Repatriados a merced de policías y secuestradores

Tres deportados narran vicisitudes en Tijuana; esperan volver a EEUU

Antonio y Juan  en el cuarto que ocupan en la Casa Refugio Elvira en Tijuana, donde esperan para volver a cruzar la frontera.

Antonio y Juan en el cuarto que ocupan en la Casa Refugio Elvira en Tijuana, donde esperan para volver a cruzar la frontera. Crédito: Jorge Morales / La Opinión

TIJUANA, México.- La frontera norte de México es zona de miedo para los deportados, quienes están a merced no sólo de “polleros” secuestradores y grupos criminales como Los Zetas, sino de los propios policías locales que sacan provecho de su desamparo.

Antonio, José y Juan lo saben muy bien. Los tres fueron deportados recientemente de California y mientras planean su regreso a Estados Unidos, permanecen resguardados en la Casa Refugio Elvira de esta ciudad.

En el cuartito donde duermen en literas, los tres deportados cuentan sus desventuras.

Antonio, de 42 años de edad, llegó a Estados Unidos cuando tenía 9 proveniente de Guerrero, México. El pasado 17 de enero lo deportaron cuando un agente del Departamento del Sheriff de Fresno revisó su licencia y detectó que siete años atrás las autoridades de inmigración lo habían echado del país.

Desde entonces, junto con sus compañeros de albergue, vive en la incertidumbre y en alerta cada vez que recorre las calles de Tijuana.

“Al siguiente día que me deportaron”, cuenta Antonio, “me detuvieron unos policías municipales y me pidieron una identificación”.

Cuando les mostró el documento que le dio el Instituto Nacional de Migración al ingresar al país, se lo rompieron y tiraron en la cara. Tampoco tomaron en cuenta su credencial como campesino afiliado a la United Farm Workers (UFW).”Esa pendejada no te sirve aquí”, dice que le dijeron los policías y luego a empujones lo subieron a la patrulla.

“Me trajeron todo el día en la ‘troca’, hasta en la tarde me llevaron a las afueras de la ciudad y me pidieron que les diera el dinero que traía”.

Antonio llevaba en la bolsa los 400 dólares que su esposa le había mandado para que se mantuviera en Tijuana.

Como se rehusó a darles el dinero, un culetazo entró de repente en sus costillas, lo que le valió una semana en el hospital.

Tendido en despoblado y sin un peso quedó Antonio. “Y para la otra no vas a tener tanta suerte”, dice que le dijeron los uniformados.”Ahorita estoy esperando que mi señora ‘acabale’ (completar) el dinero para pagar al coyote, pero dicen que están cobrando de 5 mil a 7 mil dólares”, mencionó.

José y Juan, de 33 y 35 años de edad, corrieron con un poco más de suerte, gracias a que elementos del Grupo Beta en Matamoros y Reynosa, por donde han sido expulsados, les advirtieron de la amenaza latente de Los Zetas.

Al entrar a territorio mexicano, dicen, tienen que ser escoltados a la central camionera para que se regresen a sus pueblos, ya que se han registrado múltiples secuestros de deportados a manos de Los Zetas.

José y Juan decidieron regresar a Tijuana para llegar de nuevo a San Francisco y Escondido, donde han trabajado por muchos años como cocinero y en la consecha de aguacate, respectivamente.

“En la primera oportunidad que tengamos nos vamos a regresar, el problema es que ahorita no puedes confiar en los coyotes, porque no sabes si te van a secuestrar también”, comenta Juan.

“A mí esta vez me deportaron por Nogales (Sonora), pero ya antes me habían deportado por Matamoros, y ahí nos advirtieron de Los Zetas, que hasta llegan a la central camionera armados para secuestrar a los deportados”, dice José.

“Lo mismo me dijeron a mí, pero en Reynosa”, agrega Juan, “nos dijeron que nos ‘desafanáramos’ de ahí lo más pronto posible”.

Pero en Tijuana, coinciden los tres, de quien se tienen que cuidar es de los propios policías.

Micaela Saucedo, directora de la Casa Refugio Elvira, asegura que el abuso policiaco, especialmente en contra de migrantes y deportados, es una práctica muy común en esta ciudad.

Dichos abusos, que a lo mínimo incluyen robo, maltrato y golpes, parecieran ser avalados por el jefe de seguridad pública de Tijuana, Alberto Capella, al hacer declaraciones a la prensa de que los deportados y migrantes son los que ocasionan la mayoría de los delitos en la ciudad.

En diciembre, el funcionario dijo a la prensa local que entre el 70 y 80% de los delincuentes de la ciudad son migrantes.

“Son los que nos están rompiendo a los tijuanenses toda nuestra tranquilidad”, acusó en ese entonces Capella, quien no pudo ser contacto por La Opinión para una declaración.

Las declaraciones fueron calificadas como desafortunadas por Micaela Saucedo, ya que pareciera dar luz verde para que se cometan ese tipo de abusos.

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