Zona de Juego: Regresan los fantasmas de Carson

El camposanto de Carson todavía huele a azufre.

Fue ahí donde una expedición mexicana sucumbió ante la sorpresiva aparición del “chamuco”.

Cuenta la leyenda que todo fue una trampa, un plan maquiavélico para eliminar al ejército verde.

El complot, articulado por naciones centroamericanas y del Caribe, tenía como objetivo, a como diera lugar, impedir que la tropa azteca llegara a China.

Se dice que unos se dejaron ganar por una diferencia muy marcada para forzar al cuadro tricolor a realizar una epopeya que no se pudo concretar.

Al quedar eliminado y humillado, el general del pelotón mexicano fue destituido de su cargo.

Tras sufrir la terrible degradación, el líder del grupo masacrado aseguró que, además del conjuro internacional, su persona fue objeto de una emboscada por parte de sus superiores.

Desde entonces los fantasmas de los caídos rondan la cancha del Home Depot Center.

Su penar todavía se escucha y el recuerdo permanece imborrable en la mente de todos aquellos que presenciaron los acontecimientos acaecidos hace cuatro años.

De ahí en adelante las cosas cambiaron para los integrantes de aquella selección olímpica que era comandada por Hugo Sánchez y que quedó eliminada de los Juegos Olímpicos de Beijing.

Las fases eliminatorias para asistir a las Olimpiadas suelen ser complicadas para México, y en ocasiones se convierten en la tumba de sus jugadores y entrenadores.

Antes de la “Batalla de Carson”, México sufrió una afrenta en Hershey, Pensilvania.

En aquella ocasión, Manolo Lapuente era el entrenador de la selección mexicana.

Brillante en su forma de pensar, el estratega decidió no entrarle a las eliminatorias de Sídney 2000.

Fue entonces que Lapuente envió por delante a su escudero en aquel entonces, Gustavo Vargas, como comandante del Tri preolímpico.

Bien sabía Manolo que de nada le valía arriesgar su puesto por el capricho de ir a una Olimpiada, tal y como lo hizo Hugo Sánchez.

En aquel Preolímpico de Hershey, México sufrió la ignominia de caer ante rivales de Centroamérica y el Caribe.

Adiós a la Olimpiada y adiós a la carrera profesional de Vargas, que después de su fracaso se fue a dirigir un rato al Puebla, producto del acuerdo con Lapuente, quien en ese entonces tenía vara alta en el cuadro de La Franja.

Dirigiendo al cuadro camotero, Vargas también fracasó como entrenador y ya no se volvió a saber nada de él; el fracaso preolímpico acabó por aniquilarlo.

Situación muy parecida le ocurrió a Hugo Sánchez, quien en su afán de ser protagonista pidió, aunque él diga lo contrario, dirigir al México preolímpico.

En su delirio por trascender a como diera lugar, Hugo quería ir a Beijing para ser el primer entrenador mexicano en ganar una presea olímpica para el balompié azteca.

Pero después de llorar su derrota en el “Árbol de la Noche Triste de Carson”, Hugo sólo ha entrenado a un equipo, al mediocre Almería de la Liga de España.

Básicamente, la carrera de Hugo como estratega murió hace cuatro años en el Home Depot Center.

De continuar la maldición existente sobre el Tri preolímpico, el camposanto de Carson albergará el alma errante de otro técnico.

Luis Fernando Tena, corre peligro.

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