Alientan entre latinos los cultivos orgánicos

Trabajadores agrícolas dicen que tienen menor exposición a sustancias químicas

Andrés García Rico y su esposa, Guillermina Salazar, se han convertido en agricultores  orgánicos, tras recibir el  entrenamiento necesario.

Andrés García Rico y su esposa, Guillermina Salazar, se han convertido en agricultores orgánicos, tras recibir el entrenamiento necesario. Crédito: AP

SALINAS.— Inclinada sobre el suelo tapizado de plantas marchitas de fresa, Domitila Martínez que antes trabajaba como jornalera en las tareas agrícolas, extiende plásticos negros en un terreno a fin de cubrir el lugar en preparación para la próxima temporada de cultivos. La diferencia es que ahora la mujer es su propia jefa.

Martínez, que huyó hace tres décadas de la guerra civil en El Salvador, empacaba tomates y cosechaba uvas durante largas horas y por poca paga en el centro de California. Después, un día, escuchó un anuncio en la radio según el cual ella podía convertirse en agricultora.

Se inscribió en un pequeño programa de enseñanza para convertirse en agricultor en Salinas en el que se adiestra a trabajadores agrícolas a fin de que establezcan y administren granjas orgánicas. Hoy, Martínez cultiva fresas orgánicas en 1,6 hectáreas (cuatro acres) en el Valle de Salinas y las vende en los mercados Whole Foods.

“En verdad me gusta trabajar aquí”, dijo Martínez, “porque trabajo para mí misma”.

La Asociación de Agricultura y Adiestramiento Agrícola, conocida como ALBA por sus siglas en inglés, contribuye a traer trabajadores agrícolas que pertenecen a minorías étnicas a un oficio en el que predominan desde hace tiempo los angloestadounidenses. Desde sus inicio en 2001, el programa ha contribuido a la creación de más de 80 pequeñas empresas agrícolas.

Debido a un aumento de la demanda de cultivos locales y los mayores precios de los alimentos orgánicos, un número mayor de personas se ha interesado en los últimos años en la agricultura, con el posterior incremento en el número de gente que asiste a los programas de adiestramiento para agricultores.

Sin embargo, pocos programas se centran en los inmigrantes, en especial en los hispanos, que históricamente han tenido dificultades para convertirse en agricultores debido a las barreras lingüísticas y culturales, falta de recursos y falta de apoyo del gobierno.

Aunque el número de agricultores hispanos aumentó 14% en los últimos cinco años, de acuerdo al Censo Agrícola de 2007, a un ritmo mayor que el de operadores de granjas federales en total, los agricultores hispanos constituyen apenas 2,5% de todos los operadores de granjas.

La ALBA otorga a los trabajadores agrícolas, la mayoría de los cuales son inmigrantes hispanos de primera generación, la oportunidad de escalar en su oficio, enseñándoles la planificación de cosechas, producción, comercialización y distribución.

“Muchos trabajadores agrícolas han trabajado incansablemente para invertir en el futuro de sus hijos, pero la ALBA les da la oportunidad de mejorar sus vidas dentro de su propio lapso de vida”, dijo el administrador del programa Nathan Harkleroad.

Otros programas incluyen la organización sin fines de lucro Adelante Mujeres, con sede en Oregon, que ofrece clases de agricultura sustentable en español durante 12 semanas, así como acceso a tierra, asistencia técnica y mercado agrícola; el Centro para Agricultores Hispanos en el estado de Washington, que realiza seminarios, provee recursos y asistencia de otro tipo.

En el rancho de la ALBA, de 36 hectáreas (90 acres) en el Valle de Salinas, una zona conocida como “la Ensaladera del mundo”, los participantes asisten a clases dos veces por semana durante seis meses de adiestramiento intensivo. Aprenden sobre pestes y cultivos, insectos benéficos y cultivos de cobertura. Los participantes se reúnen con invitados como agricultores locales y biólogos universitarios. Visitan tiendas de suministros de irrigación, abastecedores de composta, granjas y mercados de agricultores.

“La idea es que los participantes sepan cómo acceder a las cosas, y que desarrollen relaciones”, dijo Harkleroad.

