Los muertos también hablan

Recuperando el nombre de los muertos podrán los ciudadanos –e indocumentados– de Norteamérica recobrar su rol social

Familiares y amigos participan en una marcha para rendir homenaje a Anastasio Hernández.

Familiares y amigos participan en una marcha para rendir homenaje a Anastasio Hernández. Crédito: EFE

Las elecciones del próximo presidente de los Estados Unidos de América son el 6 de noviembre de 2012. Habrá qué votar por el demócrata Barack Obama o el oponente republicano, que bien podría ser Mitt Romney.

Pregunto: ¿Dónde está nuestra dignidad? ¿Vamos a entregar nuestro voto cuando permanece impune el asesinato de Anastasio Hernández por parte de agentes de la Patrulla Fronteriza? Ustedes díganme: ¿Cual es el mensaje que enviamos a la Casa Blanca, a legisladores y senadores, alcaldes y gobernadores de esta nación? Lo transcribo, podría ser algo así: “Señores políticos y funcionarios públicos: Nos pueden pisotear, torturar, desaparecer y asesinar, y aún así les entregaremos nuestro voto, les concederemos el poder de gobernar nuestras vidas y las de nuestras familias. No tenemos memoria”.

Necesitamos hacer de la muerte de Anastasio un asunto nacional, que los candidatos a la presidencia de EEUU pronuncien su nombre. Lo recuerden. Lo rememoren. Le hagan justicia a sus huesos y a su familia.

Mientras nuestros muertos no estén en los discursos de los candidatos, nosotros los vivos tendremos nuestras luchas más que enterradas. El Dream Act será eso, un sueño. La Reforma Migratoria integral será una salsa para burritos en los límites sureños de Arizona.

Ahora, las elecciones del próximo presidente de los Estados Unidos Mexicanos –nombre oficial de México– son el 1 de julio. Los mexicanos en el extranjero que nos acreditamos para el proceso selectivo tendremos que elegir entre Andrés Manuel López Obrador, Enrique Peña Nieto, Josefina Eugenia Vázquez Mota o Gabriel Quadri de la Torre. PRD, PRI, PAN o Panal, “los ases” de la democracia mexicana.

Pero, ¿vamos a entregarles el voto a cualquiera de ellos sin que mencionen a los más de 50 mil muertos en aquel país, incluidos periodistas, líderes comunitarios, migrantes centroamericanos, gente común y corriente; pobres, desconocidos, sin nombre, sin voz, arrastrados entre sangre por un terrorismo de Estado descontrolado que no tiene rostro –o que tiene varios–, donde los criminales están infiltrados en las instituciones públicas y las leyes responden a grupos mafiosos instalados en casas de gobierno?

En nuestros tiempos, necesario es recordar a los muertos para mantener la vida.

Si enterramos este pasado doloroso sin justicia y dignidad, es probable que nuestro camino como ciudadanos –o indocumentados– prosiga por un valle de huesos, lágrimas y sangre olvidada.

Para trascender estas muertes, hay que hacer a los candidatos recordar.

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