juego pública
  • vender a 100 pues de cualquier intersección
  • estacionarse en calles donde el límite de velocidad es más de 35 millas por hora
  • establecer cualquier mueble, como sillas, mesas, cestos de basura, frente al vehículo, es decir sobre la acera

La violación de cualquiera de estos reglamentos resultaría en una ofensa menor contra el dueño del negocio.

Es el cuarto intento en los últimos 23 años por controlar al negocio callejero en la ciudad. En todos los intentos pasados, tanto tribunales como los mismos dueños de estos negocios han rechazado cada proyecto como una medida inconstitucional.

Santa Ana recientemente se estableció como ciudad santuario, una de las pocas ciudades de California en declararse como tal, y que, podría decirse, es la más grande en cuestión de habitantes mexicanos.

De las 335,000 personas que habitan este municipio, el 78 por ciento se identifica como latino, según cifras de la Oficina del Censo de EEUU. De estos, el 65 por ciento es mexicano.

El concejo estableció un periodo de 30 días para estudiar y votar sobre la medida.

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