Migración: las otras causas

Las situaciones familiares difíciles, donde hay abuso doméstico, es otro de los motivos para emigrar

Los científicos sociales estamos acostumbrados a explicar la migración como el resultado de grandes y profundas causas que cimbran los cimientos de la sociedad. Por ejemplo, el crecimiento demográfico, las crisis económicas y las guerras civiles. Todos estos fenómenos pueden ser causas suficientes para lanzar al camino a millares de personas.

Pero en esa fijación con las grandes causas, se nos olvida que la migración también responde a circunstancias más personales e íntimas. Estas razones funcionan como las causas eficientes, es decir, como la gota que derrama el vaso y que hacen que una persona deje su casa sin pensárselo mucho y se decida a emigrar.

Un ejercicio de fin de curso que asigné a mis estudiantes en UCLA me puso a pensar en estos asuntos. Me explico. El trabajo consistía en entrevistar a un migrante mexicano, ya que el tema del curso es la migración entre México y Estados Unidos. La entrevista tenía luego que ser analizada y presentada en forma de ensayo siguiendo ciertos criterios. Los alumnos podían escoger entre entrevistar a alguien en su círculo personal, algún conocido o a un miembro de la clase con raíces en México.

El análisis de las entrevistas refrendó con claridad algunas de las grandes causas con las que frecuentemente asociamos la necesidad de emigrar: la inestabilidad económica, la pobreza. Sin embargo, lo que me llamó la atención fueron varios casos en que el detonador de la migración había sido la violencia doméstica: un padre que golpeaba a sus hijos, un esposo que agredía verbal y físicamente a su pareja.

Estas personas no se ajustan al clásico perfil del migrante económico que planea, se propone objetivos y calcula que la inversión en el coyote y los gastos de viaje reditúen en el corto o mediano plazo. Algunos de los individuos entrevistados por mis alumnos son migrantes que van (o vienen) huyendo de una situación familiar fuera de su control y que pone en peligro su integridad física y emocional; es la migración como escape. A la vez, dicha migración es una expresión de máxima insubordinación contra aquellos que, a pesar de sus lazos de sangre y afectivos, los tenían sometidos.

Por supuesto que la violencia intrafamiliar sólo representa un caso de esas otras causas de la migración. Podemos pensar en otras. Por ejemplo, la aventura, es decir, la migración motivada por el deseo de explorar y conocer. O como me dijo un joven que entrevisté hace años: para ver qué hay del otro lado de la línea.

Quienes emigran escapando de una situación familiar difícil o para aventurarse y experimentar una vida diferente, pueden pasar las mismas peripecias y dificultades que los migrantes económicos tradicionales: no contar con documentos, depender de contactos con paisanos y familiares para obtener información sobre oportunidades de trabajo, tener que aprender un nuevo idioma y muchas otras circunstancias.

Estas razones alternativas del éxodo, más íntimas y personales, son tan válidas como las causas económicas y políticas, pero suelen perderse de vista en el gran torrente migratorio del mundo actual.

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