‘The Exorcist’ revive el clásico Obra teatral ‘The Exorcist’ revive el clásico cinematográfico en escena

The Exorcist llega al teatro con acierto, pero sin nada nuevo que contar, y con un excelente reparto liderado por Richard Chamberlain y Brooke Shields

Richard Chamberlain y Emily Yetter en un instante de 'The Exorcist', en el Geffen Playhouse.

Richard Chamberlain y Emily Yetter en un instante de 'The Exorcist', en el Geffen Playhouse. Crédito: Michael Lamont

Los responsables de la adaptación teatral de The Exorcist insisten en decir que esta versión escénica surge de las páginas de la novela original de William Peter Blatty. En eso no andan equivocados.

Lo que resulta algo más sospechoso es su interés en desmarcarse de la adaptación cinematográfica que dirigió William Friedkin en 1973, considerada hoy un clásico indiscutible del cine.

Porque este The Exorcist, cuyo estreno mundial tuvo lugar el miércoles en el Geffen Playhouse de Westwood, bebe tanto de la letra impresa de Blatty como de la estructura (y los diálogos) del filme que protagonizó Linda Blair.

En poco más de 90 minutos, el dramaturgo John Pielmeier (Agnes of God) resume la historia de la posesión diabólica en el cuerpo de una niña, Regan MacNeil (Emily Yetter), hija de una famosa actriz (Brooke Shields), que tras diversos intentos médicos de curar a su hija se ve obligada a confiar un exorcismo en las manos del Padre Karras (David Wilson Barnes) y el Padre Merrin (Richard Chamberlain).

Por supuesto, una recreación escénica de The Exorcist no puede reproducir los elementos más terroríficos (y repugnantes) de la cinta de Friedkin, evitando de este modo vómitos, giramientos de cabeza o paseos a cuatro patas por las paredes de una habitación (sí hay, no obstante, un extraordinario y sutil efecto de levitación creado por Teller, uno de los magos de la pareja Penn & Teller).

Por eso, Pielmeier y el director John Doyle (ganador del premio Tony por su escenificación de Sweeney Todd en Broadway hace siete años) se decantan más por los elementos morales, religiosos, existencialistas y psicológicos de la historia.

Para ello, no solo otorgan a cada uno de los personajes una clara perspectiva personal -la madre es agnóstica, la asistente es católica, el director de cine (excelente Harry Groener) es un borrachín con un pasado religioso, Karras vive inmerso en un mar de dudas y Merrin es quien guía la acción como si en él se reuniera todo un coro griego-.

Director y libretista también expanden la eficacia de unos diálogos concisos que otorgan, incluso a ese Lucifer que se apodera de Regan, una perspectiva inteligente y, por qué no, apasionada de sus personales puntos de vista (algo que ya sucedía en la excelente Agnes of God de Pielmeier).

Los mejores momentos de The Exorcist son, de este modo, las conversaciones intensas entre Karras y una Regan poseída (cuya voz es replicada por los actores secundarios, creando ecos tenebrosos en la platea, potenciados por un extraordinario uso de la iluminación, ráfagas de luz que destacan las caras de los actores y dan claridad a específicos elementos del decorado minimalista, como esa cama de Regan que también es utilizada como altar).

No obstante, es Brooke Shields quien aporta el elemento más humano de la narración: su lucha visceral por salvar a su hija (se revela un evento traumático de su personaje que no existía en el filme) es transmitida por la actriz de forma apasionada y, en una palabra, magistral.

Chamberlain, por su parte, tienen la difícil misión de interrumpir la acción con sus apuntes históricos y religiosos: pero su contrastada teatralidad (en oposición a la interpretación de Max Von Sydow en la película) y elegante presencia escénica evita que su personaje quede en la mera anécdota irritante.

The Exorcist es una curiosa e interesante propuesta, de eso no cabe la menor duda. La pregunta es: ¿era necesaria? Salvo por elementos muy concretos, no añade nada nuevo a lo conocido a través del libro y del filme, a no ser que se defina como un experimento que replica -con considerable acierto- aquello que funcionó en otras artes.

En esta nota

Brooke Shields crítica Geffen Playhouse teatro
Contenido Patrocinado
Enlaces patrocinados por Outbrain