Belice y Guatemala en conflicto
Belice y Guatemala podrían resolver el conflicto territorial si admitieran sus propias realidades
En el diferendo territorial entre Belice y Guatemala, ambos países echan las soluciones en saco roto. Decir la verdad, reconocer los errores propios y los aciertos del otro, parece impensable.
Todo comenzó cuando Belice era colonia inglesa. Inglaterra se comprometió a construir una carretera que ofreciera acceso desde Petén (norte de Guatemala) hacia la costa del Mar Caribe, en Belice, si Guatemala cedía la mitad del territorio que ahora es Belice. Cuando Inglaterra incumplió el acuerdo, Guatemala reclamó el territorio cedido. Pero Belice se independizó de Inglaterra en septiembre de 1981 y, 32 años después, Guatemala absurdamente sostiene el reclamo territorial.
Pese a que existe un compromiso de no agresión de Guatemala, el canciller de Belice Wilfred Erlington dijo (ante la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas en Nueva York, en septiembre pasado) que el reclamo de Guatemala es una “causa constante de ansiedad” para los beliceños.
Sin embargo, Guatemala está lejos de recuperar la mitad de Belice. Para empezar, no planea consultar a sus ciudadanos si la Corte Internacional de Justicia (CIJ) debe resolver el diferendo territorial. Guatemala suspendió su referendo, alegando que se haría en condiciones desiguales a Belice, que legisló que el suyo necesitaría un 60% de participación de votantes registrados para ser válido. El gobierno guatemalteco sabe que un referendo no tendría una participación masiva. Belice no es prioridad para el guatemalteco promedio, que le preocupa más sostener a su familia y evadir la violencia.
Los beliceños comparten las preocupaciones de los guatemaltecos, pero rechazan el reclamo territorial. En la ONU, Erlington acusó a Guatemala de no controlar la frontera común; habló de guatemaltecos ingresando ilegalmente a Belice para talar madera y extraer oro en zonas protegidas, saquear ruinas mayas, e involucrarse en narcotráfico, contrabando, y tráfico de personas. Pero la frontera Guatemala-Belice es tan vulnerable como otras fronteras guatemaltecas, y la costa beliceña sobre el Mar Caribe. No sorprende que algunos guatemaltecos indocumentados sean detenidos hasta siete kilómetros adentro de Belice, y no sólo en la zona de adyacencia (zona neutral de un kilómetro de ancho del lado de cada frontera) como asegura la Cancillería de Guatemala.
Erlington dijo que estos hechos causan “una gran tensión” entre ambos países, y lo atribuyó a la pobreza en Guatemala. En otras palabras, la amenaza contra Belice es (más que el reclamo territorial) el desempleo en Guatemala y las fronteras abandonadas. Hasta ahora, ningún gobierno guatemalteco ha logrado reducir estos problemas.
Sin embargo, Erlington ofendió al Gobierno de Guatemala porque dijo la verdad, pero también porque la expresó a medias. Guatemala calificó “el trato” como “despectivo y discriminatorio” porque insinuaba que todos los “elementos criminales” en Belice salen de Guatemala. En realidad, los indocumentados llegan a Belice en avión desde China, vía Cuba, y por tierra desde el resto de Centroamérica vía Guatemala. Según EE.UU., algunos libaneses también trasiegan armas vía Belice. El país además tiene presencia de la Mara Salvatrucha y Pandilla Barrio 18, con miembros guatemaltecos, salvadoreños y hondureños, y otros grupos.
Erlington tampoco admitió que el problema con Guatemala es de dos vías. Por ejemplo, en 2010, un grupo de Zetas ingresó hacia Guatemala desde Belice, y protagonizó una refriega con autoridades guatemaltecas. En 2012, un beliceño salió desde Belice hacia Guatemala donde la policía lo sorprendió transportando un colchón relleno de mariguana.
Ante esto, Belice debería reconocer que también genera “elementos criminales” y que Guatemala no es el único origen del crimen en territorio beliceño. Guatemala no debería refutar los efectos de la migración indocumentada de guatemaltecos hacia Belice sólo porque los desconoce, y podría controlar mejor sus fronteras. Pero al negarse a cooperar, agudiza el hecho que el norte del istmo es estratégico para el crimen organizado, y concentra las tasas de homicidio más altas del continente.
Además, Guatemala sostiene el reclamo territorial pese a ser incapaz de proteger el territorio que ya tiene. De paso, complica la inclusión de Belice en el raquítico intento regional por combatir el crimen organizado. Mientras tanto, estos países nada remediarán en tanto no admitan su propia realidad nacional.