otros también tienen esperanza

Nancy Ruiz (frente), madre de Gina DeJesús.

Nancy Ruiz (frente), madre de Gina DeJesús. Crédito: EFE

CLEVELAND, Ohio.— El rescate milagroso de tres mujeres desaparecidas ha alentado las esperanzas de muchas familias de encontrar con vida a los hijos que no encuentran. Sin embargo, una búsqueda prolongada puede ser más que un calvario.

Miles de menores están desaparecidos en todo el país y, cuanto más tiempo ha pasado desde que ya no volvió a vérseles, son menos las probabilidades de encontrarlos con vida. Por ello, cuando tres mujeres emergen de una casa donde estaban prisioneras tras su desaparición hace una década o más se vive un final feliz, pero que rara vez ocurre.

“Definitivamente yo diría que fue un milagro”, dijo Kelly Murphy, que fundó el Proyecto Jason tras la desaparición de su hijo a fin de asistir a familias en igual trance.

Murphy había trabajado con dos de las familias de Cleveland afectadas mientras las hijas de éstas estuvieron desaparecidas. Cuando fueron encontradas, se enteró de que muchas otras familias continuaban buscado a sus hijos perdidos. “La reacción general es que nos da esperanza a todos”, expresó Murphy. “Yo me encuentro también en esa situación con mi hijo desaparecido casi durante 12 años sin ninguna pista o rastro de él. Definitivamente nos da esperanza de que existe una probabilidad. Si ocurrió con esas chicas, también nos puede suceder a nosotros”, apuntó.

“Tener esperanza ayuda a sobrellevar la vida todos los días, la esperanza de que haya una respuesta positiva y no la respuesta que nadie desea. (La esperanza) ayuda a seguir adelante porque es muy difícil vivir con una pérdida dudosa”, afirmó.

Sin embargo, ¿qué tanto ayuda tener la esperanza de que ocurra un milagro que por definición es casi imposible?

Algunas personas, como Murphy, necesitan tener viva esa chispa por muy pequeña que sea. Otras, como Jody Himebaugh, necesitan proteger sus emociones.

Himebaugh está enterado de los sucesos en Cleveland pero ha evitado los detalles. Su hijo Mark desapareció en 1991 cuando tenía 11 años.

“Ver este tipo de experiencias reenciende mis últimos 23 años”, dijo. “Esto simplemente nos da esperanzas de nuevo”, afirmó.

Para Himebaugh, la esperanza hiere. Es imposible imaginar si la esperanza es más dolorosa que el adiós definitivo.

“Los últimos 23 años he estado feliz por las familias que en ese tiempo han recuperado a sus hijos, vivos o muertos”, dijo. “Mi mayor temor es irme a la tumba y nunca saber lo que le pasó a Mark”.

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