Savages, de Oliver Stone, se queda a medio camino de sus intenciones
Oliver Stone lidia con un relato épico y polémico en Savages, filme que protagonizan Salma Hayek, Benicio del Toro, John Travolta y Demián Bichir
Savages es más extraña que salvaje, aunque no le faltan escenas de considerable y sangrienta violencia.
Adaptación de la novela de Don Winslow, supone una pieza más que coherente en la filmografía de Oliver Stone, dada su peculiar aproximación a un tema tan candente y polémico como el narcotráfico.
No obstante, el Stone de Savages tiene más que ver con el de Any Given Sunday o The People vs. Larry Flynt -ambos excelentes largometrajes-, que no con el más visceral de Natural Born Killers o U-Turn.
Y a la cinta le hubiera ido muy bien una dosis del Stone más… salvaje, que no el más tradicional y calmado.
El filme está narrado desde la perspectiva de O (Blake Lively), una joven que comparte su vida y corazón con Chon (Taylor Kitsch) y Ben (Aaron Johnson), un par de traficantes de marihuana del sur de California cuyo negocio florece bajo la atenta mirada del agente de un agente federal (John Travolta) que ignora sus actividades a cambio de un pago regular.
Ben y Chon dirigen su organización con precisión y casi nunca sin requerir de situaciones violentas (si estas son necesarias, el segundo es el que lidia con ellas).
Pero su éxito no tarda en llegar a oídos de Elena (Salma Hayek), la líder de un cartel mexicano que ordena a su mano derecha, Alex (Demián Bichir), que convenza a aquellos para asociarse con ella.
Ben y Chon rechazan la oferta, lo que desencadena una guerra entre ambos grupos, que da inicio cuando Elena ordena el secuestro de O.
El tono de Savages es confuso: uno nunca sabe si está ante un drama realista acerca del narcotráfico, donde los protagonistas de habla inglesa, a pesar de sus lazos con el mundo de las drogas, son los buenos de la función, mientras que los de origen latino -con la excepción de Magda (Sandra Echevarría), la hija de Elena, y Esteban (Diego Cataño), un empleado de esta que está a cargo de O-, son los villanos (con Benicio del Toro, como el sicario más terrorífico, a la cabeza), o ante un cuento de hadas que, de repente, se ha desviado hacia el camino equivocado.
Es ambivalencia quizás tenga su motivo y forme parte del perspicaz análisis que Stone lleva a cabo del material original. Pero origina que, a lo largo del metraje, exista una distancia emocional y moral con lo que se está contando.
Prueba de ese curioso balance está en los actores: tanto una excelente Salma Hayek (en la que quizás sea la mejor actuación de su carrera) como John Travolta (disfrutando del histrionismo que le permite su personaje) parecen estar en una película descontrolada, audaz e hilarante.
Pero Demián Bichir (demostrando una elegancia y sutilidad simplemente extraordinarias -¿cuándo le ofrecerán el papel de villano en una entrega de James Bond?-) y el trío de intérpretes principales, se toman lo que narran muy en serio, a pesar de encontrarse en situaciones ciertamente inusuales (especialmente el actor mexicano).
No obstante, Oliver Stone es un cineasta solvente -algo que, a estas alturas, y tras su fascinante carrera, es una obviedad- y sabe cómo sorprender, entretener, irritar e incordiar a través de su cámara.
Es una lástima que, en esta ocasión, lo perturbador deje paso a lo convencional.
Quizás si el punto de vista de la historia hubiera estado en manos de Elena/Hayek en lugar de O/Lively, Savages -que se estrena hoy y ha sido clasificada R- hubiera terminado convirtiéndose en el Natural Born Killers de la nueva generación.
Desafortunadamente, no lo es.