Este año, el programa agregó un capítulo de aprendiz que dura tres meses en el que los participantes cultivan y venden cosechas como clase. Los aspirantes a agricultores después presentan un plan de negocios. Llenan formas relacionadas con la seguridad alimenticia y para la certificación de cultivos orgánicos.

Aunque la mayoría son trabajadores agrícolas, algunos lugares están abiertos a personas que aspiran a ser agricultores. El adiestramiento lo acredita el Colegio Hartnell de Salinas.

La ALBA también ofrece un programa de incubación, mediante el cual los nuevos agricultores arriendan tierras de la organización hasta por seis años, tienen acceso a tractores, equipo, irrigación y apoyo de otro tipo por una tarifa módica.

La ALBA dirige un programa mayorista llamado ALBA Organics con autorización y todo, para ayudar a los nuevos agricultores en el almacenamiento, comercialización y distribución. Vende a tiendas e instituciones como Google, Trader Joe’s, la Universidad de California en Santa Cruz y cooperativas de vivienda de la Universidad de Stanford. En el año fiscal 2012, las ventas de ALBA Organics alcanzaron 4,5 millones de dólares.

Para Martínez, que se graduó del programa hace una década, fue crucial la asistencia para encontrar tierra y utilizar el equipo necesario.

“Este programa me dio capacidad para comenzar mi propia agricultura”, dijo Martínez. “Cuando se comienza, no se tiene dinero para tractores ni otras cosas”, apuntó.

Martínez, de 60 años, emplea ahora a cuatro personas durante la temporada de cosecha y otras durante todo el año, aunque ella se encarga del grueso del trabajo. Comenzó vendiendo las fresas casa por casa, pero después firmó contrato con las tiendas Whole Foods en la zona de la bahía de San Francisco y en la costa central.

Los trabajadores agrícolas dicen que otros beneficios de la ALBA incluyen una menor exposición a sustancias químicas peligrosas en los campos.

“Aprendemos cómo trabajar con la naturaleza y a no perjudicar el ambiente, ni a los trabajadores”, dijo Andrés García Rico, quien trabaja en agricultura a gran escala y completó con su esposa el adiestramiento en el tercer trimestre. “Hay mucha gente que se está muriendo de cáncer, que se enferma a causa de los pesticidas”, apuntó.

La agricultura pequeña también ofrece un descanso respecto de los movimientos repetitivos que los trabajadores agrícolas ejecutan todo el día en las granjas convencionales. Los agricultores de la ALBA cosechan 60 variedades de productos agrícolas frescos, así que su trabajo varía todo el día.

La agricultura orgánica también incide en los hábitos alimenticios de la familia, dijo Rico. Sus tres hijas ayudaron a plantar y cosechar las verduras en el segundo semestre y estuvieron felices de degustarlas en la comida.

A medida que los agricultores de la ALBA fomentan y venden sus productos orgánicos a amigos y en los mercados agrícolas los beneficios aumentan, señaló Rico, con el subsiguiente aumento en el número de hispanos que recurren a los alimentos orgánicos.

Quizá el mayor beneficio de la ALBA es el sentido de comunidad. En una mañana reciente de noviembre, en un rancho muy extenso, las familias labraban y eliminaban maleza de sus parcelas, en tanto que los niños se desplazaban en bicicletas por los surcos de tierra. Los agricultores, desde muy experimentados hasta principiantes, se saludaron e intercambiaron consejos.

Este invierno, unos 50 de ellos trabajarán la tierra en el rancho, incluidos 16 nuevos. La mayoría, dijo Harkleroad, tarda unos cuantos años en ingresar de tiempo completo en la agricultura. Por lo general entre 0,8 y 1,2 hectáreas (entre dos y tres acres) pueden generar sustento de tiempo completo.

En enero, Rico y su esposa plantarán lechuga romana y coliflor, y otros vegetales.

“Va a ser un desafío, pero lo hacemos por nosotros y por nuestros hijos”, expresó Rico. “Nuestro sueño es tener algún día nuestro propio rancho”, apuntó.

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