Enfrentemos la realidad
Migración
Sabemos que la diversidad es una fuente de fortaleza. Sin embargo, a veces, también supone un reto.
Estoy pensando en la “comunidad hispana”, que coloco entre comillas porque ambas partes de este término aglutinante son muy cuestionadas. No sólo no hay consenso sobre si el término preferido debería ser hispano o latino, la misma noción de que existe una comunidad unida con características similares es risible.
Todo el que se pregunte por qué los hispanos no han alcanzado una masa crítica en los comicios o en los cuerpos legislativos debe examinar su inmensa diversidad. Estamos hablando de una población nacida tanto en el país, como en el exterior y que ya no está unida por la lengua.
A medida que los hijos y nietos de los inmigrantes de Latinoamérica crecen y se convierten en exitosos empresarios, políticos o estrellas de Hollywood, son sujetos a críticas por no ser “suficientemente latinos” o “hispanos sólo de nombre”.
No es una receta para la fuerza en los números. Es también, quizás, la razón primordial por la que, durante la mayor parte de la década pasada, la reforma migratoria no ha ido a ningún lado: no hay consenso sobre cómo debe resolverse el asunto.
Por muchos motivos —por la forma en que los no-hispanos perciben a los hispanos en la sociedad, por el temor a la aculturación y a la criminalidad que invariablemente acompañan a toda discusión sobre la inmigración, y para contestar las sempiternas preguntas sobre la verdadera lealtad nacional— es necesario repetir que la inmigración no es el asunto más importante para los hispanos y que tampoco hay opiniones con las que todos están de acuerdo.
El animado debate actual —casi exclusivamente entre los hispanos que participan en los medios sociales y en las pizarras de comentarios en sitios de noticias hispanos— sobre si la inmigración ha desplazado otros asuntos apremiantes para los hispanos, ha incitado, finalmente, al Pew Research Center’s Hispanic Trends Project, que no es partidista, a sopesar la relativa importancia de la inmigración. Una vez más.
“En verdad, cuando el Pew Research Center ha realizado encuestas en la comunidad hispana, hay varios temas que constantemente están por encima de la inmigración en la lista,” escribió Jens Manuel Krogstad en el Fact Tank Blog de Pew.
“En 2013, alrededor el 57%o de los electores hispanos registrados consideró que la educación era un tema “sumamente importante” que la nación enfrentaba hoy en día. Eso es comparándolo con los puestos de trabajo y la economía (52 %) y con la asistencia médica (43%). Sólo un 32% dijo la inmigración.”
Estos temas y su orden en el ranking no se han modificado mucho en el curso de varias décadas y, aún así, la inmigración chupa el oxígeno de casi todas las conversaciones que conciernen a los hispanos.
Pasando el dato de todo este episodio de introspección encontramos a Angelo Falcon, presidente del National Institute for Latino Policiy, quien en un ensayo de abril —”Immigration Reform and the Latino Civil Rights Movement: Are They Now in Conflict?— reiteraba mi lamento: “Políticamente, el asunto de la inmigración se presenta como la varita mágica para llegar al corazón del voto latino. …
El hecho de que la inmigración nunca parece emerger como el único, y ni siquiera como el más importante, de los asuntos priorizados por los latinos en una encuesta tras otra no parece importar; no se está discutiendo seriamente de qué manera otros asuntos influirán en el voto latino.”
Aún cuando se debate el tema de la inmigración, no hay un consenso abrumador sobre si la “comunidad inmigrante” —otra población enormemente diversa de individuos que vienen de todas partes del mundo bajo circunstancias muy diferentes— debe luchar sólo por un alivio en las deportaciones o sólo detenerse cuando se obtenga un claro camino a la ciudadanía. Hasta las actitudes sobre si la inmigración no autorizada tiene un impacto positivo o negativo en los hispanos de Estados Unidos varían ampliamente.
El furor actual es sobre si ciertas organizaciones de defensa de los intereses de los inmigrantes actuaron correctamente cuando pidieron al presidente Obama que retrasara toda acción ejecutiva para aplazar las deportaciones a fin de permitir que los republicanos legislaran —o si esos grupos no son más que unos vendidos.
El debate de mañana sin duda girará en torno a otro principio ideológico que los no-hispanos suponen que es una actitud compartida ampliamente, pero que en realidad no lo es. La verdad es que los hispanos no son diferentes del resto de los estadounidenses en el hecho de que sustentan opiniones complejas con respecto a la inmigración —y a pesar del estancamiento en la reforma migratoria, no es una característica negativa.