Cantar bajo la lluvia

Ángel Soto

@elviejohoracio

México encontró en la hierba mojada el aroma de su identidad.

Al ser una selección sin un futbolista de reflector mundial ha entendido muy bien la importancia del bloque: la fuerza de uno es la fuerza de otro y eslabón a eslabón se construye una cadena.

Así lo demostró en su debut mundialista bajo un épico temporal.

El ejercicio vivido en el Estadio Das Dunas de Natal sin duda debió ser mejor: los sustos finales podían haberse evitado de haber aparecido la contundencia.

Si hubo alaridos, manos sudorosas o inicios de taquicardias fue porque al momento de jalar el gatillo falta el detalle fino.

Poco más se puede reprochar a una selección sin temor escénico. Esos 10 minutos iniciales donde las ideas suelen ir delante de la coordinación fueron imperceptibles.

Los de Miguel Herrera entendieron pronto el tiempo en el cual vivían: en el Mundial no hay espacio para contemplar, sí para ejecutar y esto lo hicieron con nota aprobatoria.

México se impuso a sí mismo. Reflejó que las dudas nunca existieron en su cuerpo, sí en su entorno. Ordenado, con la idea innegociable de circular el balón a ras del césped, sin importar lo adverso de las condiciones climáticas: 27 grados de temperatura, una humedad del 65% y viento de 22 metros por segundo, los de verde hicieron un partido adulto: áspero cuando debía serlo e incansable en el esfuerzo físico.

Miguel Herrera ha logrado armar un equipo. El corto plazo dictará los alcances de éste, pero en cualquier deporte de conjunto el tener un grupo solidario y conectado en busca del mismo fin es el inicio para dar los primeros pasos.

Más allá del valioso triunfo con el gol de Oribe Peralta tras una jugada de toques tan veloces como la caída de las inagotables gotas de lluvia en la ciudad brasileña, México ha encontrado la olla al final del arcoíris, porque la confianza adquirida por esta exhibición frente a un nuevamente decepcionante Camerún es oro puro. Encarar a Brasil tras este primer partido será otro cantar.

El Tricolor, hoy, ya conoce qué puede hacer; aún no sabe hasta dónde puede llegar, pero ya luce dispuesto a crecer tras cantar gol bajo la lluvia mundialista.

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