Cae el Zeta 40, y ¿ahora qué?
Del disparo de análisis que desencadenó la captura del líder de los Zetas, Miguel Ángel Treviño, alias “Z-40”, en México, quizá el más certero es de Ricardo Ravelo. El autor mexicano dijo a la prensa que “la captura de Treviño es un duro golpe, pero no significa la caída ni el exterminio de los Zetas”.
Su frase recuerda a otra: la materia no se destruye, sólo se transforma. Lo mismo sucede con el narcotráfico. Hace falta mucho más que una captura para acabar con un grupo de narcotráfico. Hace falta un esfuerzo regional y sostenido para lograr resultados a largo plazo.
En 2005, se capturó por narcotráfico a Adán Castillo, jefe de la policía anti narcótica de Guatemala, y se le condenó a 10 años de prisión en EE.UU. En aquel entonces, el gobierno estadounidense dijo que se había cortado un brazo al narcotráfico. Pero en realidad, Castillo no era ni el dedo meñique del narco, y su captura nada cambió en el trasiego de drogas.
El narcotráfico tampoco tambaleó en 2006 cuando México capturó a Osiel Cárdenas Guillén, líder del Cartel del Golfo, y creador de los Zetas. La extradición de Cárdenas a EE.UU., aunque otro capo tomó el liderazgo, dio luz verde a los Zetas para independizarse, según escribe Ravelo en sus libros.
Osiel dirigía una estructura vertical. Desconfiaba de todos y monopolizaba el control. Por eso contrató a ex oficiales de la armada y marina mexicana (los futuros Zetas) para blindarse. Cuando cayó, el Cartel del Golfo tenía un liderazgo débil, y hecho más vulnerable aún cuando los Zetas se emanciparon.
Treviño fue uno de los soldados de Arturo Guzmán Decena, el Z-1 y primer jefe zeta. Años después, bajo Heriberto Lazcano (alias “El Lazca”), el Z-40 Treviño fue el segundo jefe de los Zetas, y fue enviado a tomar las rutas del Cartel del Golfo en Centroamérica.
En marzo de 2008, tres días después de una refriega que los Zetas protagonizaron con saldo de 11 muertos en Zacapa, Guatemala, la Embajada de EE.UU. en ese país advirtió en un cable al Departamento de Estado que temía que el Z-40 había sido enviado a Guatemala, El Salvador y Honduras para expandir las operaciones de los Zetas. Cuatro años después, autoridades mexicanas revelarían que Treviño Morales había dirigido la matanza en Zacapa.
Para 2010, un funcionario del Ejecutivo en Guatemala describía al Z-40 como “el número uno del narcotráfico en el país”. Dos años después, el diario La Jornada publicó que el Gabinete de Seguridad Nacional de México identificó al Z-40 y a su hermano, Omar Treviño Morales (alias “Z-42”), como el primer y segundo jefe de los Zetas tras la muerte de “El Lazca”. Ahora resta saber si Omar Treviño será reconocido como el sucesor de su hermano. En 2012, el Z-40 ya era apodado “El Judas” por las pugnas internas. Y como los Zetas desconocieron al líder que sucedió a Osiel en el Cartel del Golfo, ahora podrían desconocer al Z-42.
En México, los Zetas conquistaron la mayor parte del territorio del Cartel del Golfo, y se convirtieron en el enemigo a vencer, en la némesis de la Federación de Sinaloa (que absorbió grupos pequeños). Pero si los Zetas de los Treviño no dan muestras pronto que no están vencidos, sus rivales intentarán destrozar lo que queda de ellos—si los Zetas no consiguen hacer de su territorio en Centroamérica su casa de seguridad.
El desequilibrio para los Zetas también podría surgir de las fuerzas de seguridad si éstas mantienen una presión sostenida sobre ellos en México y Centroamérica. De lo contrario, la suerte de los Zetas es una página en blanco, historia por ser escrita por la ley del más fuerte.