Real Madrid vs. Borussia Dortmund

Sigue en vivo la final de la UEFA Champions League

Los amores platónicos

Fue amor a primera vista el que tuve con Maureen O'Sullivan, la mujer de Tarzán, siempre ligera de equipaje.

Papeles

Ya que se nos va este mes de marzo dedicado a la mujer, hablemos de esos amores platónicos que todos hemos sufrido y suelen tener la edad de nuestros sueños, como escribió un desolado cronista francés a la muerte de Marlene Dietrich.

Platón, que les prestó su nombre, los define como amores no correspondidos. Mi primer amor platónico-teológico fue mamá Eva. La conocí en las viñetas que traían los textos de historia sagrada. En ese erotismo incipiente de los años tiernos, la mera hoja de parra me alborotaba la bilirrubina.

Caí luego en brazos de Jane (Parker), la mujer de Tarzán. Fue amor a primera vista el que tuve con Maureen O’Sullivan, siempre ligera de equipaje. Habría vendido mi alma al gato a cambio de un desdén suyo. El proyectorista del cine parroquial tenía orden de tapar con la mano las escenas donde se daba un beso con Tarzán, lo que triplicaba el misterio. Y las ganas.

Por Leticia, de doce años, mi primer amor platónico de poca carne y muchos huesos, perdía la sinrazón. Me habría gustado darle besitos “donde dijiste enemigos”.

Nunca le perdoné a María Félix, Ceja de Lujo, prohibida para todo católico por un arzobispo de Medellín, que saliera con un paraguas debajo del brazo llamado Agustín Lara. El poeta francés Jean Cocteau me robó un piropo que me habría gustado echarle: “Era tan bella que hacía daño”. También flirteé con paisanas suyas como María Luisa Pelufo, Ana Berta Lepe, Evangelina Elizondo, Elsa Aguirre.

La primera enamorada platónica enloquecedora la viví por cuenta de Brigitte Bardot, apta solo para mayores de 21 años, según la censura católica. Ahí fue Troya. Llegué a sentir celos del menso del Roger Vadim quien la llevó al cine, al altar, y la invitaba a Maxim’s. Cuando el padre García-Herreros la invitó al Banquete del Millón decidí que agarraría el primer bus de la Magdalena para ir a conocerla. Finalmente no vino pero le aclaró al padre Rafael, quien alborotó el “obispero” con la invitación: “No soy una pecadora, solo soy una mujer que sabe amar”. Me sentí aludido.

Paralelamente, estaba enamorado de Catherine Deneuve, bella de día, de noche, a toda hora. Como mi profesor de literatura en la Universidad de Antioquia también estaba tragado de ella, se la cedí a cambio de un apretado tres en la materia.

Marilyn Monroe fue “mía, mía nada más”, dicho sea en letra de bolero. La descubrí en las bellas fotos que publicó la revista Life saliendo de una piscina. El stradivarius del sexo tenía mal gusto: dormía con una pelota de béisbol, Joe DiMaggio. Y se entendía con los hermanitos Kennedy. En este caso me declaré cornudo por partida doble. MM le confesó a Truman Capote que le habría gustado una vida simple, con un marido a quien prepararle el desayuno. Ese habría sido el papel de mi vida.

No puedo seguir revelando todo mi prontuario platónico. No está bien contar plata delante de los pobres. Aunque debo confesar que envidié a Carlo Ponti por haber conquistado a Sofía Loren. Bueno, más que a Ponti envidié a Marcelo Mastroiani a quien habría remplazado en las escenas peligrosas de alcoba.

No daba sueño ver a Claudia Cardinale con su sonrisa de Gioconda. Tampoco le perdía película a esa receta de mujer “intitulada” Gina Lollobrigida. Ni a esa boca con fémina detrás llamada Mónica Vitti.

No les quitó más tiempo. Perdonen la vanidad. Ahí les dejo mi prontuario erótico.

Contenido Patrocinado
Enlaces patrocinados por Outbrain