Comerciantes de Acapulco pagan cuota o mueren
Secuestros y extorsiones no dan tregua a comerciantes de Acapulco
En la calle donde estaba el restaurante de los “García”, en La Condesa, cerca de la Base Naval y en las colonias a las afueras de Acapulco, abundan los letreros de “Se Vende o Se Renta”. No se sabe cuántos bajaron la cortina para no pagar impuesto a “La Maña”, como llaman aquí al crimen organizado.
Los “García”, que piden el anonimato, supieron que era hora de cerrar cuando una voz al otro lado del teléfono les pidió dinero y los amenazó dando información personal. “Sabemos que sus hijas van en el Mac Gregor [un colegio privado del puerto]”, recuerda la señora “García” las palabras del extorsionador.
“Dieron santo y seña, ahí fue cuando me dio miedo”, cuenta la mujer con cara de asustada. “Mi marido no regresó ni a cerrar”, relata sobre el fin de un próspero negocio que apenas duró seis años. No cumplieron su promesa de no volver al local, aunque lo hicieron con policías y un camión de mudanzas.
Hace poco, el cartel se colgó en una de las discotecas más famosas de la ciudad, “El Alebrije”. En el gremio dedicado a la vida nocturna reconocen que se debió a la violencia (no a motivos religiosos, como citaron los dueños), pues ahora los acapulqueños y visitantes salen menos por las noches.
Si en La Condesa, una de las áreas más visitada del balneario, hay más de veinte locales vacantes, en Ciudad Renacimiento, uno los barrios más violentos del mismo, éstos se cuentan por puños.
“No te niego que sí hay zonas donde todavía hay extorsiones, donde hay secuestros, no lo podemos ocultar y en algo tenemos que trabajar”, comenta Erick de Santiago, presidente de la asociación “Habla bien de Acá”, una iniciativa empresarial que trata de mejorar la imagen turística de la ciudad.
En seis años, De Santiago, socio del restaurante “La Playita Santa Lucía”, ubicado en la Zona Dorada del puerto, ha tenido que lidiar con retos que pocos han logrado sobrellevar: primero fue la influenza, luego la crisis y la ola de violencia, y ahora son los secuestros y las extorsiones. Su aventura empresarial en Acapulco inició hace seis años. “A mí me tocó el final de unos años lúcidos y la debacle”, dice.
Pero hay comerciantes que han aprendido a negociar directamente con las mafias. En la Central de Abastos, a las afueras del puerto, proliferan las historias de asesinatos de vendedores que se negaron a pagar la “cuota”. Muchos choferes de autobuses y taxis han tenido el mismo final trágico.
“Te piden 100 ó 400 pesos [ocho o 30 dólares] cuando pueden, según te toque”, comenta el propietario de autobuses que operan en la Costera Miguel Alemán.
De Santiago, originario de la Ciudad de México, cree que esa realidad acabará en poco tiempo. “Si le echamos ganas a lo mejor en cuatro o cinco años podremos estar en mejores niveles”, dice.