Cartas que no volverán

En los Estados Unidos revisar el correo hoy día es poco emocionante

De manera involuntaria, cuando mi novia me dejaba una esquela o una nota bajo la almohada o me enviaba una carta por correo, siempre la olía antes de leerla.

Era fantástico, conmovedor y divertido, pero, ese romanticismo sublime que despertaba recibir una carta perfumada es cosa del pasado. Es imposible ponerle aroma a la Internet, por ahora.

En los Estados Unidos revisar el correo hoy día es poco emocionante. El buzón está plagado de revistas promocionales y propaganda de descuentos y muy pocas cartas personales. A la gente le da pereza escribir de puño y letra y prefiere enviar un mensaje de texto o un correo electrónico saturado de horrores ortográficos.

Si viviera mi abuelo Juan Antonio Sánchez, quien era apasionado por las letras y librero de Cali, Colombia, estaría decepcionado. Su negocio de escribir cartas de amor, esperanza y desesperanza, hubiera quebrado porque los románticos pasan por un trance de ruina emocional, como la bancarrota en la que entró el servicio postal de los Estados Unidos en los últimos días.

El correo es la segunda mayor fuente de empleos de este país y se quedó sin fondos para pagar prestaciones sociales, pensiones y los seguros de salud de miles de trabajadores, la mayor parte minorías de la raza afroamericana y blancos de pocos recursos.

Es tan grave la crisis, que una tarde, cuando fui al buzón a recoger la correspondencia, el cartero había dejado cajas, de las que usan para cargar paquetes y cartas, pidiendo que las llenaran de alimentos para su familia. Los vecinos del edificio lo hicieron generosamente, sin sospechar lo que venía.

Este fue un anuncio imperioso de lo que le está sucediendo al servicio postal de esta nación que aparenta ser rica y poderosa, que prefiere tomar el dinero del Estado para “salvar” a los banqueros multimillonarios que robaron a sus ahorradores, en vez de ayudar a los trabajadores postales, de quienes dependen 750 mil familias.

Los recortes comenzaron con la suspensión en mayo pasado del horario administrativo en las áreas rurales y el cierre de cientos de oficinas. En el condado de Broward, Florida, donde vivo, cerraron dos enormes centros de procesamiento de correo.

El sistema pierde 25 millones de dólares diarios, mientras el Congreso, obligado a legislar para el pueblo, no hace nada en resolver el déficit de 5,500 millones de dólares. Se estima que en el tercer trimestre de este año, las pérdidas superen el récord de 14,100 millones de dólares.

Pero no solo los románticos dejaron de enviar cartas. Ante la creciente incertidumbre, los bancos están promoviendo el sistema de pagos electrónicos y el propio Gobierno federal dejará de mandar los cheques por correo, a partir de 2013, a millones de personas que reciben seguro social u otros pagos.

Ahora casi todo se hace por la Internet: se paga la luz, el agua, el teléfono y se concluyen negocios; en las cortes son legales los documentos virtuales; en el ámbito del corazón se enamora, se es infiel, se rompen relaciones y se dan noticias sensitivas que quisiéramos recibir mirando a los ojos.

Hasta yo que soy un enamorado empedernido, dejé de escribir cartas de amor con papel y lápiz.

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