‘El mundo pesa menos’

La estatura moral de Nelson Mandela se la ganó por su lucha y su convicción

Nelson Mandela  durante un evento en la fundación que lleva su nombre en  Johannesburgo.

Nelson Mandela durante un evento en la fundación que lleva su nombre en Johannesburgo. Crédito: Archivo / AP

SOCIEDAD

Recuerdo aquel verano en Pennsylvania a principios de los noventa. Hice la fila para estrechar su mano. Había pensado bastante lo que le diría: “Usted es una leyenda viva”, le indiqué al estrecharle la mano. Mandela me miro sonriendo, como benevolente.

El líder sudafricano había ido a la Universidad a pronunciar una conferencia, que como era de esperarse, hizo que el auditorio máximo se viera desbordado con nosotros los estudiantes, profesores y personal de la Universidad.

Ahora Mandela ha fallecido, pero su recuerdo es un referente. Su lucha es un esperanzador mensaje para las generaciones por venir. Ahora, pertenece a los tiempos futuros. No podía ser de otra forma. La estatura moral de Nelson Mandela se la ganó por su lucha y su convicción, por saberse mantener con plena espina dorsal, en medio de los contextos aciagos que le tocó vivir.

El sólo hecho de salir mentalmente sano luego de 27 años de encarcelamiento, dan cuenta de la extraordinaria madera de la que estuvo hecho su liderazgo. En efecto, desde el 5 de agosto de 1962 hasta el 11 de febrero de 1990, Mandela estuvo detenido. Con fuertes medidas represivas. Algo que recuerda los crueles tratos de las dictaduras, como por ejemplo las latinoamericanas, las que sostenidas por ejércitos represivos dieron cuenta del silencio a la población y de negar libertades democráticas, al tiempo que se engordaban las chequeras de los altos oficiales y de políticos tradicionales.

En su detención Mandela sufrió serios quebrantos de salud, como por ejemplo el caso de la tuberculosis que adquirió y sufrió durante esos años. Al final las secuelas de este padecimiento demostraron que no habían abandonado el cuerpo ya desgastado del líder sudafricano que muere a los 95 años de edad.

Pero no menos importante fue el tratar de quebrarle el talante psíquico. Se le permitía una carta cada seis meses, ya sea de envío o de recibido. Y por supuesto que los contenidos eran juzgados, editados. Se menciona que las cartas –dos por año que recibía de su esposa- eran recortadas. Se eliminaban todas las expresiones cariños. Los “te quiero”, “te amo” desaparecían. Se quería quebrar su entereza de fuerza moral para soportar el aislamiento.

Tal y como ocurrió en vida, no es de extrañar ahora que la vida de Mandela, sus logros, sus aspiraciones, el contenido de su ideario político, provoque el derrame de ríos de tinta. Lo merece y vale la pena recordarlo para que no tomemos como algo de gratis, el conjunto de grandes conquistas democráticas que contribuyó a generar. Estas conquistas, no sólo son válidas para Sudáfrica sino para la humanidad en su conjunto. No en balde, en este mismo sentido, existe el reconocimiento que se le hizo en la plaza frente al parlamento inglés, en donde también están las estatuas de Oliver Cromwell (1599-1658) y de Wiston Churchill (1874-1965).

Los sacrificios de Mandela son parte de ese torrente interminable, incluyendo mareas auténticas de sangre, que han costado los logros de las instituciones y las entidades democráticas que hoy tenemos. En el caso de Sudáfrica tómese en cuenta también el sacrificio de vidas y de mártires por parte de la resistencia de los grupos de población negra. Una población que se le obligó a vivir como extranjeros en su propia tierra, no obstante ser una mayoría tangible, evidente y beligerante.

Para atestiguar el aislamiento allí estaban los resguardos, las áreas marginadas, los guettos; incluyendo el requerimiento que se estableció por parte del régimen del Apartheid, de que los negros tuviesen pasaportes internos para poder entrar a las zonas exclusivas de blancos. En una palabra: todo un insulto para los más elementales conceptos del humanismo y la convivencia democrática. Toda una vergüenza para la humanidad.

Fue en esas condiciones en las que se desarrolló la lucha de Mandela, la lucha de los otros dirigentes y miembros de base del partido del Congreso Nacional Africano. Esa agrupación política fue tildada de terrorista. Margaret Thatcher (1925-2013) con su polémico y personalísimo estilo, con esa contundencia de los que nunca dudan, no tuvo escrúpulos en reconocer a Mandela también como terrorista. El gobierno de Reagan nunca se unió a las sanciones que se aplicaban a la Sudáfrica segregacionista.

Es de recordar esas cosas, porque es fácil tratar de mostrar credenciales de demócrata y de progresista con el testimonio y el sacrificio de otras personas. Parafraseando a Rubén Darío respecto a Victor Hugo, afirmamos: Mandela ha muerto “el mundo pesa menos”.

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