Obama y la reforma: en busca de un legado
El presidente Barack Obama tiene sus razones para, por fin, tomar una posición de liderazgo en el tema de la reforma.
Ahora en su segundo período de gobierno, el Presidente Barack Obama ya no tiene que preocuparse por otra elección, pero sí por el legado que dejará cuando se acabe su presidencia. Por eso en su discurso de ayer no sólo instó al Congreso a aprobar una reforma amplia de inmigración sino que fue más lejos, indicando que si no lo hacían, empujaría su propio proyecto.
Obama tiene sus razones para, por fin, tomar una posición de liderazgo en el tema de la reforma.
“Si el Presidente Obama no logra que se apruebe una reforma migratoria, su principal legado en este tema será la deportación de 1.5 millones de personas”, dijo recientemente Clarissa Martínez, del Concilio Nacional de la Raza (NCLR).
Es poco probable que esa sea la fama que Obama, el que muchos expertos consideran el “primer presidente elegido principalmente por las minorías raciales del país” y el primer presidente afroamericano en la historia de Estados Unidos, quiera dejar al cerrar su mandato dentro de cuatro años.
“Obama sabe que el momento es el adecuado y que si no lo hace ahora no ocurrirá nunca”, apuntó David Mark, editor de Politix y ex editor de Politico en Washington DC. “Es su legado. Un tema que ha perseguido a muchos presidentes, desde Ronald Reagan en adelante. Si el puede decir que resolvió ese intratable problema, esto ayudará enormemente el futuro político demócrata”.
Al presentar sus principios para la reforma ayer en Las Vegas, el mandatario no dejó dudas en torno a su intención de lograr una reforma migratoria integral lo antes posible indicando que estas medidas son necesarias para reforzar la economía pero también enfatizando la historia de los Estados Unidos como un importante punto de referencia.
“Los irlandeses que dejaron atrás una tierra de hambruna, los alemanes que huyeron de la persecución, los escandinavos que buscaban ser pioneros del oeste, los polacos, rusos, italianos, chinos, japoneses, las masas atribuladas que llegaron por Ellis Island en una costa y la Costa del Angel por la otra”, dijo Obama. “Todos ellos, antes de ser nosotros, fueron “los otros”
El Presidente usó su alto cargo para impartir un sentido de urgencia a que el tema se mueva en el Congreso. Más que dar detalles sobre un proyecto de ley, en el que miembros de su gobierno ya vienen trabajando, describió principios y enmarcó el problema en el contexto histórico y político.
No es la primera vez que el Presidente habla sobre el asunto, pero en esta ocasión apuntó claramente que “el momento de la reforma integral ha llegado”. Hacerlo justo después que el grupo bi partidario de senadores presentó su propuesta y respaldar principios similares demuestra que el presidente sí tiene el tema entre sus primeras prioridades en esta ocasión, según muchos observadores comentaron después.
Sin embargo, Obama aún enfrenta dudas de parte de grupos activistas que consideran que su papel hasta ahora ha sido enfatizar el lado restrictivo y que aún no confían en que la reforma sea verdaderamente amplia y beneficiosa. Varios de esos grupos e individuos hicieron llamados inmediatos a que el presidente actúe aún con mayor valentía, y detenga las deportaciones.
Para el politólogo de la Universidad de California en Irvine, Louis Di Sipio, este será un tema contencioso. “Hay entre 1 y 2 millones de indocumentados en este país que están con órdenes pendientes de deportación. Sospecho que este grupo nunca se beneficiará de cualquier camino a la ciudadanía”, dijo Di Sipio.
El Presidente también debe superar o contrarrestar la profunda falta de confianza que los grupos que monitorean las prácticas de su Departamento de Seguridad Nacional, el programa Comunidades Seguras y las deportaciones de personas que no son ni han sido nunca delincuentes, sienten hacia su palabra.
“El presidente debería ordenar de inmediato una suspensión de las deportaciones”, sentenció Pablo Alvarado, director de la Red Nacional de jornaleros y uno de los críticos más fuertes del gobierno de Obama y su mano dura contra los inmigrantes.
No obstante, el Presidente Obama presentó las deportaciones y el control fronterizo como uno de los logros de su gobierno y su marco de trabajo se diferenció con el del grupo de los 8 senadores en que estos quieren que la tarjeta de residencia que eventualmente reciban los indocumentados esté sujeta a una “comisión” que declare controlada la frontera.
“Para que la reforma funcione debe ser claro desde el principio que hay un camino a la ciudadanía”, dijo Obama.
Muchos observadores están de acuerdo en que el Presidente debe seguir utilizando la autoridad de su cargo y reciente triunfo electoral para empujar al Congreso cuando la discusión empiece y las cosas se pongan difíciles. El mismo Obama lo mencionó en el discurso.
“Mientras más nos acerquemos a la meta, más volátiles serán las emociones en este asunto”, dijo Obama. “No podemos permitir que este tema se estanque en un debate eterno. Ya lo hemos debatido mucho y sabemos lo que debe hacerse”.
Cabilderos que velan en Washington por una reforma saben que no será fácil. “Tendremos experiencias cercanas a la muerte casi a diario”, dijo Frank Sharry, de America´s Voice, en una entrevista reciente. “El tema estará en el pleno de la cámara por semanas enteras”.
El Presidente tendrán la oportunidad de intervenir y de liderar estas reformas como no lo hizo nunca antes y como trató de hacerlo, ya al final de su mandato, el Presidente George W. Bush en 2007.
Históricamente, sería lo opuesto de lo ocurrido en la Amnistía de 1986: un presidente republicano y un Congreso demócrata aprobaron una amplia ley, aunque no resolvió el asunto a largo plazo. En esta ocasión el presidente es un demócrata y la Cámara está en manos de una mayoría republicana, de la que la menos el 40% es recalcitrante y probablemente votará que no irreflexivamente.
Analistas insisten que Obama tiene un capital político y si lo invierte en una reforma migratoria, puede dejar un legado inmenso. También apuntan que los republicanos pueden, a su vez, ayudar en vez de entorpecer y recuperar algo de su imagen perdida ante la comunidad latina y con ello, una posibilidad de sobrevivir como toda política en el futuro.